¿Pero cómo es posible? Cruz Sánchez de Lara, abogada y escritora, insiste en la historia de un olvido. Se me olvidó que te olvidé, se podría decir, recordando la canción de Bebo Valdés y Diego el Cigala. Y es que su nombre cayó en una profunda amnesia. Se trata de José de Ribas, un hombre pequeño de estatura, que hablaba seis idiomas, y que acabó en Rusia, de una enorme inteligencia y que sería un pilar para la expansión del Imperio ruso. La escritora acaba de publicar En la corte de la Zarina (Espasa), y espeta con convicción: “José de Ribas, de origen catalán, fue el pilar de Catalina la Grande en Rusia”. Ni más ni menos. ¿Fue también su amante? Cruz Sánchez se explaya en esta entrevista con Letra Global.
Un arquitecto en Barcelona señalaba ante dos interlocutores hace pocos días que había que aprender algunas cosas de la Historia. Y que no era posible que nadie tuviera en cuenta la figura de José de Ribas, porque, para él, fue crucial para que Rusia tuviera una mirada sobre su imperio con un anclaje en lo que había sido Moscú, más que en Kiev, un debate que puso sobre la mesa el mismo Putin justo antes de iniciar la guerra con Ucrania, con un largo artículo sobre la Rus de Kiev. Y ha sido Cruz Sánchez de Lara quien ha recuperado esa figura, con una novela que contiene altas dosis de erotismo, de historia y de política, la más cruda, la que se hace desde el conocimiento y también desde la audacia.
“Es un personaje que se había divulgado algo, pero todavía muy desconocido, alguien que, con orígenes catalanes, hijo de un capitán y noble catalán al que destinan desde Barcelona al reino de Nápoles, Miguel de Ribas y Boyons, viaja por las cortes europeas y se queda en la corte de Catalina II de Rusia, Catalina la Grande”, señala Cruz Sánchez. Su influencia posterior es decisiva, porque José de Ribas (hijo de un catalán de Barcelona, y de una irlandesa), “nacido por mis investigaciones en 1750, aunque también podría ser 1749, es un hombre que habla seis idiomas, es seductor, con dotes innatas en urbanismo e ingeniería, y que acaba a las órdenes de Potemkin, uno de los amantes de Catalina la Grande y uno de sus principales estrategas”, incide la escritora.
La inspiración de Putin
Todo ello le sirve a Cruz Sánchez para establecer, con diálogos penetrantes, con chispa y descaro, las relaciones entre distintos personajes, sin descuidar todo el rigor a la hora de describir batallas y guerras, y el propósito de una Emperatriz que tenía el poder de atraer a Diderot, para que ejerciera de consejero, viviendo en la Corte durante meses. Esa fascinación por la figura política, pero también por la amante, por una mujer que utilizaba a una “catadora de amantes” para gozar con el mejor hombre en la cama, llevará al lector a pasar páginas y páginas.
“Me he encontrado con una historia de largo aliento, porque Europa se ha construido con hombres y mujeres como José de Ribas y Catalina la Grande o Potemkim, y hemos visto cómo influyen ahora, cómo Putin imita de forma descarada, como si fuera un plagio, los planes expansivos de Potemkin”, señala Cruz Sánchez, convencida de que Putin “quiere ser un nuevo zar”, y que eso explica la guerra que mantiene en Ucrania.
"Me gusta vuestra tiranía en la cama"
Cruz Sánchez sostiene una teoría. No hay un consenso entre los historiadores, pero es una hipótesis verosímil. José de Ribas podría haber sido el cuñado de Catalina la Grande. El español se casó con Anastasia Sokolova, ayudante de cámara de Catalina II. La emperatriz sería la madrina de las dos hijas de la pareja. En San Petersburgo, De Ribas llegó a ser ascendido a coronel, y en 1783 formó parte del equipo del favorito de la Zarina, el príncipe Grigori Potemkin. Con él viajó al sur de Ucrania. Y consolidaron el dominio ruso sobre Crimea, creando el puerto de Sebastopol, la base de la flota rusa del Mar negro. “El padre de su mujer, en Austria, fue un hombre ilustrado que llegó a coincidir en dos ocasiones con la madre de la Zarina. Llegaron a tener un romance. Hay la posibilidad de que Anastasia fuera su hija y, por tanto, la hermana de Catalina. Con lo que José de Ribas se casó con la posible hermanastra de Catalina, aunque ellas dos nunca lo supieran”, asegura a toda velocidad Cruz Sánchez, que muestra toda su pasión por una historia que la ha llevado a leer un montón de libros y trabajar en archivos del Ministerio de Defensa.
El relato evoca imágenes sugestivas: “Me gusta vuestra tiranía en la cama, majestad. ¿Por qué tendríais vos que pensar que vuestras palabras pudieran ofenderme si sois la zarina?, respondió José sintiendo el placer que le daba el descaro de aquella poderosa mujer. Eso representaban los hombres para ella: súbditos, estrategas, militares, piezas fundamentales para hacer crecer y avanzar a Rusia. Y luego, además, encontraba en ellos el placer de la lisonja y del desenfreno. Lo hacía dentro del único cuadrilátero en el que se permitía perder el control, esos escasos metros cuadrados que convertían el tálamo imperial en el escenario líquido de la lujuria”.
Porque eso también se plasma en la novela de Cruz Sánchez, el poder de la mujer, la mujer estratega, inteligente, que sabe lo que desea, en el plano militar y en la cama.
El militar español, de origen catalán, tuvo un papel crucial en la historia de Rusia. En 1792 fue uno de los tres plenipotenciarios de Potemkin que firmó el Tratado de Jassy, por el que se establecía la paz con el Imperio Otomano. El tratado cedía a Rusia toda la orilla norte del Mar negro, esencial para el Imperio de la Zarina, que perpetró el asesinato de su marido, Pedro III –al que ya había apartado del poder por considerarle un inútil, con el beneplácito de él mismo-- y que tuvo la osadía, como apunta Cruz Sánchez, de que “se constatara que había muerto por hemorroides, lo que era una total humillación”.
La calle de De Ribas en Odesa
La escritora ve en toda esa historia una gran oportunidad para reflexionar sobre el presente. Y es que una de las primeras acciones de Putin cuando comenzó la guerra en Ucrania fue llevarse el cadáver de Potemkin, “sus restos, como si de un trofeo se tratara, y que evidencia los sueños de grandeza de Putin, que se ha inspirado en los llamados planes griegos de Potemkin, la expansión del Imperio ruso, para su guerra en Ucrania”.
Pero el hombre que le interesa a Cruz Sánchez es el “pequeño” José de Ribas. En 1794, Catalina II le encarga la fundación de la ciudad de Odesa, cuyo emplazamiento él ya había elegido. Sabía que podía ser la gran puerta marítima del sur de Rusia. Sólo dos años más tarde fue nombrado gobernador de la ciudad.
Y hoy uno se puede pasear, como hace notar la autora de En la corte de la zarina, por la calle principal de Odesa, que tiene un nombre curioso. Se llama Deribásovskaya Úlitsa. Es decir, “la calle de De Ribas”. Y cuenta también con una estatua.
¿Cómo puede ser? Sí, es la calle de un descendiente de catalán, de un militar español establecido en Nápoles, cuando ese territorio formaba parte del Imperio español.
¿Saber lo que sucede hoy, sin conocer el pasado? La literatura sirve para llenar muchos huecos, sin olvidar las miserias, las traiciones, el sexo y las envidias. Cruz Sánchez insiste: "Es una historia muy política, con grandes ramificaciones, pero hay sentimientos, porque en las relaciones humanas no se puede prescindir de ello".