Dejó su trabajo en el Centro de Investigaciones Ciemat hace ya quince años para dedicarse a escribir para los más jóvenes. En 2003 publicó su primer libro, Marta y el hada Margarita; por entonces, todavía compatibilizaba su trabajo con física con la escritura, pero en 2009 decidió apostarlo todo a su verdadera vocación. No se equivocó en su elección. Cuarenta títulos publicados, distintos galardones, entre los que cabe destacar el Cervantes chico, que le fue otorgado en 2018. El jurado, en su momento, la definió como "un valor consolidado en el panorama de las letras entre los más jóvenes, por su extraordinaria calidad literaria, sus novelas forman parte de la alta literatura, su potencia narrativa, su prosa es referente en la literatura infantil y juvenil”. Cinco años más tarde, Rodríguez es reconocida con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Umiko (Diego Pun Ediciones), una novela que nos traslada hasta Japón y en la que una adolescente se interroga sobre su futuro, dudando si seguir los pasos de las mujeres de su familia, todas ellas amas (buceadoras). El océano la llama, pero el trabajo de las amas, exclusivamente femenino, es duro y sacrificado; un oficio ancestral que ya apenas nadie quiere ejercer. ¿Es ella una excepción?
Si le hubieran dicho en 2003, cuando publicó su primer libro , que terminaría ganando el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil…
No me lo hubiera creído. Tampoco me lo hubiera creído en 2009, cuando dejé mi trabajo como física para dedicarme a escribir. He superado las expectativas. En un principio, iba a dedicarme solo dos años a la escritura y llevo ya quince. El Premio Nacional es la guinda.
¿Tiene la impresión de que Umiko es el libro más importante que ha escrito?
Diría que no. He escrito muchos libros a lo largo de estos quince años; en cada uno de ellos he indagado en realidades distintas y son muchos los que tienen elementos de mi infancia o de mi juventud. Es cierto en Umiko hay elementos muy próximos a mí, sobre todo, a mi adolescencia, pero no diría que es el libro más importante que haya escrito.
¿Cómo surgió esta historia que nos lleva hasta Japón?
Nace de una propuesta de Daniel Piqueras Fisk, el ilustrador. Él quería hacer un libro sobre las amas, las buceadoras japonesas. Yo desconocía su existencia. No sabía quiénes eran, así que le pedí que me diera un poco de tiempo para indagar. Empecé a ver documentales y a leer sobre sobre las buceadoras japonesas y me fascinó su historia. Hablamos de unas mujeres que se dedican a un oficio ancestral que pasa de madres a hijas. Un oficio muy duro que, hoy en día, muchas niñas no quieren realizar: no quieren pasarse cinco o seis horas en el océano pacífico bajando a grandes profundidades sin bombonas para recolectar perlas.
Actualmente, las amas suelen ser mujeres mayores, de 70 años o más. Recuerdo que en uno de los documentales que vi aparecía una ama ya muy mayor con cincuenta años de oficio a sus espaldas que decía que el océano es el mundo de las mujeres y que solo allá abajo, en el fondo del océano y rodeada de silencio, ella se daba cuenta de quién era. Esta frase inspiró todo el libro. Al escucharla supe que en había una historia por contar. Así surgió el libro, que no se entiende sin la ilustración. Daniel Piquera Fiske merece también este premio.
Umiko es un libro sobre la adolescencia y sobre la no comprensión de los adultos
Sí, la protagonista se pregunta qué quiere ser. Al principio rechaza la posibilidad de ser ama. Sin embargo, poco a poco, todo lo que vive la lleva hasta ese oficio ancestral y, por tanto, a aceptar quién es y a buscarse en el océano, como sus antepasadas.
Es una reivindicación de unas mujeres, de su oficio y de su peso cultural.
Escribo mucho de mujeres. Ante todo, porque, obviamente, soy feminista; es de sentido común buscar la igualdad entre el hombre y la mujer. Además escribo sobre mujeres porque han sido invisibilizadas de manera secular. Y escribo sobre mujeres, porque soy mujer, es una realidad que conozco, es mi realidad. Dicho esto, también tengo libros cuyos protagonistas son chicos, adolescentes y niños. Pero bueno, me gusta mucho escribir desde quien fui yo como adolescente, de ahí que la protagonista de esta novela sea una adolescente que, a pesar de vivir en un contexto y una cultura muy distintas a la mía, la japonesa, tiene mucho de la adolescente que fui.
