Ahora que un secuestro cautelar les impide vender Fariña, su libro no sólo más exitoso, sino el que los salvó de la quiebra, todo el mundo recuerda la frase que los editores de Libros del K.O. eligieron como lema inquietantemente premonitorio: “Todo va a salir mal, y nos parece estupendo”. A ellos, los cuatro socios iniciales, Emilio Sánchez Mediavilla, Álvaro Llorca, Guillermo López y Alberto Sáez, más el quinto Beatle Javier Lafuente, ya no les hace tanta gracia. Menos aún si alguien viene a recordarles cómo eligieron el nombre de la editorial, de una portada de Esquire que también predijo una derrota legendaria, la de Floyd Patterson que cayó por K.O. en el primer asalto ante el delincuente, violento y vinculado a la mafia, Sonny Liston. George Lois, el genio creador de la portada, dijo lo siguiente: “Fue un éxito y se agotó rápidamente. Era una portada sobre el combate, pero también quise mostrar lo que supone la derrota en nuestro áspero mundo: que te den por muerto”. Elegir el K.O. como símbolo de algo tiene ese pequeño inconveniente. En una editorial especializada en periodismo narrativo puede significar a veces noquear a la novela más melindrosa de la temporada. Otras veces el que cae a la lona puede ser uno mismo. La clave, como en todo, consiste en no tirar la toalla. Y en sonreír, como no dejaron de hacer Sánchez Mediavilla y Sáez en esta charla.
–Me temo que toca empezar hablando del secuestro de Fariña. ¿Cómo va el tema?
Emilio: Se ha cumplido la peor expectativa, que es comernos el éxito de la serie sin poder vender libros.
Alberto: El 30 de mayo la Audiencia Provincial se va a pronunciar sobre el recurso de apelación que pusimos contra la medida cautelar de la jueza de Collado-Villalba. Y podrían pasar tres cosas: que nos den la razón y volvamos a vender libros, que todo se quede como está, o que haya una solución intermedia como podría ser que se aumente la caución del demandante [el exalcalde de O Grove, Pontevedra, José Alfredo Bea Gondar], fijada en diez mil euros.
–Lo peor es que además de impedir la venta, Bea Gondar os exige 500.000 euros de reparación.
A: Eso va por otro lado y se dirimirá en el juicio del 21 de junio. Nuestra apelación va sobre el secuestro cautelar, para que podamos seguir vendiendo libros.
–¿Qué os preocupa más?
A: Para Libros del K.O., vender libros.
E: Que tengamos que pagar 500.000 euros o cualquier otra cantidad…
A: …es un escenario que no nos planteamos.
–Como toda editorial pequeña, es imaginable que Libros del K.O. viva a salto de mata. ¿Estas demandas os han puesto al borde de tirar la toalla?
A: La editorial está amenazada, ésa es la palabra.
E: Fariña no sólo es el libro que más dinero ha dado a la editorial en todo este tiempo, sino el que en su momento nos salvó del cierre. Decir otra cosa es no comprender la importancia que ha tenido Fariña para que hoy sigamos aquí.
A: Todas las editoriales vivimos así, con un diez por ciento de libros que facturan el grueso del dinero que entra y sostienen la publicación de los otros.
–Sólo que en las grandes ese diez por ciento son varios libros y en las pequeñas uno o dos.
E: ¡Claro! Un libro que lleva diez ediciones, que ha vendido cuarenta mil ejemplares, del que nos han comprado los derechos en siete países y una serie de TV que se ha convertido en el éxito de audiencia de una televisión generalista como Antena 3… Como editores somos conscientes de que otro Fariña no nos va a volver a tocar en la vida. Igual ocurre, pero no hay que contar con ello. Y eso es mérito nuestro y por supuesto del autor, Nacho Carretero.
–Tras el secuestro, ¿os habéis llegado a plantear “bueno, hasta aquí llegamos”?
A: No, eso no. La determinación es seguir publicando y haciendo periodismo.
–Es lo que tiene el periodismo. Cuando es bueno resulta incómodo y siempre hay alguien queriéndote cerrar la boca, sobre todo si eres pequeño.
E: A una editorial grande me da la sensación de que habría sido difícil que le secuestraran el libro.
–Cuando fundasteis Libros del K.O. como una editorial de periodismo, ¿contabais con este riesgo?
E: No de forma consciente.
A: Ni siquiera cuando publicamos Fariña, ni tampoco un año después. Todo comenzó con el anuncio de que se iba a rodar la serie.
