Afirmar que la televisión y los libros no van de la mano es una falsedad en términos generales, si bien es cierto que un repaso por la parrilla conduce a la casi inevitable conclusión de que a la pantalla no le gustan en exceso los libros. Su presencia en las programaciones televisivas es más bien escasa por no decir nula si nos fijamos en los canales privados. A la pregunta sobre las razones de esta ausencia –o de tan escasa presencia– la respuesta siempre es la misma: los libros no dan audiencia o, por lo menos, no logran la que sí consiguen otros programas de entretenimiento que, a pesar de ser más que discutibles, no solo congregan espectadores, sino que son –por decirlo en términos digitales– carne de clics. Este argumento no dista mucho de aquel que sirve para explicar que la crítica literaria cada vez tenga menos espacio en los periódicos: tampoco genera clics.
¿Han cambiado los intereses sociales? ¿Por qué antes programas como Teatro Estudio o La Clave congregaban a un gran número de espectadores? Antes había solo uno o dos canales de televisión. Se veía lo único que había. Ahora la oferta es grande, los espectadores se dispersan y la competencia se torna encarnizada. Es evidente que el escenario mediático ha cambiado y que cualquier comparación con el pasado no puede pasar por alto el crecimiento exponencial de los contenidos que ya no solo pasa por los canales tradicionales de televisión, privados o públicos, sino también por las plataformas.
La audiencia que obtenían los programas culturales no se explica únicamente por el hecho de que existiera menos competencia. Quien no estaba interesado en la cultura podía apagar la televisión y buscar otros entretenimientos. Sin embargo, eran muchos quienes que encontraban en el teatro televisado la posibilidad de ver obras que, de otra manera, nunca hubieran podido ver en escena. Estudio abierto llegó a un público que ya existía y, a la vez, creó sus propios espectadores. Hace décadas que el teatro ha desaparecido de la televisión. Para muchos hoy sería impensable reponerlo y, sin embargo, muchos todavía recuerdan las funciones de teatro vistas desde sus sofás, las obras de los clásicos españoles -desde La Celestina a los Entremeses de Cervantes pasando La vida es sueño-, Shakespeare o autores como Ibsen y su Casa de muñecas.
Los libros y la televisión hoy
Los libros han tenido algo más fortuna que el teatro televisado. La prueba es que, hace unas semanas, se anunció que Berto Romero ha fichado para La 2 para ser el presentador de Ovejas eléctricas, un programa de divulgación literaria producido por los mismos productores de Órbita laika, un espacio de divulgación científica. Ovejas eléctricas se define como un programa de libros "diferente"; a la espera de saber qué se nos quiere decir con tal adjetivo, los espectadores de La 2 pueden informarse de la actualidad literaria a través de Página 2.
Presentado por Óscar López, es el programa es el más longevo dedicado a libros de toda la parrilla televisiva: más de trece temporadas, Página 2 no solo ha demostrado que se puede hablar de libros, si no que se puede hablar con criterio, con mirada crítica y diversificada. Uno de los méritos de este programa de tan solo media hora de duración -López reconoció en una entrevista en El Mundo que alargar el programa resulta imposible en términos de producción y económicos-, es entrevistar a todo tipo de autores y editoriales. Sin dejar de lado las apuestas más destacadas y las novedades , Página 2 incorpora en sus recomendaciones, reportajes y entrevistas los títulos publicados por los sellos más pequeños.
Es necesario hacer hincapié en esta cuestión, puesto que, si nos fijamos en otros espacios dedicados a libros, se observa de qué manera, lejos de estar dedicados a la literatura en sentido amplio, se convierten en plataformas de promoción de los títulos editados por los grandes sellos. Basta ver algunos de los breves programas de Crea Lectura, el espacio de promoción de la lectura que tiene La Sexta, para descubrir que más del 60% de los títulos comentados pertenecen a Planeta, grupo empresarial que es el dueño del canal de televisión.
La Sexta seguramente es el canal donde más se habla de literatura. Los libros citados y recomendados en los programas de mayor audiencia son ser, salvo excepciones, o títulos publicados por Planeta o escritos por colaboradores de la casa. No mejora mucho la situación en Mediaset. Allí los libros siempre han estado ausentes y, en caso de aparecer, lo hacen de manera extravagante: en Sálvame y otros programas del corazón de la mano de tertulianos como Karmele Marchante o Kiko Matamoros. Este último, de hecho, ha demostrado ser un lector exigente cuyos intereses y gustos difícilmente pueden ser satisfechos por los libros publicados por sus compañeros de cadena. Paradójicamente, Mediaset no habla de libros, pero congrega en sus platós los autores más mediáticos del panorama editorial, con permiso, obviamente, de Sonsoles Ónega.
