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Periodista y escritor, Paco Cerdà relata en Presentes (Alfaguara) los once días que duró el cortejo fúnebre de José Antonio Primo de Rivera y que permitieron construir un mito sobre la figua del fundador de Falange, convertido en mártir y héroe de la Guerra Civil. Después de El peón y de 14 de abril, sus dos primeras obras, y tras dos años de documentación, Cerdà reconstruye el recorrido del cortejo a lo largo de 467 kilómetros y narra el choque entre dos memorias, la que el régimen construía y otra oculta. Es la historia de las dos Españas, un país misérrimo con fusilados y presos, maestros depurados y rabajadores forzados, exiliados internos en campos de concentración. Y también la España que, entre fastos y boatos, con brazos enhiestos y retórica, se impone no solo políticamente, sino también estética y discursivamente. 

El peón, una novela construida a partir de los movimientos del ajedrez, giraba en torno a un peón antifranquista. 14 de abril es una novela que tiene lugar el día de la proclamación de la Segunda República. Ahora en Presentes narra los once días del traslado y sepultura del cuerpo de Primo de Rivera. ¿Podemos hablar de un proyecto narrativo?

No sé si hablar de un verdadero proyecto literario, pero todo responde a una voluntad de detenerme en la historia y traerla hasta el presente, es decir, de la memoria, que no es otra cosa que el pasado visto a la luz del presente. En cuanto a los episodios narrados, efectivamente, estos cuentan nuestro siglo XX y reverberan en el XXI, pero además los tres se centran en esos peones: sujetos olvidados de la historia, los peones antifranquistas dialogan con los peones que mueren para poder proclamar la Segunda República y con todos esos peones que sufren la represión por sus ideales.

Paco Cerdà SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

¿En el caso de Primo de Rivera, el traslado de su cuerpo puede juzgarse como el proceso de construcción de un mito? 

Está muy bien que te acerques al libro por ese ángulo de observación, porque justamente lo que más me interesaba a la hora de escribir era observar cómo un sujeto tiene más peso una vez muerto que vivo. Quería indagar en cómo Primo de Rivera termina por ser erigido como una figura mítica e, incluso más, como un sujeto con dotes sobrehumanas, habiendo tenido una trayectoria vital muy corta -fue fusilado con solo 33 años- y  poco apoyo popular -en las últimas elecciones, obtuvo tan solo el apoyo del 0,4% del electorado–. Es cierto que él fue el pionero del fascismo en España, pero su trayectoria dista mucho de la de Mussolini, que estuvo 21 años al frente del partido fascista y gobernó Italia; o de Hitler, que lideró el partido nazi 24 años y fue führer.

Primo de Rivera solo estuvo tres años al frente de Falange. Sin embargo, tras su muerte, el franquismo lo convierte en un mito. Para entender este proceso de glorificación no podemos obviar a todos los peones muertos. En cierta manera, Primo de Rivera es la otra cara de la moneda: él también un peón, pero sirve al franquismo, que necesita a una víctima de la Guerra Civil con la que reivindicar su ofensiva. Y hablo de peón y de víctima, porque, si bien nos pueden separar kilómetros siderales de distancia respecto a su pensamiento, a su práctica o a su figura, Primo de Rivera no deja de ser un joven muerto durante la Guerra Civil, fusilado con tan solo 33 años. Fue ejecutado al cabo de cuatro meses de comenzar la Guerra Civil. 

Decía antes que Primo de Riversa sirvió al franquismo

Sí, les sirvió como mito, si bien el franquismo prescindió del programa ideológico inicial de Falange y de José Antonio. 

Usted le define como una figura compleja.

Lo era, y mucho. Cuando leo a Scurati y veo cómo se ha enfrentado a Mussolini me doy cuenta de que es importante mirar de frente a nuestros monstruos. No es un término, el de monstruo, que me guste mucho, pero lo que quiero decir es que tenemos que mirar de cara nuestros traumas y nuestro pasado. En cuanto a José Antonio, era un intelectual y consciente del papel del lenguaje, del relato. Ese conocimiento fue luego utilizado por los otros, pero fue el primero que en España se dio cuenta de que el relato se construye a través del lenguaje. Falange era un partido político con un programa claro –denuncia la democracia, cuestiona el papel de la política, reivindica la antipolítica y el uso de la violencia– pero era algo más que un partido. Ante todo era un relato construido por las numerosas plumas de la corte literaria de José Antonio y por su propia pluma, talentosa, eficiente, efectista e incluso cínica. Lo que quiero decir es que el relato jugó un papel capital en la construcción del pensamiento de José Antonio y de ese proyecto político y personal que fue Falange. Y lo fue porque, como él mismo dice, valía más la ilusión que la realidad. El relato estaba al servicio de construir esta realidad.

