A Trepucó le ha sorprendido la primavera. El poblado talayótico, uno de los más grandes de Menorca, está sembrado de margaritas y espárragos silvestres a la sombra de los acebuches. Me acerco a una de las taulas y me apoyo con coquetería, al igual que en la foto que vi hace unos días de Margaret Alice Murray (Calcuta, 1863-Welwyn, 1963), una de las grandes arqueólogas británicas de la posguerra. La egiptóloga, arqueóloga, antropóloga, historiadora, folclorista y autora de 30 libros viajó a España y vivió en Menorca entre 1930 y 1931, realizando la primera excavación científica de un yacimiento menorquín. La investigación fue encargada por el Museo de Etnología de la Universidad de Cambridge.
La expedición estaba formada por Edith Guest (fotos y planos), Hilda Campion y John Vernon (ayudantes de la excavación) y Balakrishnan Nayar (encargado del templo de Torreta). El trabajo fue recogido en tres volúmenes fundamentales para el estudio de la arqueología prehistórica, Cambridge Excavations in Minorca (1931-34), que incluían más de cien páginas con imágenes y fotografías. De ellos, solo el primero ha sido traducido, en la Revista de Menorca, en 1933, por Juan Flaquer y Fábregues. De su estancia son además las segundas descripciones de las que se tiene constancia de la cerámica ibérica, la defensa de la finalidad religiosa de las taulas y el estudio de la trepanación de los cráneos en época prehistórica.
Murray había nacido en Calcuta y formaba parte de la élite imperial británica. Vivía en el área europea, aislada de los calcutenses, pero en su casa hubo diez criados indios, por lo que se puede decir que se crió en un cierto hibridismo británico-indio. En 1870, Margaret y su hermana Mary viajan a Gran Bretaña para vivir con su tío John, quien les despierta el interés en la arqueología al mostrarles los monumentos locales. Después, viaja a Alemania para aprender la lengua y, más tarde, vuelve a Calcuta (“viajar es lo que más me satisface”, afirma al final de su vida), donde se licencia como enfermera y trabaja siete años en el Hospital General de Calcuta.
En 1887, regresa a Inglaterra y, alentada por su madre y hermana, se inscribe en el departamento de egiptología recién inaugurado del University College London (UCL), que dirige el arqueólogo William Flinders Petrie, de quien enseguida se convierte en copista, ilustradora y asistente. En 1898 es nombrada profesora junior, lo que la convierte en la primera profesora de arqueología del país. Esto, junto con su participación en las excavaciones egipcias, le genera problemas con sus compañeros, a quienes no les gusta recibir órdenes de una mujer. Dicha experiencia y las discusiones con otras arqueólogas del movimiento feminista le harán defensora de la causa feminista. Desgraciadamente, una gran parte de sus contribuciones a la arqueología y la egiptología se pasarán por alto pues su trabajo se ve ensombrecido por el de Petrie. A Murray se le consideró más como una de sus ayudantes en vez de una erudita.
En la misma época, cataloga las colecciones egiptológicas del Museo Nacional de Dublín, el Museo Nacional de Antigüedades de Edimburgo y la Sociedad de Anticuarios de Escocia. Durante la Primera Guerra Mundial, se inscribe como enfermera voluntaria y, tras enfermar en Francia, la envían a recuperarse a Glastonbury, cuyo castillo se le hace interesarse por el folclore. Un estudio que le lleva a investigar los juicios de las brujas en la Europa moderna.
En 1927, se une a la Sociedad de Folklore y dirige las excavaciones arqueológicas de Malta entre 1921 a 1927. Durante las mismas, aprovecha para compilar la edición de Maltese Folk Tales (1932). A pesar de su intensa actividad, nunca abandona sus trabajos como egiptóloga. En 1924, asciende a profesora asistente, y en 1927 recibe el doctor honoris causa por su carrera, lo que le da mayor libertad y permite pasar más tiempo viajando. A pesar de alcanzar la edad de jubilación en 1927, continúa la labor docente hasta 1935.
En 1949, publica Ancient Egyptian Religious Poetry y, en 1953, es nombrada presidenta de la Sociedad de Folklore. En 1962, ya enferma, decide mudarse al Queen Victoria Memorial Hospital, donde vive los últimos 18 meses de su vida. Sus dos últimas obras presentan un gran interés. En The Genesis of Religion, defiende que las primeras deidades fueron mujeres y su autobiografía, My First Hundred Years, recibe grandes elogios. Muere el 13 de noviembre de 1963.
Con un personaje de semejante interés, muchas son las cuestiones que quedan todavía por estudiar. Sus tres viajes a España y estancias en Menorca están aún por detallar. También queda por hacer la traducción de la mayor parte de sus obras, incluidas las que escribe de las investigaciones en el país.
En 1949, vuelve a Mahón ya octogenaria. El Ateneo le rinde un homenaje y la nombra Socia de Honor. La invita a dar una conferencia que imparte, por primera vez en su vida, en francés: “Importantes puntos de la arqueología en Menorca”. Viene acompañada por su sobrina, que le ayuda como secretaria, y comenta (confidencialmente) que le habría gustado ser nombrada Doctor Honoris Causa por la Universidad de Barcelona. El último rastro de Murray es la carta que envía al Ateneo agradeciendo su nombramiento como Socia de Honor a los pocos meses. Yo aún la veo activa y laboriosa entre los sillares de Trepucó y caminando por las callejuelas de Mahón rumbo a una invitación en una de sus casas señoriales. Pero hace falta saber más.