Periodista y escritor, Nicola Lagioia es autor de una de las grandes novelas italianas de los últimos años, La ferocidad (Random House) que llega dos años después de que publicara La ciudad de los vivos, la obra con la que ganó el Premio Strega y en la que narraba uno de los sucesos de crónica negra que más ha impactado a la sociedad italiana: el asesinato sin motivo de Luca Varani por parte de Manuel Foffo, hijo de un conocido empresario, y de Marco Prato, hijo de un profesor universitario con presencia en los medios de comunicación. La ferocidad, escrita y publicada en Italia antes que La ciudad de los vivos, es pura ficción: ambientada en Bari, la ciudad natal de Lagioia, nos narra la muerte de Chiara, hija de una familia de nuevos ricos cuyos padres se lucraron con la especulación inmobiliaria en una Apulia convertida en destino turístico. Como en La ciudad de los vivos, Lagioia vuelve a interesarse por la familia, una institución atravesada por las contradicciones, y por los conflictos que definen a todo un país, Italia.
Decía Leonardo Sciascia que Sicilia era la metáfora de toda Italia. Leyendo La ferocidad y La ciudad de los vivos se podría decir que para usted Bari puede considerarse lo mismo, tal y como también lo es Roma.
Nací en Bari, donde se desarrolla la trama de La ferocidad, y vivo en Roma, la ciudad donde tiene lugar la historia de La ciudad de los vivos. Son mis ciudades. Son muy diferentes, pero ambas contienen otras ciudades dentro de sí mismas y cuentan con la particularidad de que, a pesar de que narro momentos históricos distintos, dialogan entre sí, puesto que son escenarios y protagonistas de historias muy oscuras. En ambas se produce una muerte misteriosa que debe aclararse: en Bari, muere Clara Salvemini (La Ferocidad) y en Roma es asesinado Luca Varani (La ciudad de los vivos). Lo que señala Sciascia de la Sicilia se puede aplicar a casi cualquier lugar en el sentido en que la parte siempre puede apelar al todo. Pensemos en El gatopardo, ambientada en Palermo, pero cuya historia es representativa de todo el país. Incluso podríamos pensar en novelas que, ambientadas en un lugar concreto, consiguen representar la realidad de un país y trascender los límites nacionales. Estas ciudades que son la parte de un todo suelen ser lugares problemáticos.
¿Diría que Roma y Bari lo son?
Sin duda. Desde mi perspectiva, Roma es problemática en el sentido en que es una ciudad maravillosa, atrapada en el caos, vive en una especie de anarquía continua que la hace fascinante, pero que, al mismo tiempo, la convierte en una de las ciudades más sui generis de la Europa Occidental. Bari es una ciudad interesante porque es atípica. Se tiende a pensar que las ciudades italianas del Sur son perezosas, indolentes, adormecidas… Sin embargo, Bari es una ciudad demasiado activa: es una urbe de comerciantes, abogados, constructores… Esta es la Bari que yo cuento en este libro, una ciudad que, en los últimos 20 ó 30 años ha vivido una transformación muy importante en términos sociales. No hay una burguesía como en Milán y en Turín, pero existe una clase de personas, como los personajes de La ferocidad, que nacieron pobres y que se han hecho, en poco tiempo, ricas, algunas de manera legítima y otras moviéndose en esa zona gris en la que no se entiende donde termina la legalidad y comienza la ilegalidad.
Este es el caso de la familia protagonista y, en concreto, del padre.
Efectivamente. En este territorio encontramos los Salvemini. Recuerdo que cuando era niño Bari era una ciudad dividida en dos. La línea de conflicto que separaba la ciudad oficial de la no oficial estaba muy clara. La Bari vieja, es decir, el casco antiguo, estaba en manos de la criminalidad organizada; a nosotros, que éramos unos críos, nos decían que no fuéramos a esas calles, porque robaban y disparaban con cierta asiduidad. Recuerdo el barrio de Japigia, una zona en la que se traficaba con droga a la luz del día. Eran los años ochenta y noventa. Después se ha reformado: hoy en el centro de Bari es un lugar para salir. Hace treinta años el peligro lo encarnaba la criminalidad organizada, ahora la amenaza la encarna el turismo.
Esto es algo que se percibe en su novela: la especulación inmobiliaria es el foco del negocio.
