Una app para tratar trastornos digestivos, un ensayo clínico contra el cáncer metastásico o unas gafas de realidad virtual para derrotar las fobias. Son algunas de las 12 startups financiadas por Asabys Partners, la gestora fundada y codirigida por Clara Campàs. La firma de capital riesgo que lidera junto a Josep Lluís Sanfeliu está especializada en los proyectos situados en la frontera (cada vez más difusa) entre ciencias de la salud y nuevas tecnologías.
Desde su creación en 2018, Asabys se ha posicionado como un referente en la inversión en empresas científicas en Barcelona. Hablamos con su fundadora sobre el impulso del negocio biotech tras el estallido de la pandemia, y sobre las oportunidades y carencias de la capital catalana para apuntalar este sector. Campàs lo tiene claro: antes que poner el dinero, la Administración debe acompañar y dialogar con la iniciativa privada. Y no siempre lo hace.
--Pregunta: Biofarma, salud digital y tecnologías médicas: en la cartera de Asabys hay proyectos de los tres ámbitos. ¿A qué se debe esta visión integradora?
--Respuesta: Tenemos el convencimiento de que la industria está convergiendo, como vemos cuando grandes farmacéuticas como GSK y Novartis compran compañías de tecnológicas médicas y de salud digital. Esta promiscuidad entre los tres segmentos cada vez es más patente. Pero desde la perspectiva de la práctica clínica todavía es más evidente. En el futuro inmediato, el equipo médico de un paciente de Parkinson, o incluso de una persona con una predisposición especial a sufrirlo, le hará una serie de seguimientos para saber si desarolla la patología. Se harán primero ejercicios en una app para estimular determinadas zonas del cerebro e intentar retrasar al máximo la patología. Si finalmente se acaba produciendo, el equipo médico tendrá herramientas terapéuticas, pero también dispositivos de estimulación cerebral profunda.
Además, el sector salud está enormemente regulado y depende del market acces, de la posibilidad de ser reembolsado por la sanidad pública o privada de cada país. Esto hace que no sea tan diferente que la terapia que uses sea digital, un dispositivo o un medicamento. Además, en el equipo tenemos personas con experiencia invirtiendo en compañías biofarma-biotech y digital-biotech, por eso hablamos de healthtech sin diferenciar entre una y otra.
--Con un abanico de oportunidades tan grande, ¿cómo se llega y cómo se escoge a las startups?
--Recibimos entre cuatro y cinco propuestas de inversión cada semana. Por tanto, desde que arrancamos en otoño de 2018 hemos recibido unas 1.250 oportunidades que encajarían en nuestros criterios de inversión. Buscamos proactivamente estas oportunidades, pero también nos llegan muchas a puerta fría. Normalmente las de fuera de España las vamos a buscar expresamente o bien algún otro inversor nos invita a participar. En las opciones de inversión más locales también buscamos proyectos de investigación en fase inicial. Es el caso de Ona Therapeutics. Leímos los artículos de Salvador Aznar Benitah, investigador del IRB, y lo fuimos a buscar.
--¿Cuesta decir no a un proyecto?
--Sí, cuesta muchísimo. Por eso siempre intentamos ofrecer algo de valor y explicar por qué decimos no a ese proyecto. En ocasiones, se proponen tecnologías que ya están superadas, quizá no por productos que estén en el mercado, pero sí en un desarrollo más avanzado de la competencia. Y también sucede que nuestra capacidad de inversión es limitada y ya tenemos en cartera a 12 compañías.
--¿Cuál es el perfil de las personas que presentan una idea? ¿Son investigadores en fase post-doctoral o emprendedores en busca de un negocio?
--Hay de todo. Por ejemplo, Origo Biopharma, que es nuestra primera desinversión, no surge del entorno académico, sino de la inciativa de Julio Castro, un emprendedor en serie, y GalChimia, una compañía de servicios de química médica. En ocasiones nos puede suceder todo lo contrario, como con Nuage. En este caso había dos investigadores del IRB y uno del Instituto Max Planck (Alemania) que no tenían equipo directivo. De hecho, estamos en pleno proceso de selección de un consejero delegado. Sí que pasó durante muchos años que, cuando el capital riesgo no íbamos a buscar perfiles tan iniciales, recibíamos estudiantes de doctorado que no querían continuar siempre con la carrera científica y querían ser emprendedores. Estos perfiles han dado muy buenos resultados, pero no siempre es lo óptimo.
--Su vehículo de inversión está aliado con Banco Sabadell. ¿Cómo surgió esta colaboración con la entidad?
--De la relación entre mi socio, Josep Lluís Sanfeliu, y Raúl Rodríguez, responsable de Sabadell Venture Capital, que ya habían sido inversores en Ysios. Por su propia actividad inversora, Banc Sabadell invierte en compañías tecnológicas y, en la parte de salud, necesitaban tener un equipo muy especializado. Hablamos con ellos, les comentamos que queríamos lanzar un fondo con esta visión más amplia de juntar biotech con dispositivos y salud digital y nos pusimos de acuerdo. El primer fondo se llama Sabadell Asabys Health Innovation Investments y estamos encantados.
