Francesc Macià, presidente de la Generalitat en 1932 y 1933, fue ciertamente un personaje carismático en su tiempo. Murió en loor de santidad el día de Navidad de 1933. El avi llegó a la política catalana tarde. Había hecho la carrera militar en la que llegó a teniente coronel en Guadalajara, Sevilla y Lleida. Su padre era un pequeño terrateniente de Vilanova. El se casó con una rica lleidatana, llamada Eugènia Lamarca. Tuvieron una hija con una vida privada de las llamadas ejemplares. Ejerció un populismo paternalista dese su magnifico traje elegante, con caballera y bigote blancos que le otorgaron un plus de respetabilidad y ejemplaridad extraordinarios. Siempre capitalizó en Cataluña el atractivo de haber salido del ejército español en 1905 por el asalto militar a la revista Cu-Cut, que él rechazó frontalmente, lo que le situó enfrente de las posiciones tradicionales del ejército español y le llevó a fundar Solidaritat Catalana. Se presentó por primera vez a diputado por este partido en 1907 obteniendo escaño que repetiría en 1914, 1916, 1918, 1919, 1920 y 1923.
En julio de 1922 fundó el Estat Catalá, que tuvo carácter paramilitar. Se exilió en Francia tras el golpe de Primo de Rivera en 1923. Su vida fue la de una itinerancia discontinua como exiliado singular hasta 1931: Francia, Rusia, Bélgica, Argentina, Uruguay, Chile, Cuba e Italia. Lo que más llama la atención de su figura es su obsesiva voluntad de internacionalización de la causa catalana, explotando una imagen de España muy débil tras la experiencia de 1898, un singular instinto mediático y una audacia conspirativa e insurreccional que tenía sus raíces en los comportamientos militares españoles del siglo XIX. El 14 de abril de 1931, antes de que se proclamara la República en España, él proclamó la República catalana: "Interpretant el sentiment i els anhels del poble que m'acaba de donar el seu sufragi, proclamo la República catalana com Estat integrat de la Federació ibèrica", lo que supuso la venida inmediata de tres ministros de Madrid (de ellos dos catalanes, Marcelino Domingo y Nicolau D'Olwer) para enmendar el desaguisado y, en definitiva, consensuar la creación de la Generalitat catalana, con sus derivaciones ulteriores.
Invasión militar surrealista
El complot de Prats de Molló de 1926 refleja bien un imaginario épico y desde luego surrealista. La conjura implicaba la penetración de dos columnas provenientes de Francia que tenían que entrar por sorpresa en Olot y proclamar la República catalana. Macià había fundado en París el comité separatista catalán en 1923 y durante tres años se reunió allí con todo tipo de conspiradores emitiendo un empréstito de 9 millones de pesetas para financiar la operación militar. Viajó en 1925 a Moscú donde se entrevistó con Bujarín y Zinoviev, con Andreu Nin haciéndole de intérprete, para recabar apoyo. Las promesas de ayuda económica de 400 mil pesetas por parte de Moscú se incumplieron. Macià se decidió a tirar adelante, pese a todo, con sus "escamots" entre los que había, como ha escrito González Calleja, desde idealistas desnortados a delincuentes profesionales pasando por no pocos italianos fascistas y antifascistas.
El proyecto suponía la entrada en Olot por sorpresa, la proclama de la República catalana y la presunta sublevación inmediata del pueblo catalán. Lo que tenía que ser "aventura gloriosa" según Macià, movilizó unos 400 hombres, unos en Prats de Molló, otros en Sant Llorenç de Sardans. Los hombres vestidos de excursionistas saldrían de París y otras ciudades francesas haciendo ver que iban al Canigó con armas, teléfonos, material sanitario y una bandera estelada escondida. El fracaso fue total. Ciento once detenidos incluyendo a Macià. Eso sí, a sus 67 años se convirtió en el hombre más popular de Europa. En enero de 1927 fue juzgado en París. El manifiesto de Macià se parece mucho a algunos de los textos independentistas que hemos leído en los últimos tiempos: "Queremos liberar a nuestra patria catalana de la dominación española que pesa sobre ella desde 1714", decía el manifiesto.
Fracasos rentables
Los fracasos le salieron muy rentables. El golpe de Prats de Molló sólo le costó dos meses de cárcel y un breve exilio en Bruselas y constituyó para él toda una aureola mítica de héroe romántico. Retornó a España en febrero de 1931 y fue diputado en 1931 y 1933 por Esquerra Republicana. Su religiosidad fue la del más rancio catolicismo en medio del laicismo militante del momento (le otorgó la extremaunción Vidal y Barraquer y el obispo Irureta le acompañó en el funeral) siendo un entusiasta seguidor de las niñas visionarias de Ezquioga en el verano de 1931 que ha estudiado William Christian.
De la singular devoción que suscitó su figura nos da una buena idea las peripecias de su corazón. Muerto a los 74 años, se le extrajo el corazón supuestamente según un rito masónico en diciembre de 1933, poco después de su muerte, guardándose en una urna junto al cadáver. En febrero de 1939 Tarradellas ordenaría presuntamente el traslado de su cadáver desde el nicho original a un nuevo panteón para evitar que sus restos fueran profanados por las tropas franquistas al entrar en Barcelona. La urna con el corazón se la llevaría Tarradellas a su exilio. Después de una itinerancia notable la urna fue depositada en la caja fuerte de un banco en Tours.
Tras el retorno de Tarradellas, el Ayuntamiento de Barcelona promovió un homenaje a Macià en octubre de 1979 que permitió verificar que el cadáver nunca se había trasladado de su nicho originario. Respecto al corazón, el 10 de octubre de 1979 la familia Tarradellas devolvió el corazón a la familia Macià. El corazón retornó al féretro original. Algunos sostienen que allí se mantenía una urna con el corazón auténtico de Macià y por lo tanto el corazón que había permanecido en el exilio era de otra persona y hoy habría en el féretro, dos corazones: el real y el viajado. Un tema a investigar. Alfons Quintá escribió en El País un articulo muy duro contra Tarradellas y sobre el tema del corazón se representó en el año 2012 en la sala Beckett La balada dels històrics anònims, escrita por Iván Fox y Antón Tarradellas, nieto del president, una curiosa evocación de las peripecias del corazón de Macià. El surrealismo sigue.