Un tostón. ¿En verano? Peor todavía. Pero eso es un prejuicio. Platón sigue vigente, y Séneca, y Marco Aurelio y Ovidio. “Están con nosotros, ¿quién no ha visto El señor de los anillos?”, se pregunta Emilio del Río. Y él mismo responde, con ánimo, con empatía, con la necesidad de transmitir su amor por el mundo clásico. Lo refleja en Locos por los clásicos (Espasa), un libro que actúa como una guía para redescubrir, o, para conocer por primera vez, a autores que llevan siglos “entreteniendo, formando y divirtiendo al lector”. ¿El verbo es divertir?
Emilio del Río es doctor en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid, y desde 2012 se encarga, con gran éxito de audiencia, de la sección de latín y cultura clásica ‘Verba Volant’, primero en No es un día cualquiera y ahora en Las mañanas de Radio Nacional, dirigidos y presentados ambos por Pepa Fernández. Pero Del Río se ha explayado con su podcast Locos por los clásicos, que es uno de los más populares en RNE. “En los autores clásicos lo encontramos todo, temas y actitudes que ahora vemos en libros de autoayuda, por ejemplo, y que fueron tratados con empatía, honestidad y con ganas de entretener al lector”, señala Del Río en una conversación con Letra Global.
Su posición es clara y la constata en los comentarios que incluye en cada una de las entradas del libro, correspondientes a autores clásicos. Sobre la Historia de la guerra del Peloponeso, de Tucídides, Del Río considera que en ese texto ya está anunciado el problema de las fake news. El historiador griego lo apunta con sus propias palabras: “Qué poco importa a la mayoría la búsqueda de la verdad y cuánto más se inclinan por lo primero que encuentran. Por eso no se equivocará quien, de acuerdo con los indicios expuestos, crea que los hechos a los que me he referido fueron poco más o menos como he dicho y no dé más fe a los que sobre estos hechos, embelleciéndolos para engrandecerlos, han cantado a los poetas, ni a los que los logógrafos han compuesto, más atentos a cautivar a su auditorio que a la verdad”.
Un legado que llega por azar
¿Y qué dice Emilio del Río, en tiempos de gran convulsión como los actuales, aunque esa es otra lección y es que los contemporáneos siempre creen que viven esos momentos de cambio?
“Los influencers y los logógrafos (asesores políticos) serían nuestros actuales ‘creadores de opinión’. ¿Hay algo de más actualidad que estas palabras de Tucídides reivindicando la verdad frente a las fake news? La primera de las manipulaciones empieza por el lenguaje. Así ha sucedido siempre, y lo sufrimos –¡y de qué manera!—en nuestra época. Hace dos mil quinientos años, Tucídides ya denuncia la manipulación del lenguaje por los populistas”.
La gran paradoja, que Del Río admite, es que hemos accedido a autores clásicos, de Grecia y de Roma, por puro azar. O no tanto. Por la voluntad de unos pocos, que supieron y quisieron transmitir ese conocimiento y legado. “Realmente podemos leer a autores como Lucrecio por pura suerte, por azar, y eso es sorprendente y nos debe llevar a mostrar una mayor pasión, porque, al contrario de lo que se cree, son escritores sencillos y divertidos que querían conectar con el lector, como hoy también perseguimos todos los autores”, señala Emilio del Río.
El caso del romano Lucrecio –se cree que nació en la Campania, la región de Nápoles y Pompeya-- es realmente sorprendente, y lleva al lector a seguir un hilo que nunca se acabará, porque las investigaciones son constantes y también las interpretaciones. Esa es la pasión que busca Del Río, y que el mundo cultural aplaudirá si acaba teniendo éxito. ¿Por qué?
