Una mañana de julio quedé atrapado con muchos otros pasajeros en una puerta de embarque del aeropuerto de El Prat. El avión a Mallorca se demoraba mucho. En el mismo vuelo que nosotros tenían que viajar los músicos de la banda Montuïri, creo que valenciana, y para entretener la espera se les ocurrió sacar de sus fundas los instrumentos, se pusieron en orden y tocaron un pasodoble. El aire espeso de la hacinada sala de embarque se llenó del poderoso sonido de la banda, de la exaltación breve del magnífico pasodoble. ¡Victoria rotunda, aplastante del espíritu entusiasta sobre los vuelos que se demoran y sobre todo lo demás! El pasodoble, me dijeron, se titulaba Amparito Roca. Amparito Roca. Me gusta la contradicción sugestiva entre el nombre en diminutivo y la dureza seca del apellido. ¿Quién sería, cómo sería Amparito Roca, y fue consciente de haber sido transfigurada en pieza musical? Esto sucedía, estas preguntas me hacía en julio del año 2001. Luego supe que el compositor fue barcelonés y se llamó Jaime Texidor, que fue director de una banda y profesor en Valencia, y Amparo Roca era una alumna suya a la que enseñaba a tocar el piano, muy amiga de su hija. La niña debía de tener gracia. El pasodoble que su profe le dedicó se hizo muy popular y es socorrido en fiestas mayores de Valencia, Tarragona, Cestona…
Pensaba en esto el otro día al mirar muy impresionado un vídeo de un tal Rasă Todosijević en el museo de arte contemporáneo de Belgrado que data de 1978, una década en que hubo en Yugoslavia una cierta efervescencia en ese campo; se sucedieron dos generaciones de artistas muy inquietos, frescos, originales, y entre ellos Todosijević fue uno de los más activos. El vídeo se titula Was ist Kunst, Marinela Koželj? ¿Qué es el arte, Marinela Koshelísh? ¿Qué es el arte? Es una pregunta prácticamente tabú en el campo del arte contemporáneo, sostiene Oriol Fontdevila en su libro El arte de la mediación. La pregunta, formulada no en serbocroata sino en alemán –idioma que en aquellas regiones tiene ya de por sí connotaciones imperiosas y agresivas—, la formula Todosijević en mil tonos, mayormente amenazante, inquisitivo, examinador, pero también desvalido, implorante, ansioso, mientras su mano amasa y retuerce durante once minutos la cara de Marinela, que durante todo ese tiempo permanece perfectamente inexpresiva. En eso consiste el vídeo: la cara de Marinela y la mano de Rasă acariciándola, aplastándola, pellizcándola, retorciéndola, mientras la voz repite la pregunta, la pregunta del millón. Hay humor, exigencia y tensión.
Una pieza potente, magnífica, aunque se desconozca el contexto en que se gestó y las preocupaciones a las que da voz. Otra versión de la misma se puede ver en Londres, en la Tate, que la adquirió en 2014. Después de filmar el vídeo, Rasă y Marinela, que son pareja en el arte y en la vida, lo convirtieron en una “performance” que consiste exactamente en lo mismo: él retorciéndole a Marinela su impasible cara durante once minutos, mientras repite hasta la extenuación la pregunta en alemán.
¿Qué es el arte? Siempre recuerdo como una de las respuestas más modestas, más resignadas y más inteligentes la de Carlos Pazos: “Algo que nos hace compañía”. Lo cual me recuerda cuando Proust señala, en Sur la lecture, que de los libros que tanto nos impresionaron cuando los leímos de chicos lo que recordamos, sobre todo, además de una vaga atmósfera, es la circunstancia exterior: dónde estábamos, en qué ambiente, en qué estado de ánimo, cuando los leímos.
Otros que también han pensado en estas cosas son más pretenciosos o ilusos. Ahora mismo en la exposición de Málaga dedicada a Bruce Nauman de la que hablaba Guillermo Busutil en este medio el otro día, se puede ver (hasta el 1 de septiembre) la ya mítica obra Anuncio para una ventana que consiste en una espiral de tubos de neón rosa en cuyo interior unas letras de neón azul dicen: The true artist helps the world by revealing mystic truths, el verdadero artista ayuda al mundo revelando verdades místicas”. Una obra ya legendaria, mil veces vista. Según cómo esté colgada en la pared de tal o cual museo la frase parece más asertiva o más irónica. El mismo Nauman explicó así su ambigüedad: “Para mí lo más difícil de esta obra fue su afirmación. Era una especie de test –como cuando dices algo en voz alta para comprobar si crees en ello–. Una vez escrito, constaté que la declaración por una parte era totalmente estúpida y sin embargo, al mismo tiempo yo me la creía. Es verdad y al mismo tiempo no es verdad. Depende de cómo lo interpretes y de cuán en serio te tomes a ti mismo. Para mí sigue siendo una idea muy fuerte.”
¿Verdades místicas? “Una tarde hecha de rosa y de azul místico/ intercambiamos un resplandor único”, escribió Baudelaire, a lo mejor presagiando el neón de Nauman y el glorioso florecimiento, en este mundo, de Amparito Roca y de Marinela Koželj.