Las expectativas eran altas, pero, tras la decepción del pasado año, por fin este año han sido cumplidas. Aquellas expectativas que, el pasado año, la lluvia y el viento se llevó por delante causando, además, más de 15.000 euros en daños, este año se han visto más que realizadas. De hecho, este 2023 bien podríamos definirlo como el año de la definitiva recuperación. Y el motivo no es otro que el aumento de 5% de las ventas.
Sí, después de tres años no solo de parálisis, sino también de pérdidas, este 2023 las ventas han finalmente aumentado. Ni el fútbol ni el hecho de que fuera domingo fueron obstáculos. De hecho, este último Sant Jordi no solo ha sido sinónimo de recuperación y crecimiento, sino también de tópicos desmontados. Desde siempre, la coincidencia de un partido de fútbol con el día del libro significaba un vaciamiento de las calles, especialmente si quien jugaba era el Barça. Frente al fútbol, los libros no pueden combatir.
Esta idea, sin embargo, tan asumida, y no solo en Sant Jordi –un importante partido del Barça podía dejar vacía la más atractiva de las presentaciones de libros- el pasado 23 de abril quedó completamente desmontada. Y no había mejor prueba que observar las calles del centro, tan atestadas de gente como entre las 12 y las 14 horas del mediodía: en estas dos horas se alcanzó la presencia máxima de lectores en las calles y en estas dos horas las editoriales concentraron sus firmas más potentes. No es casual que Pedro Almodóvar, que acudía por primera vez, comenzará a firmar en una Plaza Cataluña intransitable a las 13 horas, habiendo lectores y coleccionistas esperándoles desde hacía una hora o más.
Libro y firmas para todos los gustos
El 23 de abril Barcelona se volcó para el que tenía que ser el Sant Jordi más espectacular de los últimos años. Y, en varios sentidos lo fue. Tal y como había ya anunciado La Cambra del Llibre, la ciudad se llenó de libros y de rosas a lo largo de 3.294 metros, es decir, el espacio reservado a la celebración aumentó de un 17% con respecto a los años anteriores. También aumentó el número de paradas, que alcanzó su máximo histórico: 320 en total, de las que hay que señalar que muchas de ellas estaban destinadas a las firmas de libros.
De hecho, las paradas destinadas a acoger escritores aumentaron de un 25% algo que conllevó asimismo una mayor presencia de autores, cuya maratoniana jornada comenzaba, más allá de alguna excepción, a las diez de la mañana y concluía a las ocho de la noche, cuando se daba por finalizado el día de Sant Jordi, que, coincidiendo en domingo, hizo que los barceloneses, lejos de abandonar la ciudad para disfrutar de un día de playa como en otras ediciones, se lanzara a la calle desde primera hora de la mañana.
Si bien es cierto que a las diez de la mañana el Paseo de Gracia todavía era relativamente transitable –en torno a las doce, una cantidad de personas quedaba literalmente atrapada frente a la Casa Batlló, siendo imposible avanzar y siendo la parada del metro la única salida posible ante un colapsó que provocó la desesperación y los comentarios de agobio de más de uno–, ya se veían algunas colas. Enrique Vila-Matas tenía frente a sí a varios lectores y, a lo largo del día, no dejaría de firmar, como tampoco lo haría Ignacio Martínez de Pisón, que, con su última novela, Castillos de fuego, terminaría su jornada nada menos que a las nueve de la noche en la librería independiente On the Road.
Quien tampoco dejó de firmar ni tan siquiera un momento fue Gemma Ruiz, cuya última novela Les nostres mares fue uno de los títulos más vendidos juntamente a El ángel de la ciudad de Eva Saenz de Urturi, que ya el año pasado se coronó entre las autoras más vendidas juntamente a otro de los habituales de estas listas, Santiago Posteguillo. Este año, el segundo puesto en ficción en castellano fue para Elisabet Benavent con su novela Cómo (no) escribí nuestra historia, seguida por Fernando Aramburu, que desde Patria se ha convertido en un nombre recurrente en los listados de más vendidos. Por lo que se refiere a la ficción en catalán, detrás de Gemma Ruiz, se posicionó Xavier Bosch, otro de los habituales en este tipo de listas, con 32 de març.