¿Tiene la impresión de que la conciencia feminista ha impregnado los libros para los más pequeños?
Sin duda. Es algo positivo, aunque también hay un componente peligroso. Me explico: se corre el riesgo de que se termine escribiendo para algo, es decir, que se escriba pensando en el para qué y no tanto pensando en la propia escritura o en su destinatario. Dejando de lado este peligro, lo ciento es que la literatura infantil y juvenil es y debe ser una vía de acceso al conocimiento de lo desconocido y algunos de estos libros cumplen este objetivo. Para mí, la literatura es una puerta hacia otras vidas. Más allá de si se narra una vida real o se trata de una ficción, a través de la literatura uno es capaz de salir de sí mismo y de meterse en la cabeza y en el corazón de otros personajes para mirar el mundo con otros ojos. Este es uno de los potenciales que tiene la literatura.
¿Debe entenderse como algo más que mero entretenimiento?
Sin duda. La literatura, pero no solo la infantil o juvenil, sino toda tiene que ir más allá. Obviamente, tiene que entretener, pero no solo esto: tiene también que emocionarnos, hacernos reflexionar, romper con nuestros esquemas y hacernos salir de ellos para emprender nuevos caminos, hacia fuera y hacia dentro, porque al final a través de la literatura no solo conocemos lo que está afuera, sino que nos conocemos mejor a nosotros mismos.
¿Desde la literatura juvenil e infantil se pueden abordar todos los temas?
Sí, aunque de manera distinta para que llegue a los lectores. En la literatura, independientemente del tipo de lectores, cabe también la muerte y el dolor. Debe contener la vida con todas sus caras.
¿Hay también un compromiso, no sé si llamarlo político, a la hora de narrar el mundo en su totalidad? Lo pregunto teniendo presente los libros en los que aborda la experiencia migratoria.
La migración es un tema muy presente y que me preocupa. Lo más interesante a la hora de escribir para niños sobre lo que supone la experiencia de emigrar a otro país es escuchar sus comentarios, ver cómo los pequeños lectores afrontan este tema. Muchas veces, cuando voy a colegios y los escucho, pienso que en mi lugar deberían estar los políticos; son ellos quienes deberían escuchar los comentarios y las ideas de los niños, que hablan sin marcar diferencias entre ellos y el otro. Ttienen asumido mucho más que los adultos el principio de igualdad. Es cierto que a veces te encuentras con algún comentario discrepante, resultado de la educación que se recibe y de los discursos que se escuchan, pero, en líneas generales, los niños son más empáticos que los adultos.
Quería preguntarle, al respecto, sobre Arena y agua, un libro que habla de la realidad de los niños saharauis a través de sus propios relatos. ¿El niño no solo es lector, sino también es un potencial escritor?
Arena y agua es un libro escrito junto a niños españoles y saharauis cuyos beneficios van destinados al proyecto Bubisher, cuyo objetivo es la construcción de bibliotecas y bibliobuses en los campos de refugiados. Este libro nació gracias a escritores como Gonzalo Moure, que es a quien le debo todo en mi escritura, o Ricardo Gómez, con quienes partiremos para ir nuevamente al Sahara para tratar de que los niños y adolescentes de los campos de refugiados escriban sus historias. Y este es un gesto importante no solo para estos chavales, sino para cualquiera, en el sentido en que es muy importante fomentar la lectura, pero también habría que fomentar la escritura. Ambas se dan la mano, no solo porque a escribir se aprende leyendo, sino porque en la lectura se encuentran esas historias que uno querría escribir. Cuando se tiene la necesidad de escribir pero no se consigue hacerlo, uno acude a la lectura. Y esto se debe a que se fomenta poco la escritura. En los colegios se hacen redacciones que, posteriormente, se evalúan y a las que se les pone nota, pero el fomento de la escritura debe hacerse desde otro lugar. En estos años he participado en un proyecto de la Fundación SM y la Asociación 'Escribir como Lectores' que tiene como objetivo hacer escribir a los chavales, pero hacerlos escribir por placer, sin estar pendientes de evaluaciones o notas. Al repasar sus textos te das cuenta del enorme progreso que hacen, de cómo sus textos van evolucionando a la medida que escriben más.