'Presentes' ALFAGUARA

Imagino que José Antonio era también consciente de los escritores que escribían desde las antípodas ideológicas y que también construían un relato.

En cierta manera lo respetaba. Lo que José Antonio no respetaba en absoluto era el desprecio por la intelectualidad y por la literatura. Por eso estaba tan lejos del mundo de Franco, que era un militar, con orígenes e inquietudes distintos a los suyos. Franco era muy posibilista, un adicto a la realpolitik, alguien que quería adaptarse: es decir, alguien que sabía qué paso pedía cada baile. Por esto, y para desgracia de este país, pudo resistir casi 40 años como dictador. No hubiera sido posible con una persona con la personalidad apasionada, maximalista y radical, en el sentido etimológico de la palabra, de ir a la raíz de las cosas, como era Primo de Rivera. 

Hablando de lenguaje, usted envuelve su escritura con esa prosodia. Escuchamos esas palabras, esos circunloquios, esa retórica sin mediación.

Este era, de hecho, el objetivo. Si no conseguía que reverberara la prosa que envolvía ese cortejo, esa prosa ditirámbica, rimbombante, barroca y con unos ribetes épicos descomunales, no conseguía alcanzar dos de las metas del libro: la primera era acercarse a lo que significó ese cortejo, que no ha tenido un paralelismo en toda nuestra historia y que fue algo inverosímil. La segunda meta y, para alcanzarla era imprescindible ese acercamiento casi directo y sin profilaxis al ceremonial y a la plástica fascista que rodeó todo el cortejo, era mostrar la distancia sideral entre la España mostrada y la España oculta,entre el fasto fascista y ese calidoscopio de represión y de resistencia que el régimen se esforzaba por invisibilizar. El principal propósito de este libro era mostrar qué estaba pasando en el plano de lo visible, como si fuera la caverna de Platón y, al mismo tiempo, qué estaba sucediendo en esos entresijos de la represión y la resistencia durante esos mismos once días. 

Paco Cerdà SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Para mostrar esta contradicción entre el país que se mostraba y el país que se ocultaba necesitó –imagino– mucha documentación no solo de los hechos oficiales, sino de historias anónimas.

El quebradero de cabeza más grande a la hora de pensar y escribir el libro me lo dio buscar documentación de esos días e historias, algo nada fácil, que tuvieron lugar a lo largo de esos días. Esta documentación era imprescindible para describir la España real, de zurcidos a domicilio o de la mujer nodriza que se ofrece para criar los hijos de otros y, por otro lado, la España construida con una palabra que era delirante y que se alineaba con el eje Roma-Berlín durante la Segunda Guerra Mundial. 

Sorprende esta dificultad de encontrar documentación cuando, según cifras que usted mismo ha dado, hablamos de 90.000 trabajadores forzados, 100.000 fusilados, 260.000 presos…

Una cosa es que aparezca un nombre en un archivo o que hallemos documentación sobre un determinado caso y otra cosa es que este caso y este nombre tengan piel, tengan potencia narrativa y literaria. La diferencia entre un ensayo de historia y la no ficción literaria que practico es que no intento explicar el mundo, sino contar unas vidas que por ellas mismas narran una época. Sin la fuerza literaria de los detalles este sería un libro de historia, pero mi propósito no era sino el de, una vez conseguida la máxima documentación posible, trasladársela al lector de una forma que le emocione. Quería que el lector se acercara a ese tajo de la historia de la manera más humana posible.

'El peón' PEPITAS DE CALABAZA

¿Presentes se construye sobre dos distintos niveles de la historia?

