América. Todo es distinto. Los sindicatos fueron una vez fuertes, pero ni hubo ni habrá partidos socialistas. El individuo lo es todo. Y la fascinación por el que triunfa, desde la humildad, desde lo más bajo, sigue siendo enorme. Sylvester Stallone se puede asociar a ese fenómeno. El ensayo Sylvester Stallone, héroe de la clase obrera, editado por Malpaso, y escrito por el historiador David Da Silva, especializado en el cine americano, da cuenta de ello, con una idea que sigue siendo complicada de entender con ojos de un europeo: los héroes, cuando triunfan, cuando dan muestra de que la voluntad lo puede todo, pese a los obstáculos sociales, ¿deben luego proclamar una fe distinta en defensa de los más desfavorecidos, o levantar la bandera del individualismo?
Stallone tiene claro, a través de sus personajes. Ese héroe de la clase obrera, como lo define Da Silva, puede y debe ser también todo un ejemplo para el conjunto de la sociedad. Y en Estados Unidos esa apuesta está en manos de un liberalismo político y económico que triunfó desde los años ochenta, con Ronald Reagan. Pero, ¿por qué nos debería gustar, pese a esas interpretaciones, o justamente por ellas, la persona y el actor Stallone?
Italianos marginados
Esa es la grandeza del libro, que llegará a todo aquel lector interesado en ese enorme país como es Estados Unidos. Una de las primeras consideraciones es que el ‘americano de origen italiano’ lo ha tenido más difícil que otras minorías. Los italianos, en parte por una dificultad idiomática, frente al inglés, se sintieron orillados. Vivían en sus propios barrios, y llegaron a organizarse en contra o al margen de la oficialidad, como prueban las ‘mafias’ italianas. Fueron despreciados, pero cuando superaban la barrera de la marginalidad, también fueron los primeros en defender una nacionalidad americana y unos valores americanos a prueba de bomba. Ese es Stallone.
El actor lo tuvo difícil, por la propia familia en la que se vio inmerso. Nacido en el barrio neoyorkino conocido como Hells’s Kitchen, --La cocina del infierno—hoy un barrio gentrificado llamado Clinton, entre las calles 34 y 59 y la Octava avenida y el río Hudson, el niño Stallone intentaba sobrevivir con un padre italiano que ejercía de barbero y una madre que no estaba muy feliz, precisamente, de ejercer de madre. En el parto, complicado, a Sylvester le quedó la boca torcida y media mandíbula inmóvil. Pero su voluntad fue firme. Le gustaba el cine y se abrió paso. Llegó a la universidad, escribió guiones y quiso protagonizar la película que él había soñado y dibujado: Rocky.
Da Silva constata la apuesta del actor por un determinado cine, por un modelo que quiere contentar a esa población obrera, la que habita en barrios, donde nadie acaba de triunfar, donde todo acaba en una especie de zona gris, de cierta amargura, salpicada de pequeños éxitos: la vida, en realidad, de millones de personas.
¿Qué hacer ante un mendigo?
El historiador del cine americano utiliza las propias declaraciones y reflexiones de Stallone, y también pregunta a más de una docena de profesionales que han trabajado con él. Una de las conclusiones es que Stallone prefirió, a lo largo de su carrera, algunos encargos que no cubrían las expectativas, o que se alejaban del propósito emancipador de sus primeras películas. El mismo Stallone sostiene que perdió “el contacto con la realidad y sus valores” en los tiempos de Rocky III. Llegaron otras películas, recuperando parte de su atractivo inicial, como Cop Land, Rocky Balboa, John Rambo o Creed. Pero el actor y guionista de sus propios trabajos pudo haber arriesgado más antes de esas ‘resurrecciones’ frente a su público.
Una de las ideas que chocará, siempre a ojos de un europeo, y Da Silva es francés, es que el defensor de la clase obrera, el que se hace a sí mismo y lucha contra las adversidades, puede ser también el gran referente de una ideología liberal que suele dar una respuesta cuando alguien se encuentra con un mendigo en una esquina: ‘esa es su opción, se gana la vida de esa manera, no tengo nada que decir’.
Sin embargo, engarza a la perfección con la forma en la que se ha construido Estados Unidos. Las oleadas de inmigrantes llegaban para romper, precisamente, con el pasado. En un mundo libre, el futuro estaba al alcance de la mano. Individualismo, y apuesta por un sistema capitalista en el que se podía ganar dinero. El sueño americano, siempre presente, aunque no se cumpliera casi nunca.
Stallone es americano, de origen italiano, pero plenamente americano. Gay Talese explicó muchas cosas en libros como Honrarás a tu padre, o en Retratos y encuentros. Y Da Silva también lo hace ahora, buscando ese contraste extraño, presentando a un hombre con talento, con valores, que representa mucho más que el forzudo que aparece en la pantalla, despreciado de forma alegre, en muchas ocasiones, por una crítica cinematográfica poco atenta a los contextos históricos y sociales.
¿Héroe de la clase obrera y gran referente de lo ‘americano’ como el individuo que se abre paso, gana dinero y es poco proclive a proyectos colectivos? Stallone es eso. Su cine se puede identificar con esa asociación.