¿Les suena el nombre de Ángela Ruiz Robles? ¿Y el de Matilda Joslyn Gage? ¿O el de Rosalind Franklin, Lise Meitner, Katherine Johnson, María Andresa Casamayor, Hedy Lamarr, Grace Murray Hopper, Lynn Margulis y Mary Leakey? Seguramente no. Son los nombres de algunas de las científicas que integran una formidable y desconocida lista muy extensa, tanto, que parece no tener fin. A todas ellas les debemos una justa reparación.
Tecleen sus nombres en cualquier buscador. Descubrirán que por ejemplo Ángela Ruiz Robles (1895-1975) fue la precursora del libro electrónico; Katherine Johnson (1918-2020) elaboró los cálculos que permitieron establecer la trayectoria precisa para el Proyecto Mercury así como para el vuelo del Apolo 11 a la Luna; Dorothy Crowfoot (1910-1994) desveló la estructura tridimensional de importantes biomoléculas como el colesterol o la penicilina; Grace Murray Hopper (1906-1992) fue la responsable del primer compilador y del lenguaje COBOL; Hedy Lamarr (1914-2000), la famosa estrella de cine austriaca, inventó el sistema de comunicaciones conocido como “técnica de transmisión en el espectro ensanchado”, por el cual funcionan las tecnologías electrónicas actuales o que Rosalind Franklin (1920-1958) descubrió la estructura del ADN gracias a su famosa “fotografía 51”.
Fue Matilda Joslyn Gage (1826-1898), activista estadounidense por los derechos de la mujer, la primera que denunció esta situación que ha desterrado al olvido, de manera sistemática, a tantas y tantas mentes brillantes. Como reconocimiento a su figura la Asociación de Mujeres Investigadores y Tecnólogas, en sus siglas AMIT, ha puesto en marcha la iniciativa #NoMoreMatildas. Su finalidad, reivindicar los logros de las mujeres en la ciencia así como consolidar su, más que justificada, presencia en los libros de textos escolares que actualmente apenas llega a un 7,6%.
¿Es la ciencia una cuestión de género?
Como toque de atención, sus promotoras nos plantean esta cuestión: ¿Qué hubiera pasado si Einstein hubiera nacido mujer? Pues que seguramente “su apellido apenas nos sonaría hoy. Y es que los méritos de sus descubrimientos se los habría llevado algún compañero de investigación o incluso su marido”. Esta coyuntura, que ha condenado al ostracismo los valiosos hallazgos de extraordinarias científicas, es conocida como “efecto Matilda”. Recuperar el inmenso legado de estas excepcionales mujeres debe ser una prioridad.
Para Carmen Fenoll, Presidenta de AMIT, “ hay muchos motivos que explican esta invisibilidad. Uno muy evidente es la dificultad (llegando a la prohibición en muchos casos) que las mujeres han encontrado durante siglos para acceder a la educación normal”, y añade, “la consecuencia inmediata de esta falta de imágenes de mujeres en la historia de la ciencia es que hace que otras mujeres (y las niñas y jóvenes) perciban que la ciencia es cosa de hombres.”
Esta falta de referentes femeninos, como consecuencia de una estrategia perversamente elaborada y mantenida durante siglos, ha calado hondo en nuestra sociedad. En la mayoría de los casos sus éxitos, sean de la disciplina que sean, no aparecen reflejados como se merecen. Y en otras muchas ocasiones cuando se muestran lo hacen en los suplementos “femeninos” o incluso en las secciones de lifestyle, un hecho que no ocurre con sus homólogos masculinos a los que siempre se les garantizada un lugar destacado.
Carmen Fenoll denuncia que el efecto Matilda “ha supuesto un desperdicio de talento que es imposible medir pero que está ahí”. Y aunque los tiempos han cambiado aún estamos lejos de lograr una igualdad efectiva. Todavía persisten numerosos sesgos fuertemente arraigados “que nos hacen pensar que la feliz idea, la contribución genial, la ha hecho un hombre, mientras que las mujeres del equipo solo contribuyen con su duro trabajo. Si no conseguimos zafarnos de estos estereotipos, que todos y todas tenemos todavía, nunca conseguiremos que la igualdad de las científicas y los científicos sea un hecho”, apunta Fenoll.
Conocer y promulgar este valioso legado e impulsar medidas efectivas, que eviten la discriminación por género en cualquier ámbito, es una tarea fundamental para acabar definitivamente con el efecto Matilda.
Cómo ha cambiado el cuento
Las responsables de esta iniciativa nos invitan a reflexionar mediante tres breves cuentos que narran cómo hubiera transcurrido la vida de Alexander Fleming, Albert Einstein y Erwin Schrödinger si hubieran sido mujeres. Un oportuno giro en la línea argumental de la historia que evidencia la magnitud del problema. Su lectura nos confirma, por si quedaba alguna duda, que lamentablemente la reputación sí entiende de sexos y que, aunque afortunadamente hemos avanzado mucho desmontando este discurso dominante, aún queda mucho por hacer.
Ángeles Caso, Carmen Chaparro y Adela Muñoz Páez (Catedrática de Química Inorgánica y presidenta de AMIT-Andalucía) prologan estos textos firmados por Nöel Lang y con ilustraciones de Rodrigo García Llorca. Los cuentos no se comercializan pero se pueden descargar gratuitamente en su página web www.nomorematildas.com.
El próximo 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Garantizar su plena participación en el campo científico y tecnológico sigue siendo una asignatura pendiente. Sus logros no pueden ser menospreciados, merecen exactamente el mismo reconocimiento que el de sus compañeros. Educar en derechos, deberes e igualdad, desde el entorno más cotidiano, resulta imprescindible para avanzar hacia un futuro que se presenta plagado de incertidumbre y también de grandes retos.