“La sabia diferenciación de sexos propiciada por la madre naturaleza ha puesto en manos de las madres (quiero decir, en sus tetas) la responsabilidad de empujar a la humanidad hacia adelante”. La afirmación es de Antonio Sitges-Serra, médico cirujano y escritor, y se halla en su último libro: Senos. Catorce ensayos (Byron Books). Se trata de un texto muy diverso en el que se habla de la vida con motivo de los pechos de las mujeres. En los 14 ensayos que componen el volumen se va desde la versión hesiódica del nacimiento de Venus y su recreación por Botticeli, hasta el deseo del presente, pasando por su descripción en la pintura (con reproducciones de pechos pintados o fotografiados), la poesía o la imaginación de un joven escolta que los tipifica en función de su distribución y figura.
Por el camino se analiza la tendencia de un amplio sector del mundo a poner el asunto en manos de médicos, la precisión de la naturaleza en la función lactante, el uso del pecho como protesta o como mercancía, los modelos que han dominado en la historia. Incluso se recoge la polémica sobre si en el presente predomina el pecho o el culo como parte más atrayente de la anatomía femenina. ¿Tetas o culos? Se pregunta el autor, que parece más interesado en la contemplación de las primeras, pero no olvida que otros pensadores, Jean Paul Sartre, por ejemplo, optaron por los culos: “La patria, el honor, la libertad… ¡de eso nada!: el universo gira alrededor de un par de nalgas, eso es todo”.
La cuestión estética tiene dos vertientes: la de las intervenciones y la de los criterios de idealidad que reproducen las formas artísticas de todos los tiempos. Así, recorre Sitges-Serra la poesía según sus “gustos y preferencias”, confiesa él mismo. Gustos que incluyen obras tan diversas como el Cantar de los cantares (“Sus dos pechos son como crías de gacela que triscan entre azucenas”) o Las flores del Mal (“Y su vientre y sus senos, racimos de mi viña, avanzaban, más mimosos que los Ángeles del Mal”), pasando por Neruda, Lorca, Alberti, Salvat Pappaseit o Tristan Tzara, entre otros. Sostiene que la poesía “es la disciplina literaria con mayor capacidad de concentración de sentimientos, símbolos y sentido por centímetro lineal de producción escrita”. Una práctica en la que “se han plasmado los hallazgos literarios más audaces y las comparaciones más inesperadas”.
En pelotas 'somos diferentes'
En la otra cara de la palabra estética se contemplan las intervenciones quirúrgicas que pretenden mejorar a la naturaleza. Misión imposible. Sitges-Serra recoge varios casos de actuaciones claramente frustradas y, desde su experiencia de médico, recuerda que “no existe la cirugía inocua”. Pese a ello son muchas las mujeres que aspiran a convertirse en Venus y mantener los brazos. “En España se realizan cerca de 400.000 operaciones de cirugía estética al año, de las que el 85% son demandadas por mujeres”. En estas intervenciones se impone la modificación del aspecto y volumen de los pechos, en la mayoría de casos para conseguir un aumento. “La franja de edad con mayor apetencia por este tipo de procedimientos” se sitúa entre los 18 y los 44 años.
Y España no es el país con más peticiones de este tipo. Por delante se hallan Estados Unidos, Brasil, México y Alemania. Pero, pese a las promesas de eficacia, “la teta protésica sigue siendo, hoy por hoy, un apaño de cuestionable calidad estética”. Siempre se imponen las de verdad. La demanda está espoleada por los modelos que propone la publicidad o el cine. No resulta, pues, extraño que “en una encuesta realizada en 2020 a cerca de 19.000 mujeres en 40 países con una edad media de 34 años”, apenas el 30% dijera sentirse satisfecha con el tamaño de sus pechos. “La mitad de las encuestadas deseaban tetas más grandes y el resto las quería más pequeñas”.