Lucrecio, autor de De rerum natura, Sobre la naturaleza de las cosas, es una obra inacabada, refleja la filosofía epicúrea y habla de los males de la religión, de la felicidad asequible del hombre sencillo, de la dulzura de la poesía y de por qué no debemos temer a la muerte. Es todo lo que no quería el cristianismo. Entonces, ¿por qué se salvó? Eso es otra historia, la que explicó el profesor de Harvard, Stephen Greenblatt, en su obra El giro. De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno, con la que ganó el premio Pulitzer en 2012. Fueron monjes alemanes los que copiaron el texto de Lucrecio y lo salvaron de la destrucción. ¿Interés intelectual en que pudiera conocerse, más allá del oscurantismo cristiano?
Esas son las cosas prodigiosas de la Historia, las que Del Río quiere explicar al lector, a pesar de que las autoridades políticas no lo ponen fácil. “Las humanidades se pierden, se arrinconan en los planes educativos y eso es una verdadera tragedia”, señala Del Río, que no esconde esas críticas en su libro, con la esperanza de que la enseñanza del latín o del griego antiguo no se pierda. “Los anglosajones y los alemanes tienen mucho más claro que ese legado no se puede perder, y en España deberíamos aprender, porque, a priori, ese poso cultural nos es más cercano”, insiste.
Porque, ¿qué vemos en el cine, o qué leemos en las grandes obras de la literatura universal? Platón cuenta una historia en La República. La obra es un diálogo –la forma más utilizada por los clásicos para llegar mejor al lector—entre Sócrates y otros seis personajes. Glaucón, hermano de Platón, cuenta la historia del pastor Giges, que se encuentra con una sortija de oro en la mano de un cadáver. Se la lleva y se da cuenta, por azar, que si deja el engaste de la sortija de cara a la palma de la mano se vuelve invisible.
Eso da pie a una reflexión sobre la justicia, sobre la naturaleza humana, sobre la posibilidad de cometer una injusticia si nadie se entera. Solo son justas las personas por miedo al castigo de la ley o por el premio por el buen comportamiento. Porque, ¿qué haríamos con el anillo de Giges?
Cicerón, Rousseau y otros muchos se plantean qué hacer con ese anillo. Y Tolkien lo recoge en El señor de los anillos, donde ‘el anillo único’ da también la invisibilidad a quien lo lleva. Entre 2001 y 2003, la obra se llevó al cine, de la mano de Peter Jackson, con un enorme éxito de espectadores.
Marco Aurelio en la playa
“Platón marca el camino del pensamiento occidental”, señala Del Río, que incide en que no deberíamos perdernos esa fuente original. “Leer a Platón es una de las mejores cosas que podemos hacer, y de las más entretenidas. No me creo que a tanta gente durante siglos le haya gustado un tipo que es un peñazo”, añade Emilio del Río, que ofrece un dato impactante: “Solo nos ha llegado sobre un 10% de lo que se escribió en esa época, por tanto, sería lógico aprovecharlo”.
La apuesta de Emilio del Río es ambiciosa. ¿Dejamos los libros de autoayuda y volvemos a los clásicos? ¿Se puede leer a Marco Aurelio en la playa?
Esa es una especie de revolución en momentos en los que las humanidades pierden peso. Aunque los departamentos de recursos humanos de las grandes multinacionales miran ahora a profesionales que tengan altos conocimientos en filosofía o en Historia, las Meditaciones de Marco Aurelio no sería el libro para llevarse junto al bañador. Pero, ¿por qué no?
Tener en cuenta lo que depende de nosotros y aquello que no dominamos es la primera regla para una buena vida. Apunta Marco Aurelio, uno de los grandes emperadores del mundo romano:
“Aunque vivieras tres mil años acuérdate siempre de que no se pierde otra vida que la que se vive, y que solo se vive la que se pierde. Así, la más larga vida y la más corta vienen a reducirse a lo mismo”.
¿Qué dice el divulgador y entusiasta del mundo clásico? “Si se le leyera –a Marco Aurelio—muchos no perderían tanto tiempo con tantos charlatanes de la autoayuda, porque Marco Aurelio es uno de los mejores refugios vitales. La publicidad de su libro podría ser: ¡Autoayúdate con Marco Aurelio!”.
Así que sí se puede incluir en el bolso de la playa. ¡O de la montaña, claro!