Hace unos días Carles Puigdemont asistió a la representación en Gante de la ópera El duque de Alba, de Gaetano Donizetti, en compañía de su abogado Paul Bekaert. La asistencia a la ópera ha sido teñida de connotaciones políticas. El director artístico de la ópera de Flandes, el suizo Aviel Cahn, que fue el que invitó al expresidente a este evento, según El País, buscaba lograr "un punto de reflexión ante la cantidad de opiniones sobre la crisis catalana ya que a su juicio el parentesco de la obra y la situación actual es evidente". Según el citado director, los viejos temas cobran nueva vida con los protagonistas actuales; autonomía y nacionalismo, el autogobierno y la dominación extranjera, la violencia y la voluntad del pueblo o la gran España contra una pequeña región. El día del estreno el presidente de Flandes, Geert Bourgeois, se fotografió con el escenógrafo, el catalán Alonso Flores, que lucía en la solapa un lazo amarillo.
La condición de presunto exiliado del señor Puigdemont le otorgaba el privilegio de asistir a una ópera, placer que no podían permitirse los excompañeros de gobierno, mientras que el presidente disfrutaba creyendo ver paralelismos entre Alba y Rajoy. La verdad es que una vez más el señor Puigdemont ha buscado y conseguido ruido mediático conduciendo a la opinión pública por caminos que él domina como nadie: el surrealismo.
Una vez más el señor Puigdemont ha buscado y conseguido ruido mediático conduciendo a la opinión pública por caminos que él domina como nadie: el surrealismo
El análisis de la realidad impone hacer varias precisiones. La ópera que inició Gaetano Donizetti es una ópera bastante vulgar que dejó a medias el autor de L'elisir d'amore en 1839 (él murió en 1848) y que terminaría Matteo Salvi no estrenándose hasta marzo de 1882 en el Teatro Apolo de Roma. El libreto en francés era de Eugène Scribe y Charles Duveyrier. La obra se ha representado pocas veces y desde luego no tiene el significado beligerantemente antiespañol que se le ha atribuido coyunturalmente ahora. Por lo pronto, se oculta que esta ópera fue representada en Oviedo en diciembre de 2015 en el Teatro Campoamor con Ángel Ódena como el duque de Alba. La producción corrió, entonces, a cargo de la Ópera Ballet Vlaanderen.
El tema nuclear de la obra es el amor de Amelia, la hija de Egmont, ejecutado por Alba en 1568, con el joven Marcelo. Curiosamente, cuando se estrenó en Oviedo el director de escena Carlos Wagner justificaba la actualidad de la obra refiriéndose a las guerras de Yugoslavia. Decía él: "¿Qué haces y cómo te enfrentas a una guerra y la idea de un enemigo conquistado cuando resulta que estás estrechamente relacionado con él?". El discurso ideológico nada tenía que ver con la perversidad de los españoles en Flandes sino que incidía en la clave de tantas óperas románticas: el choque de los sentimientos familiares con el entorno político.
El discurso ideológico de la obra nada tenía que ver con la perversidad de los españoles en Flandes
Es el mismo caso de la ópera de Verdi sobre Don Carlos. En esta obra Felipe II no es un malvado, es un hombre roto entre las obligaciones que le marcan su condición de padre y las de su condición de rey. Significativamente ni a Donizetti ni a su continuador Salvi les interesaba especialmente el contexto de la política en Flandes. El mismo libreto sirvió para la obra de Verdi sobre las Vísperas Sicilianas, simplemente cambiando a los españoles de 1568 por los franceses de 1282 y a los flamencos por los sicilianos en ese momento histórico. Alba en la obra de Donizetti-Salvi está muy lejos del tirano que representaron los panfletos holandeses durante su mandato de 1567-1573 y después en la obra sobre Egmont de Goethe y tantas otras visiones románticas.
Hace falta desde luego imaginación para trasplantar la problemática catalana actual a la de Flandes en el siglo XVI. La participación catalana en el gobierno de Flandes en este siglo, como en toda la política imperial, es un hecho incuestionable. El gobernador que sucedió a Alba de 1573 a 1576 fue el catalán Luis de Requesens que no renunció a la violencia militar dejando una memoria de su gobierno en Flandes no precisamente feliz como se deduce del famoso motín de 1575. La principal lectura que se puede hacer de la obra de Donizetti-Salvi es lo difícil que es amar en tiempos revueltos.
La obra que deleitó a Puigdemont no me parece un buen referente para sus sueños independentistas
La obra que deleitó a Puigdemont no me parece un buen referente para sus sueños independentistas. Ciertamente en la conducta política de este hay signos de orangismo político copiado de Flandes: el esfuerzo buenista en subrayar, como en la Apología de Guillermo de Orange que "he sido leal hasta que me han obligado a dejar de serlo" y la convicción de que Flandes como Cataluña era un territorio próspero que "perdía" con su vinculación a España.
La verdad es que, como ha demostrado Lieve Behiels, profesora de Gante, los historiadores belgas y holandeses ya no sostienen la visión sobre Alba que durante tantos años propagaron los propios manuales de enseñanza con el duque convertido en un "comeniños". La película La kermesse heroica de Jacques Feyder (1935) hoy es vista como un fósil para cinéfilos aventajados. Ni siquiera actualmente es defendible que el conflicto de los Países Bajos en el siglo XVI fuera una guerra de independencia y que significara el conflicto entre libertad y tiranía. Geoffrey Parker ha diagnosticado que se trató de una guerra civil con fuerte contenido religioso, y larvado mucho antes como demuestran las memorias del protestante burgalés Francisco de Enzinas (1545). El triunfo en cualquier caso del relato flamenco sobre la guerra de Flandes ha sido bien patente hasta el siglo XX y de ello aspira a parasitar nuestro singular exiliado catalán.