Hay listas de música muy bien escogidas para poder leer, o para estudiar. Acompañan, llenan el ambiente, con melodías que permiten que los ojos se desplacen por las páginas impresas. La historia del protagonista enciende los ánimos del lector, pero, ¿qué acabo de escuchar? La música da entrada al sentimiento, lo estimula, pero la lectura exige otra cosa, demanda concentración, un mundo interior sin interferencias. ¿Ha querido jugar con todo ello J.M. Coetzee, el premio Nobel de Literatura, el escritor que prefiere la frase corta y punzante, el autor de La edad de hierro, Desgracia o Vida y época de Michael K?
Coetzee tomó una decisión: publicar en español sus obras antes que en el inglés original, con la idea de que el norte anglosajón no puede dominarlo todo y que el sur debe tener más oportunidades. Ha sido la editorial argentina El Hilo de Ariadna la escogida para publicar El polaco, una historia que sobrecoge por su simplicidad y su carga de profundidad. La traducción ha sido responsabilidad de Mariana Dimópulos, en la editorial que dirigen Leandro Pinkler y Soledad Costantini. En un año aparecerá en inglés y en el resto de lenguas interesadas en la obra.
Un juego sobre otra historia, metaliteratura sobre un músico polaco, Chopin. Su amante, George Sand, reflejó su particular relación en Un invierno en Mallorca. Y la protagonista de El polaco, Beatriz, o la Beatrice idealizada de Dante, invitará a un músico ya muy maduro, intérprete de Chopin, a la casa familiar en las afueras de Sòller, en Mallorca. En este terreno se explaya Coetzee, con su estilo de siempre, con esas frases cortas, con las palabras escogidas como si se tratara de un cirujano.
Esa Beatriz vive en Barcelona, donde el intérprete de Chopin ofrece una serie de conciertos, invitado por un círculo musical que organiza recitales mensuales en la sala Monpou, en el Barrio Gótico de Barcelona. La dama, que forma parte de una clase social bien instalada, en la Barcelona burguesa, no pretende destacar, no quiere ser la Beatrice de Dante, pero es la elegida y se verá conmovida por un amor racional, el que busca un músico que quiere tener un referente para los últimos años de su vida. Un hombre que desea el alma más que el cuerpo.
¿Qué busca Coetzee? Es el interrogante que lanza al lector al proponer esa extraña alianza entre literatura y música. Sabe el escritor que los dos mundos difieren, como son distintos los mundos y las vidas de Beatriz y del músico polaco, la mediana edad de ella, y la edad avanzada de él.
Hay cartas y mensajes cruzados y contacto físico. Y el hecho, no menor, que supone la propia nacionalidad del músico: un polaco que esconde una vida dura, en un país que fue comunista y que ha vivido siempre encerrado entre el gigante ruso y las ambiciones alemanas. Un músico que interpreta a su manera a Chopin, que ha dejado de ser el favorito para escuchar al amante de Sand. Las modas interpretativas ya son otras. Se ve una pieza de museo.
Coetzee juega también con las lenguas. El lector español debe contar con esa circunstancia, que la traductora Dimópulos resuelve con total eficiencia. Los dos amantes, que parten de situaciones desiguales, hablan en inglés para entenderse. Y Beatriz deberá encargar traducciones al español de los versos en polaco que el músico escribe a su última amada para recordar que ha vivido con pasión en sus últimos años. ¿Qué importancia acaban teniendo los idiomas, las formas de entender al otro y cómo nos acercamos a lo diferente?
Silencio para leer
La novela de Coetzee es un privilegio para el lector en español, antes de que se pueda apreciar en la lengua original. Lo que plantea supone un reto que solo la literatura puede ofrecer: ¿es posible llevarlo todo a la racionalidad más fría, con palabras que el otro respeta y acepta, con invitaciones y negaciones que cada uno de los dos protagonistas valora y encara sin reproches? ¿Es posible con el influjo de la música de Chopin considerada como la que mejor refleja el alma de un polaco?
Aceptemos la propuesta del escritor sudafricano, premio Nobel en 2003, que escribe sin reclamar cumplidos, sin ornamentos, de forma cruda, para provocar, precisamente, los más hondos sentimientos. Y con una idea central: ¿cómo conseguimos el alma de los otros?
Literatura de alta precisión, con el interrogante de si se puede leer o no con música de fondo. ¡Claro!, se dirá, pero cuando uno se sumerge en las notas de Chopin es mejor abandonar por unos instantes el libro. Y, de la misma forma, la lectura precisa el silencio, el que impone la Beatriz de Coetzee, la Beatrice de Witold, el polaco que muere pensando en su amada catalana.