Quien tenga entre las manos el Charles Bukowski. Un disparo en la oscuridad que acaba de publicar Carlos Mármol ha de saber que tiene un perfecto tesoro, pero también una poderosa arma defensiva. La editorial Athenaica, dentro de su colección Breviarios, ha dado a este libro un formato pequeño, casi inocente y mínimo, una encuadernación elegantemente blanca y una composición interior que invita a la lectura y la hace grata y atractiva. Nada mejor para un texto ya de por sí extraordinario. En poco más de cien páginas, nuestro señor don Carlos, homónimo de su poeta, periodista, escritor y estudioso de la cosa, nos dice quién fue el hombre, qué pensó, qué escribió y por qué lo escribió. Casi como un milagro, uno termina de leer el libro –el librito–, y ya sabe quién fue Charles Bukowski y se lanza ávido hacia la estantería para releerlo o a la biblioteca para hacerse por primera vez con alguna de sus obras.
Eso sí, todo se ofrece al que lee sin un ápice de retórica por parte del que escribe, sin que sobre una palabra, sin alardes gratuitos, pero con una escritura inteligente, limpia y precisa, que actúa como cauce para transmitirnos la imagen del poeta nacido en Alemania y pensado en los Estados Unidos de América. Académicos, filólogos y estudiantes de literatura deberían ser los primeros en leer este ensayo para saber cómo se puede y se debe explicar a un poeta. Sus breves páginas encierran una erudición extraordinaria, pero que nunca se hace visible ni cansina, pues de principio a fin está perfilado y escrito con una perspicacia simple y certera. Pocas cosas hay más dignas de admiración que esa capacidad de explicar de una manera simple lo que es de por sí complejo.
A través de seis capítulos avanzamos desde el hombre hasta su escritura, siguiendo una pauta de referencias musicales, que marcan el tono del discurso y de lectura: La vida es una mierda (Obertura sinfónica), El hombre y la mascara (Allegro ma non troppo), Fiesta & drama (Adagio eléctrico), Absolut Marginalia (Scherzo da capo), Limpiar la partitura (Rondeau) y El estilo y la verdad (Grand finale). Todo comienza con la persona del poeta y con algunos episodios claves en su biografía, y a partir de ahí Mármol avanza hacia el Bukowski escritor, hacia su visión del mundo, sus reflexiones esparcidas sobre la literatura propia y sobre la ajena o su encaje y desencaje en la tradición, hasta su incorporación final al canon.
Porque sí, Charles Bukowski, a pesar de sus exabruptos, a pesar de su apuesta por la realidad en la poesía, a pesar de su lenguaje directo, incluso a pesar de su expresa voluntad antirretórica, forma parte de nuestro canon de la literatura occidental. Precisamente ese canon que quieren tirar por tierra los movimientos woke, los abanderados de lo políticamente correcto, los inquisidores culturales de la cancelación, en fin, todas esas buenas gentes dispuestas siempre a escandalizarse por cualquier cosa y en cualquier momento.
A su lado y entre los condenados en la cruzada desplegada en nombre de la moralina están otros grandes como Vladimir Nabokov, George Orwell, Aldous Huxley, Homero, Shakespeare mismo, Balthus y sus cuadros, Woody Allen, y hasta Tintín, Astérix y Obélix, cuyos libros fueron quemados no hace mucho en Canadá porque resultaban ofensivos. Sí, señor; aunque vaya usted a saber porqué. Al fin y al cabo, la ofensa, como el honor en el Siglo de Oro, está dentro de uno mismo.
Ya lo ven, ese fuego purificador de las mentes bien pensantes, de los santos profesionales amenaza a un Bukowski que quiso reflejar en palabras su cruda visión del mundo y de la existencia humana. Pero antes de que los héroes y las heroínas de la nueva beatería vengan con antorchas a convertir sus versos en ceniza, tenemos la obligación de defender la inteligencia y la libertad frente tanta nueva barbarie y tanta tontuna. Por que el bárbaro no es el que dice o escribe cosas bárbaras, sino el que ni sabe ni quiere entender, el que no acepta la lengua de los otros.
Este Charles Bukowski es también, a su modo, un disparo en la oscuridad que Carlos Mármol lanza, ofreciéndonos al poeta como munición. Leerlo es un acto de rebeldía, de defensa contra estos inquisidores. En otras, cosas, porque estamos ante un libro clarividente y poderoso que nos ayudará a salvar de la quema no solo al poeta norteamericano, sino a todos los escritores que amamos y también, llegado el momento, a nosotros mismos.