La televisión pública, ¿nuestra salvación?
La televisión pública no escapa de la dictadura de la audiencia , dentro de la lógica maquiavélica del share compite como las privadas con programas tan discutibles como Masterchef, por citar uno de sus shows más vistos. Sin embargo, solamente en la televisión pública la cultura parece tener cabida de una manera digna, aunque casi siempre relegada al segundo canal. Ahí están Página 2 y Un país para leerlo, un programa que comenzó el año pasado presentado por el poeta Mario Obrero y frente al cual, actualmente, está la también poeta Raquel Lanseros. El programa recorre distintas localidades de la geografía española retratando el panorama literario de cada uno de los lugares visitados.
En cada ciudad, Lanseros, como antes hacía Obrero, entrevista a los autores más significativos de la actualidad, a la vez que recorren la historia literaria del lugar a partir de sus autores más reconocidos. En este mismo canal, encontramos Cultura 2. Si bien no se trata de un programa exclusivamente dedicado a los libros, la literatura tiene su espacio en este programa que, desde octubre, presenta Tània Sàrrias, que venía de TVE en Cataluña con Punts de vista, por el cual han pasado, además de artistas, gente del cine y la danza, ilustradoras, distintos autores para hablar de sus obras. En ese mismo canal, más de tres décadas atrás, en 1982, fue donde la escritora Maria Aurèlia Capmany presentó La ciutat dels llibres: un espacio de entrevistas en el que se profundizaba en la figura y en la obra de los autores de la literatura catalana.
El programa de Capmany no es el único que, a lo largo de las últimas décadas, han acercado la literatura a los espectadores catalanes. Antes existió Saló de lectura, dirigido y presentado por Emili Manzano sobre novedades literarias por el cual pasaron Juan Marsé, Pere Gimferrer, Almudena Grandes, Quim Monzó, Empar Moliner o Javier Marías. Tras Saló de lectura, que pasó de BTV a TV3, fue reemplazado en la televisión municipal por Qwerty, un programa similar, también centrado en las novedades y encomendado al escritor y periodista Joan Barril.
Actualmente, en Televisió de Catalunya tenemos a Xavier Grasset, que cada día reserva parte de su programa a entrevistar a un autor e, incluso, a traductores para hablar de libros. En el mismo canal encontramos a Via Llibre, un espacio semanal que se ocupa de repasar la actualidad literaria, poniendo el foco en todos los géneros, de la novela al ensayo, pasado por la novela gráfica. Si hay alguien que desde hace años ha demostrado que se puede hablar de libros en televisión de manera rigurosa, crítica y entretenida es Anna Guitart. Junto a Óscar López, ha demostrado que el periodismo cultural no está reñido ni con el entretenimiento ni con el medio televisivo.
Antes y ahora
Al hablar de libros y televisión resulta inevitable echar la mirada atrás. ¿Todo pasado fue mejor? Idealizar es falsear el pretérito. Periodistas como Guitar y López demuestran que en la televisión tienen cabida los libros, que el periodismo cultural no está reñido con el medio televisivo y que el rigor no excluye el entretenimiento. Es evidente, sin embargo, que hoy resulta muy difícil imaginar un programa como A fondo, con largas entrevistas a escritores de peso. Tras Joaquín Soler Serrano, son pocos los programas que han replicado este modelo: lo hizo Julia Otero en Las cerezas y también Jesús Quintero, toda una rara avis de la televisión.
Fernando Sánchez Dragó presentó en La 2 de TVE Negro sobre blanco y Libros con Wasabi, dos espacios a los que antecedió Biblioteca Nacional, donde los libros eran los grandes protagonistas. Isaac Montero condujo Tiempos de papel. Y antes estuvieron Encuentros con las Letras, un programa sobre literatura, arte o fotografía. Allí los espectadores pudieron escuchar a Torrente Ballester, Joan Brossa, Leonardo Sciascia, Vicente Aleixandre, Eduardo Mendoza o Rosa Montero. El programa duró cinco años. Desde 1976 a 1981. Sus episodios, accesibles en la web, son un documento de gran interés para cualquier lector.