E: Quizá hemos pecado de ingenuos, pero nunca hemos publicado un libro pensando que nos iba a traer problemas judiciales, ni nunca habíamos hablado con un abogado antes de publicar Fariña. Ahora te paras a pensar y tal vez es que las cosas que estamos haciendo tienen alguna importancia. Pero de esto somos conscientes ahora, no antes.
–Aunque empezasteis con un libro fuerte como El monstruo, de Pablo Pardo, sobre un soldado estadounidense torturador en Afganistán. Y también recuerdo que Crónicas de la mafia, de Iñigo Domínguez, no pudisteis presentarlo en Roma.
E: Es verdad, pero sólo fue que se suspendió una presentación que ya estaba acordada con el Instituto Cervantes. Según publicó después El Mundo, por lo visto fue a pedido del embajador español en Roma, ya que podía suponerle un problema por el repaso que hace Iñigo de la red judicial de Berlusconi y sus implicaciones con la mafia, y lo hace con una claridad expositiva que no se ha visto jamás en Italia. Pero al final tanto ese libro como El monstruo tratan temas internacionales que generan reacciones más diplomáticas que otra cosa.
A: Si el soldado torturador de Pablo hubiese sido español, quizá la reacción habría sido otra.
–Volviendo a Fariña y propiamente a vuestro trabajo editorial, ¿cómo nace ese libro? ¿Sois de encargar temas o de esperar a que los autores os lleguen con propuestas?
E: Ambas cosas. Concretamente, ese libro nace porque pensamos en Nacho. Habíamos leído sus reportajes, nos gustaba lo que hacía, habíamos coincidido en una que otra presentación y en un momento dado Álvaro y yo quedamos a comer con él. Allí Nacho nos habla de un viaje a Ruanda que acababa de hacer y su primera propuesta fue ésa. Nosotros le dijimos que sobre Ruanda ya se habían escrito libros canónicos y que más bien llevábamos un tiempo buscando temas locales. En ese momento él dice: “Hombre, pues a mí siempre me ha interesado el tema del narco gallego. He estado recopilando historias y conozco gente…”. A los postres los tres ya teníamos claro que el libro iba a ser Fariña. Es curioso, porque esto en el fondo te habla de una mentalidad sobre el libro periodístico que dice que lo interesante siempre ocurre fuera, en África u Oriente Medio, donde hay guerras, hambrunas, situaciones límite, y no en la realidad local española. Es como si en periodismo lo local no tuviera prestigio.
A: Cuando llega el típico periodista diciéndote que acaba de pasar un mes en Perú y quiere contar en un libro lo que está pasando allí, nosotros decimos: claro, claro…
E: …vamos a llamar a un peruano para que le expliques lo que es el Perú.
–Quizá sea el sesgo literario del periodismo narrativo. Que la aventura hay que buscarla fuera.
E: Es posible. Al principio era difícil, casi no nos llegaban temas locales, pero ahora se nota cada vez más en nuestro catálogo que los autores están mirando lo que tienen más cerca. Eso no significa que dejemos de publicar temas internacionales. Está por salir un libro sobre Libia y otro sobre el Berlín de entre guerras, lo cual demuestra que nuestros intereses son variados. Pero creemos que hay que hacer un esfuerzo por lo local. Además, cuando el libro toca hueso, como Fariña, ya ves lo que pasa. Y no es que el tema del narco no se hubiera tocado antes. Hay libros publicados en los ochenta y noventa, pero todos enfocados desde un solo ángulo. Es hasta obvio decirlo, pero el vacío estaba ahí: nadie había hecho una panorámica generalista del narco en España.
–Libros del K.O. se funda en 2011 y, según mis cálculos, lleváis publicados 67 títulos. Para mantener el lema “Todo va a salir mal, y nos parece estupendo”, no suena tan mal.
E: En el momento más oscuro del secuestro de Fariña, no me hizo tanta gracia la frase.
–¿Cómo nace la editorial? He leído varias versiones de vuestro mito fundador, pero no creo que ninguna pase una prueba de verificación periodística.
E: Todo comienza cuando conozco a Álvaro en el Festival de Benicàssim. Él trabajaba en soitu.es y yo, que era colaborador, había pedido una credencial para ir. A la semana, ya en Madrid, no sé por qué se me pasa por la cabeza la idea de montar una editorial, y me digo: “¿A quién se lo podría contar?”. Y no sé por qué también, antes de pensar en periodistas a los que conocía de mucho tiempo, pienso en Álvaro, el tío majo y un poco loco al que acababa de conocer. Yo había dejado de fumar, igual que ahora, así que cuando dejo de fumar…
A: …puede pasar cualquier cosa.