La historia mayúscula y la minúscula, poniendo el foco, por un lado, en las vidas, no diría anónimas, porque tienen nombres y rostros, sino desconocidas y, por otro, en las vidas de gente conocida, puesto que estas dotan al lector de un asidero durante la lectura. En Presentes aparecen Miguel Hernández, Miguel de Molina o Elena Fortún, cuyas figuras conocía antes, pero lo que no supe hasta comenzar a investigar es que a lo largo de esos once días vivieron hechos determinantes. En la hemeroteca del diario ABC descubrí que en esos mismos días Miguel de Molina reapareció en el Teatro Pavón. ¿Por qué se hablaba de reaparición? Por Iberlibro conseguí sus memorias y descubrí que pocos días antes de estrenar en el Pavón le habían dado una paliza “por rojo y por maricón”. Él decidió hacer frente al miedo y reaparecer en público.

¿Este hecho lo incorpora en Presentes porque tuvo lugar durante esos once días de cortejo?

Efectivamente, si hubiera pasado en otro momento hubiera quedado fuera del libro. Mis libros tienen algo de laberinto oulipiano: me pongo unas líneas muy férreas para ver si consigo moverme entre ellas y, por el momento, creo que lo estoy consiguiendo.

Además de la oposición entre figuras conocidas y vidas desconocidas aparece la oposición entre las víctimas de los que ganaron la guerra y aquellos que, estando en el lado de los vencedores, también fueron víctimas : el cura asesinado, el alcalde Perico Corneta…

Sí, Perico escribió su nombre en sus calzoncillos porque sabía que lo iban a fusilar y, de esta manera, reconocerían su cuerpo. No podía narrar todos los casos, pero me interesaba su historia: un vencedor de la guerra que, sin embargo, termina fusilado en esos días. Mi propósito era el de ofrecer una estampa lo más completa posible de la España de otoño de 1939. Y hubiera quedado coja sin esos vencedores de las guerra que estaban también sufriendo la destrucción que había originado el conflicto. Intento evitar los maniqueísmos, porque creo que son empobrecedores y no definen ni mi personalidad ni mi mirada sobre el mundo. Un muerto es un muerto y no voy a hacer escalas de muertos. Dicho esto, no quiero en absoluto caer en la equidistancia poniendo un bando junto al otro, cosa que, además, sería falsa. No solo no había dos bandos, sino que había muchos unos y muchos otros. Todo ejercicio de reduccionismo es empobrecedor.

'14 de abril' LIBROS DEL ASTEROIDE

Lo que sí vemos aquí y veíamos en 14 de abril es a individuos que lo dan todo, se sacrifican y pierden su vida por ideales.

Esto que comentas es válido para José Antonio, que decía que no había nada como luchar por un ideal, que había jugarse la vida en nombre de Dios y de la patria. Pensemos también en el último muerto de la monarquía, ese hombre que dio su vida por la República y pensemos en el peón, en todos aquellos que, por defender sus ideales, acabaron en la cárcel o en el exilio. Este interés por el sacrificio de un individuo con respecto a una idea colectiva y en relación a una masa que te empuja tiene que ver con un cuestionamiento de mí mismo a la hora de criticar la deriva individualista del capitalismo. Quizás sea oportuno, a la hora de hacer esta crítica, levantar un poco el pie del acelerador y pensar que hay veces en que la masa ha sido peor que el individuo y que, en ocasiones, el fervor por determinados ideales ha causado consecuencias personales terribles, sobre las que me detengo en mis libros. No puedo evitar pensar, entre muchas dudas, el precio que se paga por defender ciertos ideales, no siempre justos. Esta reflexión es válida todavía hoy, puesto que, no hace mucho tiempo, hemos visto cómo en nombre de una en un ideal el terrorismo de un tipo y de otro ha cometido crímenes terribles. He empezado a leer libros sobre las Brigadas Rojas en Italia y sobre algunos de sus arrepentidos que, tras años de reflexión, dejan atrás esa locura que te lleva a justificar cualquier medio con tal de conseguir un fin.

El famoso lema de Maquiavelo. 

Sí. Lo que en muchas ocasiones ha permitido que esto suceda, que una causa se vuelva el centro de todo y lo justifique todo, es la épica. Volvemos al poder de la palabra, que es capaz de construir relatos emocionales que pueden llevar al sacrificio de su vida a un individuo. Con Presentes quería advertir de lo peligrosa que es la épica del héroe porque conduce a los últimos de cada bando a asumir los sacrificios más grandes.