El turismo de masas ha llegado a la Apulia, una región bastante desconocida en cuanto ha sido poco narrada tanto en literatura o en cine. El relato del Sur de Italia se ha construido a partir de Nápoles, la Campania, Sicilia… Hasta más o menos el año 2000, Apulia permanecía en sombra. Como ejemplo, te diré que el más famoso cantante italiano de la segunda mitad del siglo XX, Domenico Modugno, era de Polignamo a Mare, en la provincia de Bari, pero él se vendía como un cantante siciliano porque en el imaginario popular se tenía la idea de que un cantante con éxito y que triunfaba fuera de Italia no podía ser de Apulia. En los últimos años, han aparecido grupos musicales, películas y novelas que han permitido a la Apulia salir de esa sombra en la que estaba y una de las consecuencias es que se ha convertido en un destino para el turismo internacional. Además, ha sido la sede del último G7. Esto es algo que, años atrás, hubiera sido inimaginable.
En algunos de los artículos que habitualmente escribe en prensa ha dicho que para Apulia la victoria de Nichi Vendola en las elecciones regionales del 2005 supuso un punto de inflexión.
Su victoria lo cambió todo. Apulia era una región conservadora; desde un punto de vista político, durante muchos años fue un feudo de la Democracia Cristiana. Sin embargo, al mismo tiempo, era una región con un enorme fermento cultural. Cuando era un adolescente Apulia era una región donde había muchos grupos punk y postpunk y proliferaban los círculos culturales, no institucionales, pero llenos de vida. Te encontrabas con escritores y poetas, pero que no eran demasiado conocidos. De repente, toda esta generación de personas empezó a ser conocida. La victoria de Nichi Vendola fue clave en términos políticos: fue el primer presidente regional abiertamente homosexual en toda Italia. Era de izquierdas, pero no de esa izquierda que representa hoy el PD y era católico. Cuando fue elegido, la revista Rolling Stone me pidió que lo entrevistara.
Entonces, yo no lo conocía personalmente. Lo fui a ver al Palazzo de la Regione, sede del gobierno regional. Recuerdo llegar y, en la planta principal, me encontré con los habituales funcionarios que jugaban a cartas, fumaban o estaban medio adormilados. En el último piso, donde estaba el despacho de Vendola, el ambiente era totalmente distinto: parecía el cuartel general de Depeche Mode. Todos, incluido el propio Vendola, parecían rock stars. Se percibía un cambio de paradigma. Vendola dio a la Apulia una inyección de confianza: apoyó a las empresas de los jóvenes y a las asociaciones culturales que fueron naciendo esos años. Fue una experiencia breve, apenas duró ocho años, si bien en la segunda legislatura Vendola fue menos disruptivo, pero su huella peduró en el tiempo.
Explíqueme el reconocimiento que han tenido los escritores apulianos.
Se empezó a hablar de una nueva generación de la que formábamos parte Giancarlo de Cataldo, Gianrico Carofiglio, Antonella Lattanzi…y algunos se preguntaron cómo era posible que, de repente, aparecieran tantos autores en un contexto nacional. Nosotros no sabíamos explicarlo, pero un día un periodista de Bari dio una clave: dijo que nosotros, a pesar de nuestra diferencia de edad, éramos niños y jóvenes cuando llegó en 1991 al puerto de Bari el buque Vlora con 20.000 refugiados albaneses. Fue después de la caída del muro de Berlín. Para nosotros, de cierta manera, ese buque fue la llegada del siglo XXI con diez años de antelación. Representaba un mundo desconocido y que llegaba para quedarse. La llegada del Vlora nos hizo ver las cosas de manera distinta. Hablamos, además, de un tiempo en el que ni en Italia ni en Europa se vivía la xenofobia de ahora. No existía ni la Liga Norte.
Las instituciones no estaban preparadas para la llegada de los albaneses, que fueron acogidos de manera increíble: los habitantes de Bari les dieron de comer, cobijo en sus casas… No había el racismo de hoy. La prueba es que, en aquellos años, llegó al equipo de fútbol de la región un jugador del África subsahariana llamado Guerrero. En su primer partido, los aficionados pusieron una pancarta para darle la bienvenida: “A Bari nessuno è straniero, nemmeno Guerrero” ("En Bari, nadie es extranjero, tampoco Guerrero"). Lo que quiero decir con esto es que en tanto que puerto marítimo, en Bari no se hablaba de extranjeros, sino de peregrinos.
Actualmente, en términos políticos, ¿cómo está la Apulia?
Apulia es hoy el laboratorio del centro izquierda. Ten en cuenta que, en las últimas elecciones, fue la única región donde el PD ha conseguido el gobierno.
