Las nuevas tecnologías nos acercan, las redes sociales permiten que compartamos nuestra intimidad con los nuestros, nos conecta, nos une. La realidad virtual es una extensión de la real, un mundo donde todo es posible, es la democratización de la opinión. Cualquiera puede informarse a cualquier hora, entretenerse en segundos. Puedes comprar y vender online, consumir a todas horas contenido, productos y servicios, según tus posibilidades (y el deseo es capaz de ampliarlas, aunque no sean muchas). Un sueño hecho realidad. ¿Pero es todo tan bello como promete? Sabemos que no. La novela de Verónica Nieto forma un universo que lleva al límite los preceptos de la llamada posmodernidad, y más que un sueño, plantea una verdadera pesadilla.
En el futuro distópico de Psicojuego, obra editada por Malpaso, las personas pueden almacenar sus sueños y enviárselos unos a otros gracias a unos chips injertados en sus cerebros. Es una práctica tan normalizada como la de colgar stories en redes sociales. La novedad es una aplicación llamada Psicojuego: mitad terapia psicológica, mitad videojuego, el dispositivo realiza una copia del inconsciente para crear una aventura gráfica con la propia psique del jugador como escenario.
Todo un logro científico que arroja algo de luz sobre el abismo del inconsciente. Sin embargo, la fiabilidad del psicojuego se pone en duda en la fase de prueba, cuando ocurre lo imposible: la muerte de una jugadora en la realidad virtual coincide con su muerte en la realidad real.
Ambientada en la posmodernidad
Psicojuego es una narración caótica que mezcla entrevistas, declaraciones, informes, también varios estilos, un compendio de relatos unidos entre sí como el Frankenstein de Mary Shelley. Pero a pesar de lo caótica que sea su composición, es una novela absorbente que propone un escenario futurible, un presagio sobre los efectos secundarios de la tecnología y el capitalismo exacerbado que demuestra la capacidad de análisis de Verónica Nieto sobre los tiempos que corren.
Una novela del género de anticipación que también es un thriller. Su trama circula alrededor de la resolución de la misteriosa muerte de la jugadora. Varios son los interesados en conocer los motivos de su fallecimiento: su familia, sus amigos, su amante, son entrevistados por investigadores de un enigmático Instituto. Estos solo están interesados en objetivos, y les sorprende cuando las personas a quiénes entrevistan confiesan emociones, sufren, se muestran vulnerables. Parece un futuro distópico en el que los sentimientos son de mal gusto e incluso, un fenómeno sorprendente, antiguo, inservible.
La incógnita se desgrana en una serie de informes compilados por los narradores, individuos sin nombre, con una voz robótica que no afirma ni desmiente, y que dudan de su propia descripción de los hechos diciendo una y otra vez “entiéndase esto como se entienda”.
Homo postsapiens
El relativismo es una de las constantes en la moralidad de los personajes creados por Nieto. Se suele decir que la falta de certezas es una de las claves de la posmodernidad, el sistema de creencias vigente hoy en día, así como el subjetivismo, la falta de perspectivas, el pesimismo, el amor líquido, y la falta de vínculos reales entre las personas. Estamos cansados de oír que en nuestra sociedad individualista, el egoísmo, la falta de empatía, la falta de sensibilidad, el aumento de los trastornos psicológicos… son signos poco halagüeños de nuestro devenir como humanidad.
En el mundo imaginado de Psicojuego, esta es la normalidad indiscutible. La “posthumanidad” es menos humana que nunca. Es habitual leer a sus personajes diciendo que “no tienen tiempo”, que “están muy ocupados” (incluso cuando se trata de averiguar quién asesinó a su amiga o a su hermana). Transcurrida una parte de la lectura, queda claro que son personas adictas al trabajo, que están obsesionadas con la productividad, no valoran el esfuerzo y tienen un gran déficit emocional. Nieto articula de forma brillante el discurso de sus personajes, consiguiendo que a pesar de su superficialidad, no sea difícil empatizar con su necesidad de contacto, de cariño, de amor.
Porque el amor es un fenómeno extraño en Psicojuego, descrito como “incorporar la conciencia de uno en la del otro”. ¿Podemos llegar a imaginar un momento en el que se entienda así el más universal de los sentimientos?
Es el extremo del egoísmo, de la falta de vínculos. Es una advertencia que en ningún momento formula Nieto como tal, a excepción de la voz de algún personaje, como el de la madre, en la que se puede vislumbrar la propia opinión de la autora al respecto.
Un salto evolutivo al vacío
Realidad virtual y realidad real se difuminan, lo real pierde atractivo en favor de una virtualidad que satisface el deseo, asegura el placer y evita el sufrimiento: “las formas no presenciales de relacionarse, lo que nosotros llamamos “atrofia de las emociones” (...). Hoy en día apenas se permite sufrir. Tampoco amar. (...) Es cierto que se creía que todo esto beneficiaría a la sociedad, como una especie de evolución del ser humano”.
Satisfacer el deseo a toda costa también implica permitir todo tipo de fantasías y perversiones, sin censuras. Nieto no escatima en adjetivos a la hora de describir cómo sucede esto en el Psicojuego: el objetivo es mezclarse para tener más probabilidades de sobrevivir, con todo tipo de avatares, y mezclarse en el sentido más “humano” de la palabra. Las experiencias de unión son de todo tipo, hasta el punto de crear híbridos entre plantas, animales y humanos (“hembra-colibrí-reptil”). El Homo sapiens es aburrido, lo normal son las prótesis y los cíborgs.
Como el superhombre de Nietzsche, el posthumano es un ser evolucionado, y todo lo que suponga su mejora es bienvenido (¿la idea misma del progreso justificada a través de la ciencia, del darwinismo?). Esta es la idea que vertebra el psicojuego y que domina las vidas de sus jugadores, que se niegan a actuar guiados por otra cosa que no sea la razón, en el sentido más práctico y cruel de esta.
Entre las diferentes voces, descripciones alocadas de sueños y fantasías de todo tipo (con filias y fobias al estilo de Freud), la autora de Psicojuego expresa su temor a que la humanidad olvide que tiene corazón. Lo hace a través de una protagonista muda, la jugadora, la única que demuestra tenerlo (“pertenece a otra generación”, “está chapada a la antigua”, dicen los personajes de ella). No es casualidad que acabe por desaparecer en un mundo tan despiadado.
Otra de las denuncias que hace Nieto a través de esta distopía toca el mundo del porno, sus efectos y sus límites. Porque a lo largo de la novela se descubre que el psicojuego es machista. Reproduce conductas denigrantes y abusivas contra la mujer, sacadas de la peor clase de pornografía.
“Creo fervientemente que la erótica del poder ha de tener un límite”, reflexiona uno de los personajes. “Lo que quiero decir es que también se han de ofrecer modelos respetuosos y en lo posible volverlos deseables (...). Sé que lo que voy a decirle parece un poco rebuscado, pero tal vez habría que convertir lo respetuoso en algo muy difícil de conseguir".
La respuesta a esta reflexión habla por sí sola: "Más que rebuscado, me parece naif".