A priori diría que no hay nada más difícil que escribir para los más pequeños. ¿Es realmente así?
Escribir para los más pequeños es lo más difícil que hay y, de hecho, yo no tengo libros para edades muy tempranas o para aquellos que todavía no saben leer. Los lectores más jóvenes a los que me dirijo son ya niños que comienzan a leer solos. Si me preguntas por mis preferencias, te diré que mis lectores están entre los diez y los doce años. Es una franja de edad que me gusta mucho, porque todavía son niños, tienen esa mirada asombrada ante el mundo, pero, al mismo tiempo, cuentan ya con una capacidad desarrollada para razonar y en ellos empieza a notarse esa pasión propia de los adolescentes. La mayor parte de mis libros apelan a este tipo de lectores; a veces, es cierto que he puesto el foco en edades más tempranas y, a veces, en edades más adultas, pero casi siempre me muevo en esta franja de edad.
Usted ha sido reconocida con muchos premios, entre los cuales está, además del Premio Nacional, el Cervantes Chico. ¿Cree que la literatura infantil y juvenil está infravalorada o que no cuenta la repercusión que merecería?
Sí, es un hecho que la infantil y juvenil es una literatura poco considerada, pero creo que están comenzando a cambiar las cosas. Los que nos dedicamos a este tipo de literatura hace ya tiempo que reclamamos mayor visibilidad, pero no para nosotros, sino para los libros, que son lo que realmente importan. Lo relevante no es el autor, sino sus obras. Poco a poco se está consiguiendo que se preste más atención a la literatura que escribimos. Y esto es esencial: tenemos que ser conscientes que es imprescindible que los niños y los jóvenes lean cosas de calidad, crezcan con libros que sean literatura. En las librerías encuentras de todo, tanto para niños como para adultos, y es esencial darles a estos primeros lectores buenos libros, buena literatura. Si los niños y los jóvenes no leen literatura de calidad, ¿qué escritores tendremos en el futuro?
¿Cuáles fueron las lecturas que la convirtieron en escritora?
De niña leí principalmente Ennis Blyton y Agatha Christie. Lo leí todo de ellas. En casa mi madre también tenía Guillermo el Travieso. Luego, estaba la biblioteca de mi abuelo, donde descubrí Lorca. Tenía diez u once años cuando comencé a leerlo. No lo entendía todo, pero me fascinaba. En aquella biblioteca descubrí la poesía. Con catorce y quince años leía mucha y poco después empecé a escribir mis primeros versos. Durante mucho tiempo he escrito poesía, pero reconozco que no soy una gran poeta. Intento insuflar mis textos de poesía. Parafraseando a Lorca, al escribir intento encontrar esas dos palabras que nunca van juntas, pero que al juntarlas producen un misterio.
¿En la literatura infantil y juvenil tan importante es la trama como el estilo?
La buena literatura infantil y juvenil es aquella que tiene vocación de estilo y persigue la belleza, la emoción y la profundidad… El estilo es importantísimo. No es lo mismo una historia contada con un lenguaje que busca ir más allá que contada con otro poco elaborado. El estilo te lleva por distintos caminos, abriendo abismos…Reivindico la buena literatura infantil y juvenil: solo los buenos libro te llevan a otros buenos libros. Solo con buena literatura el niño o el adolescente irá subiendo peldaños hacia lecturas cada vez más complejas y hondas. Y si hablamos de buena literatura quiero reivindicar a Juan Farias, autor bastante olvidado, pero que es uno de los autores más capaces de contar a los más jóvenes la emoción desde las cosas sencillas de la vida.
¿Qué autores contemporáneos recomendaría?
Hay muchos buenos autores. Te citaría a Pedro Mañas, Gonzalo Moure, Ricardo Gómez, Alfredo Gómez Cerdá… También a Rosa Huerta, Sandra Colea, Paloma González Rubio, Begoña Oro o David Fernández Cifres. Sé que me dejo alguno. Mencionaría a todos los autores que participaron en el libro colectivo Aurora. Todos son imprescindibles hoy en día en el panorama de la literatura infantil y juvenil.