Usted hablaba de las fronteras que separaban Bari. En la novela también hay fronteras: pienso en la autopista 100, donde comienza la acción, que va de Bari a Taranto, pasando desde la Apulia turística hasta la Apulia de Taranto con la fábrica Ilva.
Tiempo atrás, a diferencia de lo que sucede ahora, se hablaba de Apulias y no de Apulia. El nombre de la región se declinaba en plural porque es un territorio construido por mundos muy distintos: si vas al Foggiano encuentras con una tierra que nada tiene que ver con Bari; Valle d’Itria no se parece Taranto, y luego está Salento, que también es un sitio diferente, pues ahí donde confluyen el mar Iónico con el Adriático. Está la Apulia del turismo y la Apulia donde se muere trabajando, como sucede en el Ilva, que es el complejo industrial más grande de toda Europa y responsable de que el número de personas que se enferman y que mueren de cáncer es el más alto de toda Italia, en parte por mala gestión de Ilva. En Apulia se hablan dialectos distintos. No solo existe el pugliese, hay más: el dialecto salentino, por ejemplo, no tiene nada que ver con el dialecto de Bari.
La familia de nuevos ricos a la que pertenece la joven que muere en su novela, resume muchas de las cuestiones de las que hablamos: tenemos a un padre constructor que ha ganado mucho dinero con la especulación y construyendo alojamientos turísticos y a uno de los hijos, Ruggero, que es un oncólogo que tiene oscuros tejemanejes y usa información patrimonial de sus pacientes terminales.
Las familias son lugares interesantes, como baúles llenos de historias para los escritores que seguimos narrando e interesándonos por ellas a pesar de que tenemos grandísimas novelas, como pueden ser Il Gatopardo o Los Buddenbrock, que ya lo han hecho antes de manera magistral. ¿Por qué seguimos escribiendo sobre la familia, entonces? Ante todo, porque las familias están atravesadas por energías muy potentes, muchas veces en conflicto. Hay relaciones de afecto, pero también de odio. Dentro de la misma familia puedes encontrar distintas formas de amor, pero también de odio; distintas formas de envidia, resentimiento o fraternidad… Las familias son lugares llenos de ambivalencia y contradicciones. Cada familia custodia una serie de secretos que pueden desestabilizarla. Todos nosotros, en un momento u otro, hemos descubierto alguna información de nuestra familia que no se nos quería contar y que nos ha desorientado, sorprendido, escandalizado o herido. El hecho de que normalmente esos secretos sean conocidos por algunos e ignorados por otros crea tensiones subterráneas y las relaciones familiares están, en parte, condicionados por estos secretos. Desde el momento en que el deber del escritor es narrar la condición humana, tan contradictoria y misteriosa, las familias son el marco perfecto.
El señor Salvemini es un constructor y, como tal, símbolo de una manera muy concreta y, a veces, poco limpia de hacer dinero.
Sí, Vittorio Salvemini nace pobre, pero, en poco tiempo, consigue no solo ganar una buena cantidad de dinero, sino también de poder. Los constructores tienen relación con todos: con los bancos, con las instituciones políticas, con las administraciones e, incluso, con la prensa. No nos olvidemos que el propietario de uno de los periódicos más importantes de Italia, Il messaggero, es un constructor: Francesco Caltagirone. La relación con el poder es algo que siempre ha interesado a la literatura. Se desea el poder, pero este, antes o después, se termina perdiendo.
Y luego están aquellos miembros de la familia que no hablan el vocabulario del poder que la familia administra.
En todas las familias hay una oveja negra, incluso dos. En las familias con poder son los personajes más reveladores, porque en ellos explota la contradicción. En el caso de La ferocidad, hablamos de Michele y de Clara; especialmente de Michele, que rechaza por completo el poder de la familia al que, todos los otros miembros, quieren meter mano a toda costa. En literatura una de las figuras más interesantes del siglo XX es la del inepto, incapaz de hacer lo que sus padres quieren que haga.
Esto lo vemos en la literatura de Pirandello y también en La ciudad de los vivos…
Sí, porque Manuel Foffo, responsable de la muerte de Luca Varani, proviene de una familia de empresarios y no sabe cómo hacer negocios como lo ha hecho su padre. No es capaz de convertirse en un respetable burgués. Por esto estos personajes son fascinantes: ejemplifican las luchas, los conflictos y las contradicciones de sus familias.
Los secretos son herramientas de poder. Lo son para las familias, pero también en el caso de los Estados. George Simmel decía que el secreto es esencial para el Estado.
