Sicilia es la isla más grande del Mediterráneo. Lugar prodigioso, invadido por pueblos y culturas de herencias definitivas, visitarla significa entrar en contacto con el patrimonio de los griegos, romanos, bizantinos, árabes y normandos, entre otros muchos pueblos. Allí se superponen todas las capas de la historia mediterránea. Aunque el viajero decida visitarla una sola vez, tendrá que volver. Pero esa es la paradoja, solo el primer viaje (que se planeará como único y definitivo) será el motor del segundo y tercero. A Sicilia hay que ir y volver desde Palermo; desde Catania y, después, elegir qué archipiélago se visitará y desde dónde. Al igual que su vasta herencia cultural y patrimonial, los libros sobre Sicilia son infinitos. Aquí propongo una breve lista, centrada en autores italianos.
Los Virreyes de Federico de Roberto (Acantilado). No conocía la novela. Oí hablar de ella en mi primer viaje a Catania. Durante la visita al gran Monasterio Benedictino la guía se refirió varias veces a la familia protagonista, cuyo príncipe Consalvo había vivido allí. La novela narra la vida de la familia Uzeda (virreyes de Catania en el siglo XV) entre 1855 a 1882, época que recoge los primeros motines a favor de los Saboya, hasta el establecimiento del nuevo sistema y la reunificación. Con una estructura admirable, De Roberto narra el desencanto de la burguesía del Sur que ve en la política del país una posibilidad de cambio. La novela se centra en la familia, una historia de varias generaciones que actúan en función de la codicia y el interés. De Roberto retrata en detalle los nobles y grandes burgueses de la ciudad, sus comportamientos decadentes, clasistas, sus engaños y sus extravagancias. Leonardo Sciascia y Tomasi di Lampedusa tuvieron muy presente la novela para sus obras sicilianas. La lectura de Los virreyes resulta especialmente indicada para recorrer Catania e imaginar también el cambio que supuso para la isla la época de la democracia parlamentaria.
El día de la lechuza de Leonardo Sciascia (Tusquets). Sicilia es Sciascia y Sciascia es Sicilia. Matteo Collura dice en Il maestro de Regalpetra (una de las mejores biografías sobre el escritor) que el también político, periodista y maestro fue el mejor intérprete del alma siciliana. Publicada en 1961, El día de la lechuza, es la primera novela italiana seria sobre la mafia. La obra transcurre en un pueblo de Sicilia y narra los asesinatos cometidos por la organización, además de la lucha del comandante Bellodi por descubrir la verdad y arrestar a los culpables. Las consecuencias del crimen se extienden hasta involucrar a un ministro de la Democracia Cristiana. Para Sciascia, la mafia, el fascismo y dicho partido político representan los tres grandes del crimen en el país. La publicación provocó grandes críticas y la Democracia Cristiana declaró que era mentira y que no había una organización criminal con el nombre de mafia. Así se puso en evidencia uno de los objetivos del libro: mostrar el silencio que provoca los crímenes y la existencia de la organización. Autores como Manuel Vázquez Montalbán y Andrea Camilleri habrían escrito de otra forma si no hubieran leído a Sciascia.
Sicilia mía de Cesare Brandi (Elba). Esta obra es uno de los grandes libros de viaje de la isla. Brandi, historiador de arte y fundador del Instituto Central de Restauración de Roma se fija con detalle en paisajes y formas que no aparecen en otros libros. Autor de libros de viaje a Egipto, Grecia o Turquía, escribe con gran erudición y, sobre todo, sensibilidad y reflexión. Brandi está atentísimo a lo que sorprende y es capaz de traspasar esa novedad a la escritura. Una montaña, un palacio, un muro, la piedra seca, una casa. Un pequeño cambio de lo visto a diario puede ser motor y agente de transformación. Su capítulo “Casas en Panarea”, por ejemplo, es un alarde de cómo el lenguaje puede transportar lo nuevo. “¿Para quién un viaje a Sicilia no ha representado un premio, casi el cumplimiento de una promesa?”, se pregunta. Su libro es la mejor respuesta.
Bagheria, Dacia Maraini (Minúscula). Bagheria es el nombre de una población a menos de veinte kilómetros de Palermo. Allí llega Maraini, una de las grandes escritoras contemporáneas italianas, de niña con su familia desde Japón en 1947. Buscan refugio en la mansión materna tras la guerra. Ya adulta, regresa al pueblo y se abandona a la memoria. Mientras evoca olores, colores y gustos, habla también de sexo, del papel del padre, defiende a la mujer, relata la historia del pueblo y crítica los abusos de los constructores y la mafia. Su gran acierto es trenzar los acontecimientos de una forma única. No es que el sentido o la emoción de una cosa dé paso a la otra, es que la sensación que provoca cada una lleva a la siguiente. Bagheria tiene momentos muy poéticos y desplega una memoria que merece la pena leer: “En Bagheria se hacen helados exquisitos: pequeñas flores de chocolate rellenas de pasta helada blanda y perfumada, de jazmín, de menta, de fresa o de coco. Por no hablar del más tradicional hielo de melón, que no es un helado como parece sino una gelatina de sandía del color coralino, sembrada de semillas de chocolate. ¿Y qué decir del helado de campo, que es una especie de turrón de azúcar de colores delicados cuyo gusto de pistacho se mezcla con el de la almendra y la vainilla”.
Sicilia paseada, Vincenzo Consolo (Traspiés). Hace Consolo un itinerario cultural por una isla que ama sin reparos. El escritor de Messina la personifica y la convierte en la protagonista del libro. Ha nacido allí y tiñe el recorrido de una geografía emotiva que traspasa rápido al lector a través de lugares como Pantálica, Siracusa, Palermo, Ragusa o Messina. Con un tempo muy similar al del paseo, lento y detallado, se detiene en dioses, poetas, ciudades y mitos. Y, sobre todo, “acompaña” a Goethe en su viaje por la isla en 1787, aunque en sentido opuesto, de Oriente a Occidente. Consolo recuerda que Sicilia también es de sus escritores y cita a Gesualdo Bufalino, Vitaliano Brancati y Pirandello. Imposible no acordarse también de Andrea Camilleri y su libro siciliano: Gotas de Sicilia (Gallo Nero). Isla metafísica y sobre todo barroca, los paseos de Consolo pueden servir como una guía de viaje cultural y sentimental por su isla natal: “isla de la quietud, del abandono, de la belleza desplegada y espinosa; tierra de naturaleza generosa, de luz clara, de las aguas, de los bosques, de los jardines y de los azahares perfumados. Isla de existencia pura y contraste. Isla de la infancia de los mitos y de los cuentos”.