'Los últimos' PEPITAS DE CALABAZA

Hablando del poder de la palabra pienso en el ensayo de Víctor Klemperer, LTI, donde observa cómo la ideología se va filtrando a nivel social a través de las palabras que mutan sin que el individuo sea del todo consciente.

Esto sucede porque se ataca el subconsciente. Las palabras calan como una lluvia fina que termina por empaparlo todo. Por tanto, no solo la estética modeló este mayestático cortejo fúnebre en el que los hachones de fuego y las hogueras creaban una sensación de irrealidad y de atemporalidad bárbara, sino también modeló este cortejo el discurso que lo rodeó y que lo acompañó durante esos días. Ese discurso fue la clave para cimentar en poco más de una semana uno de los grandes mitos de la dictadura franquista: el de los mártires que habían perdido su vida por la cruz y por la patria. El régimen franquista, a través de esta cultura de la muerte, se encargó de asentar esta memoria histórica indeleble durante décadas sobre los muertos del bando nacional. El lenguaje fue fundamental para crear ese relato/partido llamado Falange. Retorcer el lenguaje y manipularlo fue fundamental para que José Antonio se convirtiera en una herramienta en favor del nuevo amo que tenía este país: Franco. 

Citó antes a Scurati. En otras ocasiones ha mostrado su admiración por Eric Vuillard. ¿Cómo se inscribe en esta estela de autores que, aunque en contextos distintos, están repensando el relato histórico desde la literatura?

Sería excesivamente pretencioso que yo me alineara voluntariamente con Scurati y con Vuillard. Yo puedo hablar de mí . En mi caso es tan importante la documentación como la escritura, es decir, el estilo, la forma, la estructura… A la hora de escribir Presentes le di mucha importancia a la manera en que iba a abordar el inicio de cafa capítulo, en cómo iba a cerrar determinados fragmentos narrativos y en qué estilos iba a tener tanto el plano de la historia en mayúscula como la historia en minúscula. En  todos mis libros hay una vocación de que los hechos nunca eclipsen la forma y el estilo, porque entonces estaríamos entrando en el terreno de la historia o del ensayo histórico. Y yo lo que quiero es escribir una novela sin ficción, pero una novela. 

¿Se siente cercano a Javier Cercas?

-Es un honor, evidentemente, que asocien mi nombre con el suyo.

Quizás el Cercas de Anatomía de un instante es que el mejor dialoga con sus tres libros.

Me parece que tienes razón: hay una mirada similar sobre un periodo histórico breve y concreto, un día, en el caso de Cercas, y once días, en mi caso. Me siento muy cómodo con esta comparación y creo que ambos compartimos una intención artística. Con esto no digo que yo lo consiga, pero sí qie mi propósito siempre es artístico. ¿Seré capaz de crear tensión narrativa, belleza estética, textura literaria a partir únicamente de la realidad y de la documentación existente? Esta es la pregunta que siempre me planteo.

Paco Cerdà SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

¿Lo artístico implica también una reflexión, un mirada crítica?

Sin duda. No entiendo la escritura sin la emoción y sin la reflexión. Una me conduce a la otra y aspiro que el lector transite por esta senda. Me gustaría que los lectores no solo conozcan cómo sucedió un hecho tan desconocido como el que he intentado reconstruir hasta el más mínimo detalle, sino que sean capaces de sentirlo y vivirlo con sus propias sensaciones, desde el miedo de Miguel de Molina hasta la determinación de Miguel Hernández, desde la resistencia del campesino de Alcoriza Marcelino hasta el boato falangista que acompaña día y noche el cortejo a lo largo del crudo invierno por la España que fue leal a la República ahora transmutada. 

¿En esta reconstrucción tiene cabida la imaginación?

En absoluto. Ningún personaje, ningún detalle que los defina –las palabras que utilizan en sus cartas, los sentimientos que sentían, los rasgos faciales que perviven en sus fotos–  es inventado. Nada de lo que he escrito es producto de la imaginación. Para mí es una línea que no puedo traspasar. Podría permitirme un 5% de invención, pero no quiero. Para mí es más que un reto. Es un compromiso con la realidad.