La benemérita editorial Wunderkammer ha vuelto a poner en circulación un libro de Juan Eduardo Cirlot, Ferias y atracciones, cuya primera (y creo que sería la única) edición data de 1950, cuando se publicó en delgado y precioso volumen de la editorial Argos, donde creo que a la sazón trabajaba Cirlot, en una colección llamada Esto es España. Ilustrado con fotos de Centelles y láminas anónimas, es una joya el libro de Argos; pero por motivos obvios no lleva incorporado, como sí lo hace la edición de Wunderammer, un conciso y útil prólogo del erudito Enrique Granell, gran especialista y conocedor de la obra del poeta barcelonés, que nos ilumina sobre el sentido y estructura de un texto que se presenta engañosamente como una invitación, cuando es imposible emprender un viaje verdadero a tierras lejanas que siquiera brevemente ponga un paréntesis en las rutinas de la vida cotidiana, a distraerse en el Tibidabo o en algún lugar de ilusiones semejante, lugar “grato de veras para los que están cansados de sus cosas y sobre todo de sí mismos”.
La rueda, la casa de la risa, las grutas mágicas, los dioramas, los muñecos mecánicos, el ilusionismo, los premios, son algunos de los capítulos del libro. Tal como se explica en ese prólogo, titulado Un lugar infernal, en una lectura rápida es un recorrido minucioso por un parque de atracciones sin localización concreta, “pero una lectura más atenta nos hace descubrir que el poeta, a cuento del parque de atracciones, nos va introduciendo en un mundo de relaciones y símbolos sugeridos a veces por cuadros, a veces por textos (…) El texto se convierte en una embarcación que en su incesante ir y venir entre lo uno y lo otro nos abre horizontes desconocidos”.
Dos piedras en el fondo de la cisterna
Sí, entre lo uno y lo otro, entre las atracciones más inocentes y pueriles y los significados hondos y trascendentes que Cirlot sabe detectar en ellos o conferirles. Así, en el capítulo dedicado al Ilusionismo glosa, entre otros ingenios de barraca, las “cabezas parlantes”, y a partir de ellas recuerda el conmovedor episodio del Quijote en Barcelona, cuando el caballero de la Triste Figura interroga a una Cabeza Parlante sobre la realidad o sueño o invención de su aventura en la cueva de Montesinos; y cita el libro La Feria de José Gutiérrez Solana; y la sentencia final del Tractatus de Wittgenstein, y el Hamlet de Shakespeare, antes de describir la Caja de espadas donde el mago o prestidigitador encierra a una muchacha colaboradora suya, y luego procede a atravesar la caja, en todas direcciones, con varias espadas y lanzas. Es de suponer que después de este tratamiento la joven habrá quedado “espantosamente perforada”, pero cuando el mago arranca las espadas y abre la caja, la joven aparece, ilesa. “Sonriente salta al exterior, vuelve a sus corteses genuflexiones y desaparece”. Este simulacro debería interesarle a Hamlet, pues “¿Qué significado tiene este juego de ilusionismo sino el misterio del ser y del no ser? La ausencia de la muchacha simboliza el aspecto negativo del devenir, las armas son los procedimientos que el tiempo, la destrucción y la muerte asestan contra la vida. Su resurrección final, como la de los campos en primavera, es el mito de todas las constantes resurrecciones y la promesa de la nuestra”.
Señalaré ahora un detalle menor pero que algunos lectores seguro que valorarán, siquiera como muestra del cuidado de esta edición. Como es lógico la de Argos no podía incorporar, como sí hace la de Wunderkammer, un pequeño y fascinante documento que llama la atención y que confirma una vez más que Cirlot era incesantemente poeta. Me refiero a la fotografía de la dedicatoria que éste escribió para el ejemplar del libro de Modest Cuixart, con el que entonces tenía asiduo trato, como con los demás miembros de Dau al Set, y que dice: “Para ese fantasma verdadero / entre las cuerdas de mi boca / y el espacio de mis consecuencias más increíbles, / como si fuésemos dos piedras / en el fondo de la misma cisterna”.
¡Dos piedras en el fondo de la misma cisterna! Es una imagen abismal, de sugerencias sin fin. Hablaremos de ellas la próxima semana.