Un año más, no hubo demasiadas sorpresas en el recuento final y, de hecho, en no ficción en catalán se cumplieron y con creces los pronósticos: Blackie Books tuvo su gran día gracias a la Gran Enciclopèdia del Barça, libro firmado por el programa de radio de gran audiencia La Sotana y La campana, sello del grupo Penguin Random House, volvió a triunfar de la mano de uno de sus autores estrella, el periodista Carles Porta, que, un año más, atesoró frente a sí largas colas de lectores fanáticos del True Crime, afianzados gracias a su programa de radio y, ahora, de televisión Crims.
Si la memòria no ens falla, el libro escrito a cuatro manos entre Quim Monzó y Sergi Pàmies cerró la lista de no ficción en catalán. Y siguieron las sorpresas, porque en castellano la autoayuda, género tan desprestigiado como de enorme éxito, fue lo más vendido en no ficción en castellano de la mano de la superventas Marian Roja Estapé, Curro Cañete y James Clear. Si bien es cierto que todo fue como se presuponía, hubo una gran y afortunada sorpresa: la escritora Maggie O’Farrell se coló entre los más vendidos en ficción en castellano con El retrato de casada, novela publicada por Libros del Asteroide y, en catalán, por L’altra editorial.
Fuera de esta lista, sin embargo, hubo más los escritores para los cuales Sant Jordi fue un día más que provechoso por lo que a ventas se refiere. Bastaba pasearse los Plaza de Cataluña a medio día para observar las enormes colas que rodeaban a Julia Navarro y a Jorge Javier Vázquez, a quien acudían familias enteras en busca de la firma de uno de los presentadores que, a pesar de los años transcurridos, sigue manteniendo ese mismo tirón que lo convirtió en el más vendido de 2012, año en que publicó su primera novela, La vida iba en serio. No le faltaron tampoco lectores a Albert Espinosa o a Juan Gómez Jurado, cuyas ventas sobresalen siempre de la media.
Hay vida más allá de los superventas
Capítulo aparte merece Pedro Almodóvar: su primer Sant Jordi, fue la ocasión para que los más fanáticos del director manchego no dudaran en esperar una hora o más para conseguir una firma. No todos iban libro en mano; muchos de ellos, se acercaban llevando consigo los carteles de sus películas más emblemáticas. Había quien le aseguraba a Almodóvar que su intención no era de vender el cartel: “Es para mí. Lo colgaré en casa”, le aseguraba uno, pidiéndole, de hecho, de que además se estampar la firma se lo dedicara.
Otros, por el contrario, no daban demasiadas explicaciones, simplemente pedían la firma, quizás calculando ya el rédito que podrían sacarle en los días siguientes en portales de coleccionismo. Porque Sant Jordi, es el día de los libros, pero no solo se firman libros y no solo se firman novedades. Un lector se acercó a Javier Cercas pidiéndole que le firmara un ejemplar de Miguel de Unamuno, mientras que otro se le presentaba con la primera edición de Soldados de Salamina, algo que emocionó a su editor, Juan Cerezo.
Alguna primera edición también firmó Vila-Matas, porque Sant Jordi es, además, un día ideal para coleccionistas y bibliófilos. Prueba de ello es que, más de uno, se acercó a sus escritores fetiches trayendo bajo el brazo gran parte de su bibliografía. Pero si hay un nombre que cabe destacar en este apartado es el de Josep Vallverdú, uno de los maestros de la literatura juvenil gracias al cual muchos niños se convirtieron en adultos lectores y que a sus noventa y nueves años estuvo firmando ejemplares de El vuité nan. Junto a él, también firmó otra autora clásica de la literatura infantil y juvenil: la ilustradora Pilar Bayés, que a sus ochenta y dos años sigue en activo.
Porque entre las más de trecientas casetas, había libros y autores para todos los gustos. Porque junto a las colas que rodeaban a los autores más mediáticos en las casetas de grandes almacenes o de grandes cadenas estaban las otras colas, aquellas que, quizás menos largas, pero igualmente significativas, rodeaban a todos esos autores que firmaban en librerías como La Central, La Calders, Laie, Obaga o Lata Peinada, por citar solo algunas, donde los títulos que más se vendían eran bien otros a los que terminaron en la lista definitiva. Las coincidencias serían, muy probablemente, pocas –Gemma Ruiz, Quim Monzó i Sergi Pàmies representan esas pocas coincidencias- pero Sant Jordi es así. Siempre ha sido así. Quedémonos con Maggie O’Farrell, la gran escritora que nos reconcilia, que nos recuerda que la buena literatura siempre termina encontrando sus lectores.