Añade el autor algunas consecuencias: “A la larga, las mujeres operadas presentan una mayor tasa de divorcio, más problemas ginecológicos y peor calidad de vida sexual”. Ítem más: en 2003, el British Medical Journal publicaba una investigación que comparaba la tasa de suicidios entre 3.521 mujeres operadas de aumento de pecho y un grupo similar no operado, seguidas durante más de once años. “La mortalidad por cualquier causa fue más elevada en las mujeres operadas, 15 de las cuales, contra sólo 5 del otro grupo, se suicidaron”. Y otro dato relevante: “Raramente son los varones los que animan a sus parejas a operarse; por regla general, tratan de disuadirlas”.
No evita el autor el análisis del uso del pecho por la mujer ya sea como elemento de reclamo ya sea como factor que resalta una protesta. Recoge diversos casos, desde el más conocido del movimiento Femen hasta la manifestación a pecho descubierto de un grupo de universitarias alemanas en 1969 frente al filósofo Theodor W. Adorno, uno de los padres de la Escuela de Frankfurt, pasando por el célebre cuadro de Delacroix, en el que la libertad guía al pueblo con un pecho al descubierto. Anota también las variaciones en el uso de las tetas como forma de expresión y protesta. “Si la segunda ola del feminismo lucha por la igualdad (listas cremallera, discriminación positiva, paridad, cuotas) la actual de las millenials parece más interesada en la identidad”. Es “como si, en busca de la igualdad, las mujeres hubieran llegado a un punto en el que no se reconocen como diferentes del varón, entran en crisis de identidad y, en consecuencia, se lanzan a la búsqueda de su auténtica naturaleza. Desde luego, en pelotas somos diferentes”.
Entre el deseo y el humor
En medio queda el movimiento del sinsostenismo, cuando las mujeres percibieron el uso del sujetador como un símbolo de la opresión machista, una “imposición patriarcal”. Sin embargo, “el sujetador fue ideado por una mujer vanguardista para acabar con los corsés opresivos y otros artefactos diseñados por machistas sádicos”. Un movimiento que, en cierto sentido, enlaza con el actual Free the Nipple, que no pretende ser ya de protesta concreta frente a algo, sino exigencia de igualdad entre sexos. Sin perder de vista que “como vendedoras, las mujeres han comercializado sus pechos desde que empezó a quedar constancia escrita de la historia”, afirmación que Sitges-Serra toma prestada de Marilyn Yalom autora de la obra Historia del pecho.
No obstante, algo hay en los pechos, más allá de la mera naturaleza, que impulsa al varón a querer contemplarlos, cuando menos, sea o no una pulsión que, como sugirió Freud, deriva del recuerdo de los pechos maternos. Y ese algo no es meramente biológico, tiene claros componentes culturales. Para dar cuenta de ello el autor recorre a dos filósofos: Leszek Kolakowski y Paul Ricoeur. Del primero cita la necesidad sociológica de los tabúes “pilar inamovible de cualquier sistema moral viable” de modo que “la cultura es tabúes o, por decirlo de otro modo, una cultura sin tabúes es un círculo cuadrado”. Así pues, “los pechos no son (solo) biología, son asimismo imagen reverencial, inspiración inagotable, belleza, motor de emociones y motivo de deseo, en definitiva, símbolo” que, como decía Ricoeur, “da que pensar”.
El volumen se cierra con una serie de evocaciones escritas en el periodo de aislamiento de la pandemia que, en cierto sentido, enlazan con otra de sus obras recientes, el poemario Desamor. Y concluye con las dudas sobre el origen del libro debido a quién sabe qué extraños motivos del autor: “Quién sabe si por imperativo de los sueños, quién sabe si por cierta fijación edípica, quién sabe si por defender la Belleza frente a la vulgaridad o por rendir homenaje a ciertos cuerpos, quién sabe si quiso reivindicar a Botticelli, acaso por todo ello hace años, el escritor decidió sumergirse bajo el ropaje de la mujer para escudriñar misterios y buscar la verdad actual del mundo que desde siempre ha poblado el desasosiego del varón”. El resultado es una obra, escrita entre el deseo y el humor, que cumple el viejo lema de instruir deleitando.