A lo largo de 1941 y 1942, Irène Némirovsky redacta en Issy-l’Évêque la novela Suite francesa que no llegará a terminar. Al igual que su marido, Michel Epstein, lleva ya la estrella amarilla que la señala como judía. Los dos serán asesinados entre agosto y octubre de 1942 en Auschwitz. Némirovsky sabe durante la redacción que los acontecimientos van a ser trágicos. Con la misma lucidez que muestra en sus novelas, prepara todo para cuando ya no estén. Redacta un testamento para que la tutora de sus dos hijas, Élisabeth y Denise, las cuide cuando hayan muerto y se ocupa de que su editor, Albin Michel, les haga llegar los derechos de autor cuando falten. Mientras, se aferra al orden del día a día.
Escribe y lee sin descanso, camina tras el desayuno varios kilómetros hasta que encuentra el mejor sitio para escribir y vuelve a repetir lo mismo tras la comida para regresar al anochecer. Su mayor deseo e inmenso trabajo (entrar en el proceso de trabajo de Némirovsky es un gran encuentro literario) es conseguir que la Suite francesa sea igual que una sinfonía, aunque en cinco partes con sus ritmos y tonalidades, y se parezca a la Quinta Sinfonía de Beethoven. La Suite francesa recoge los días previos a la invasión alemana en París y la huida de miles de familias de la capital a medida que los invasores toman posesión de Francia. Bajo un clima de incredulidad, el orden social se desmorona. Los burgueses tratan de salvar sus posesiones, los ancianos son abandonados en la carretera y todos padecen las bombas y el hambre. Son las rutas del éxodo de Francia y de los franceses en junio de 1940.
La escritora Irène Némirovsky
En 1946, Miyamoto Yuriko comienza la novela La planicie de Banshu (dentro de Una flor, Satori 2018) en Tokio. Ella, una de las escritoras más destacadas de la modernidad japonesa, sigue la corriente literaria proletaria a finales de los años 20 y se casa con el crítico literario y militante del Partido Comunista, Miyamoto Kenji, en 1932. En estas fechas, el régimen militar japonés se consolida e intensifica la represión contra la izquierda. Los dos serán encarcelados. Kenji en 1933 durante doce años y Yuriko intermitentemente en los mismos años y se le prohíbe escribir. En octubre de 1945, tras la derrota de Japón en la guerra del Pacífico y por orden de los aliados, Kenji es liberado. La planicie de Banshu es la mejor narración escrita de la rendición de Japón hasta el momento. Comienza con fecha del 15 de agosto de 1945, el día en que el emperador Hirohito anuncia la rendición del país. Una derrota humillante y un golpe tremendo para los japoneses. La novela cuenta con detalle la destrucción de caminos y ciudades, la falta de lo elemental para vivir y la confusión, angustia, caos espiritual y moral de los japoneses. En definitiva, la guerra no solo destruye el mundo, sino también los corazones que lo habitan.
Némirovsky y Yuriko basan las dos novelas en sus experiencias de la guerra. Ambas hacen lo que dicen que no se debería hacer nunca en una representación artística: entrar en conflicto con la época. O, lo que es lo mismo, escribir de la historia sin la perspectiva que da el tiempo y, por lo tanto, evitando la facilidad de la distancia. Las dos deciden redactar sobre la contienda desde la propia contienda, quizás porque, cuando la historia es drama, hay que interpelarla desde el presente. Yuriko la publica en 1947 y Némirovsky muere antes de terminarla. Suite francesa no aparece hasta 2004. Las dos escritoras tienen en la literatura rusa una de sus grandes fuentes.
Yuriko vive durante años con la traductora y estudiosa de la literatura rusa, Yoshiko, y se trasladan a la Unión Soviética entre 1927 y 1930, Tolstoi será uno de sus grandes modelos. También lo es para Némirovsky, sobre todo Guerra y paz para Suite francesa, aunque prefiere el estilo de Turgueniev y dedica un libro a su amado Chejov. Ambas saben que lo importante en las dos novelas es la historia del mundo y, en ella, las reacciones humanas, la lucha entre el destino individual y el común y, sobre todo, que la guerra acabará y la parte histórica palidecerá, por eso, escribe Némirovsky: “Hay que introducir el máximo de cosas, de debates… que pueda interesar a la gentes en 1952 o 2052”.
Miyamoto Yuriko, autora de la novela La planicie de Banshu
La planicie de Basho se centra en el viaje de Hiroko de Tokio a Hiroshima en un país devastado por la guerra. Nada, no falta de nada para que este itinerario sea un documento excepcional. La protagonista llega a Hiroshima días después de la bomba atómica. La estación de tren se ha volatizado. A las ciudades destrozadas, se les suma además las inundaciones por las lluvias debidas a los cambios urbanísticos de los militares. Los arrozales se han desecado, las nuevas carreteras, rectas a cualquier precio, han interrumpido las aldeas.
Y en medio de este viaje apocalíptico, surgen, de manera casi velada, las grandes cuestiones sobre el amor. Más bien, las formas que adquiere el amor: tras las catástrofes, las separaciones, la espera y el futuro. Pues, como sabe bien Yuriko y pone en boca de Hiroko, el viaje de la protagonista representa el de todas las mujeres japonesas y el de cualquier mujer: “Las mujeres no podía transmitir, conforme a sus deseos, ni siquiera su propia angustia y debían convertirse en el sostén de la familia sin importar si tenían o no capacidad para ello. Descubrió que tal situación no solo la afectaba a ella, sino también a las mujeres de todo Japón […]. Deseaba plasmar en una novela las emociones de una mujer, convertidas ahora en sentimientos comunes a todas las mujeres japonesas […]. En tanto sus denuncias como ser humano y mujer fuesen verdaderas, y en tanto esa expresión fuese adoptada por todas las mujeres, más razones habría para que sus novelas fueran prohibidas”.