Efectivamente, no pueden existir Estados sin secretos. No hay ninguno que no tenga documentos que no pueden ver la luz porque son considerados desestabilizadores. Esto nos lleva a una pregunta: ¿Un secreto tiene que ser revelado o no? No todos. Tenemos cierta obsesión por la verdad, pero la verdad, a veces, puede ser destructiva. Piensa en Edipo: si él no hubiera conocido la verdad le hubiera ido mejor y no hubiera muerto. Tiresias se lo advierte, le dice que es mejor que no busque la verdad, pero, cuando la verdad le explota en la cara ya es demasiado tarde. Sin embargo, hay otros secretos, aquellos que devuelven un cierto sentido de justicia a la colectividad, que deberían ser revelados. Y no siempre pasa. Italia es un país lleno de secretos: todavía no se ha aclarado la matanza de Portella della Ginestra en la que murieron once trabajadores y más de treinta quedaron heridos. Tuvo lugar el 1 de mayo de 1947. Tampoco se ha aclarado la masacre de Ustica, en la que un avión comercial italiano se estrelló en el Mar Tirreno en 1989. En parte, ya sabemos lo que aconteció en Bolonia el 2 de agosto de 1980 y esto nos lleva a poder decir que en Italia el fascismo no se terminó en 1945, en absoluto. El atentado de Bolonia tendría una matriz fascista o neofascista.
La víctima, a lo largo de su vida, sufre violencia machista. Muchas veces se ha comentado que en el Sur de Italia el machismo es mayor que en el Norte. ¿Es cierto?
Diría que no. Es un problema general de toda Italia. Antes se hablaba de machismo, ahora se habla de patriarcado, pero, si bien hay cosas que han cambiado, hablamos de lo mismo. Recuerdo la generación de mis abuelos: las mujeres votaban lo mismo que votaba su marido. Ahora resulta increíble, pero era así. En la generación de mis padres, había maridos que impedían a sus mujeres trabajar porque no querían que se emanciparan. Tenían miedo de que la independencia y autonomía económica que la mujer podía conseguir se convirtiera en otro tipo de independencia y de libertad, incluida la sexual. Ellos, sin embargo, coleccionaban infidelidades. Quizás en mi generación algunas cosas han cambiado, pero la violencia sigue ahí. Pienso en uno de los asesinatos que más impacto ha tenido en Italia, el de Giulia Cecchettin, una joven de 22 años asesinada por su novio. Muestra que hay jóvenes que no soportan que sus novias tengan estudios o sean independientes…. El machismo sigue ahí.
En Italia ahora gobierna Meloni
Meloni es una activista contraria a todo lo que implica el feminismo y forma parte de un partido para el cual el cuerpo de la mujer es algo peligroso que tiene que ser controlado y tutelado. No sé lo que pasa en España, pero en Italia el 90% de los directores de periódico son hombres. En Italia tenemos una importante brecha de género, empezando porque las mujeres, teniendo el mismo rango, cobran menos. Wue la sociedad italiana sea machista es algo que tengo claro desde hace mucho tiempo. Es cierto que, en los últimos años, está cambiando. Muerto Marx, muerto Dios, quizás el feminismo es lo último que nos queda para hacer una transformación radical de la sociedad. Confío en que una transformación feminista pueda cambiar algo el sistema.
En su novela se alude a los jóvenes, que abandonan Apulia.
Hacen bien en marcharse.
¿No es un problema?
Sin duda. Italia es muy el único país de Europa donde la desigualdad entre Norte y Sur está más acentuada. El Sur sigue siendo un lugar donde los ingresos son más bajos que en el Norte. Y cuando hablo del Sur me refiero a a regiones como Apulia, Basilicata, Campania, Calabria o Sicilia. Que la gente abandone sus regiones tiene gran importancia no solo para el Sur, sino para toda Italia, que está viviendo un auténtico otoño demográfico. Después de Japón y de Corea del Sur es donde nacen menos hijos. En los últimos años, los fallecidos superan a los nacidos. La situación es mucho más grave en el Sur, que, en el pasado, era la zona de Italia donde nacían más niños. Entre las personas que se van y la baja natalidad, el Sur corre el riesgo de convertirse s en un territorio despoblado. Es cierto que es una zona poco desarrollada en términos económicos, pero si pensamos en términos culturales, más de la mitad de la literatura, el cine y la música han sido creadas por gente del Sur, que es un patrimonio fundamental para Italia y para toda Europa.