--Una demanda que siempre surge cuando se habla con investigadores y emprendedores: falta que los fondos locales crezcan, que haya más fondos de fondos y más coinversión entre fondos pequeños y actores grandes. ¿Cómo ve esta cuestión?
--Nuestro sector es un poco peculiar ya que las empresas nacen con una visión global. No desarrollas un medicamento para el mercado catalán o el mercado europeo, porque así no salen los números. Piensas en todos los pacientes de la patología en el mundo, por lo que encontrar inversores fuera no es tan difícil. De hecho, espero que en pocos meses veamos a una compañía catalana con cierto factor de madurez cerrando una ronda con capital riesgo extranjero sin que haya capital local. Estoy segura. Pero debe haber más capital privado dinamizando la economía en todos los sectores. Especialmente en Barcelona, que es un hub de innovación en salud. Si no lo hacemos estamos desaprovechando el talento nacido en nuestra casa donde por falta de capital privado las ideas no avanzan al ritmo que podrían hacerlo. Pero esto está cambiando como con la ronda de Ona Therapeutics, que ha levantado 30 millones de euros de forma directa.
--Hablando de financiación, en los recientes presupuestos del Govern para 2022 solo el 0,2% se destinaba a partidas para emprendedores y desarrollo empresarial. A la vista de estos números, ¿entiende y acompaña la Administración a actores como vosotros?
--Los vehículos quizá son distintos. Nosotros tenemos a inversores institucionales como el Instituto Catalán de Finanzas (ICF) o el Ayuntamiento de Barcelona. ¿Es suficiente? No, nos gustaría que fuese mayor. Clásicamente en el ámbito de la investigación una gran parte de la inversión pública viene de Europa. Hay fondos ministeriales o catalanes, pero las empresas buscan las grandes becas a nivel europeo. A la Administración pública lo que le pediría es que ayudase a dinamizar este sector. No es tanto un tema de presupuestos, ya que con la situación económica y financiera actual no es la solución, pero sí de facilitar áreas de interés prioritarias. Que se facilite la creación de nuevas empresas, la mejora de las ventajas fiscales para estas compañías y sus directivos y la fiscalidad de los propios inversores de capital riesgo. Las políticas deben ayudar a incentivar estos procedimientos en vez de bloquearlos.
--Por cierto, el Gobierno aprobó recientemente el anteproyecto de ley de startups. ¿Qué le parecería una ley catalana de startups?
--Sería muy interesante. Demostraría el apoyo al sector y, si ya no dependiese de una legislatura, sería fantástico.
--Respecto a la marca Barcelona: ¿ha perdido potencia o sigue en plena forma?
--La marca Barcelona es brutal y no ha perdido potencia. Quizá ahora el diálogo entre la Barcelona pública y la Barcelona privada no parece que vayan tanto de la mano. Hay una cierta desconexión entre la iniciativa privada, los fondos de inversión, las startups, la tecnología, y el Ayuntamiento. Aún así el Ayuntamiento ha invertido en fondos de capital riesgo como Asabys y en dar apoyo al booster del Parc Científic. Diría que hay áreas de mejora en la alineación entre el sector público y el sector privado. Cuando la Administración no se siente cómodo yendo de la mano del sector privado perdemos potencia todos ya que juntos somos más fuertes.
--La inversión en startups biomédicas ha experimentado un boom durante la pandemia. ¿A medida qué remita el virus irá a la baja este interés inversor?
--Hay dos aspectos. Por un lado, la situación económica previa al Covid y durante el Covid ha cambiado la situación financiera. Antes te pagaban por tener dinero en el banco, y ahora te cobran. El capital privado se está yendo cada vez más hacia inversiones alternativas para tener una rentabilidad apropiada. Otro aspecto es el sectorial. Cuando hacíamos fund raising entre las generaciones más jovenes de las familias, nos decían que solo invertían en fondos de impacto y no incluían la salud. El Covid ha traído una ola de concienciación sobre la importancia de la salud. Además, el hecho de tener ciclos independientes vuelve nuestro sector resistente a los ciclos económicos. Así que 2022 será un buen año y seguiremos viendo nuevas rondas y follow on de rondas previas.
--Se nos dice que las mujeres son menos agresivas y más negociadoras que los hombres, y que estas aptitudes no casan con el mundo empresarial. Qué debe cambiar: ¿las empresas o las mujeres?
--Debe cambiar el mundo empresarial y ya está cambiando. Cuando se tiene un equipo directivo diversificado, no solo en mujeres y hombres, sino en temas culturales y formativos, las compañías van mejor. Sobre todo porque para ser competitivos no se puede tener un macho alfa, porque como se equivoque todo se echa a perder. No se trata tampoco de hacer de todo una asamblea, pero cuando se tiene un equipo con visiones diferentes y complementarias el proyecto es más sostenible en el tiempo porque se puede pensar a largo plazo. Las opiniones consensuadas siempre serán mejores que las visiones únicas, lo cual quizá sea una visión más masculina.