E: Le escribí y Álvaro me contestó con otro email larguísimo y delirante diciéndome que le parecía una buena idea. Luego pasan dos años hasta que el proyecto ya se materializa, entran Guillermo y poco después Alberto, que también era gente vinculada a la órbita de soitu.
–O sea, Alberto, que tú también colaborabas en soitu.
A: No, a mí me echaron del trabajo por culpa de soitu. Yo tenía una amiga periodista que era redactora allí, la ayudé con un reportaje sobre bancos, me cazaron como fuente y me echaron a la calle. Por lo que fui recibido en soitu en olor de multitudes como la primera víctima de su labor periodística. Paradojas de la vida, perdí un empleo pero me salió otro. El primer libro de Libros del K.O. se publica en septiembre y yo me incorporo en noviembre.
E: Antes Alberto había querido montar una librería, pero no le salían los números.
–Una librería y una editorial de periodismo. ¿Hombre seguro, eh?
A: Al menos para montar una editorial se necesita mucho menos dinero que para una librería. Ni siquiera hace falta local.
–Soléis decir que trabajáis en pijama, cada quien en su casa.
A: Más que eso: cada quien en un país.
E: A los tres meses de fundada la editorial, Álvaro se va a vivir a México, donde se queda dos años. Vuelve Álvaro de México y yo me voy a Baréin, también por dos años. En ese tiempo coincidimos Alberto en Londres, yo en Baréin, Álvaro en Madrid y Guillermo en Miami. Y cuando entra como socio Javi Lafuente, el quinto Beatle, a las dos semanas El País lo manda de corresponsal a Colombia.
A: Es la maldición del K.O.: te incorporas y te vas de España.
–Yo lo veo como un reclamo para atraer capital: “Si quieres irte a otro país, hazte socio del K.O.”. ¿Cuántos sois ahora?
A: Cinco socios y tres empleados. O sea, tres que además de socios trabajamos en la editorial.
E: Y pronto será la primera vez que estemos cuatro de los cinco viviendo en Madrid.
–Ahora que el mundo del periodismo no se concibe sin el llamado “emprendedurismo”, ¿por qué optasteis por una editorial de libros y no por una revista?
E: En realidad, Libros del K.O. tiene vocación de periódico o revista. Desde el inicio nuestra intención ha sido darle amplitud y estilo narrativo a temas que el lector podría encontrar en cualquier publicación periódica. Pero también es cierto que antes de que se me ocurriera la editorial tenía la típica idea de montar una revista con amigos.
A: El New Yorker en español, esa frase que nadie ha dicho nunca.
E: ¿Qué pasa? Que al final es más fácil por logística, medios, infraestructura y por supuesto por dinero montar una editorial pequeña. Pero aún hoy creo que ninguno hemos descartado la idea de hacer en paralelo o más adelante una revista.
A: Tenemos lo principal, 60 autores que podrían trabajar temas que no dan para un libro pero sí para una gran crónica o reportaje. Lo que no tenemos es el capital que se necesita para ello.
–Vistos de fuera, títulos como La banda que escribía torcido, de Weingarten, o Crónica y mirada, de María Angulo, parecen decir: “¿No sabes lo que es el periodismo narrativo? Toma, aquí tienes”.
E: Sí, son libros fundacionales…
A: …para perder el complejo de inferioridad que todavía parece tener el periodismo narrativo ante la novela.
E: Sobre todo en España.
–¿Qué impresión tenéis del lector español?
A: Que se ha ido adaptando al tipo de no ficción periodística que nosotros le proponemos. Y no porque hayamos descubierto nada, sino porque lo hacemos de manera exclusiva.
E: Esto se ve en las ferias de libros, donde tú estás como tendero y conoces a tus lectores y les pones cara y hablas con ellos, y te das cuenta de que hay un público, seguramente minoritario, que se ha leído muchos de tus libros y quiere más.
–Entre medias una grande como Debate sacó una colección…
E: ¡La ficción real, de la que tengo sus cinco libros, entre ellos ese monumento del género que es La tumba de Lenin de David Remnick! Lo recuerdo perfectamente porque salimos casi a la vez y pensé, por un lado, qué bueno que no estemos solos en esto; por otro, qué miedo: a la que nos metan un codazo nos sacan del camino.
–Sólo fueron cinco libros. Ustedes van por el 67.
E: Porque nuestras exigencias son inferiores. Una vez, hablándolo con alguien, me comentaba las cifras de venta de esa colección, y yo pensaba: para el K.O. habrían sido buenas.
A: Pero, claro, una grande tiene otra estructura de costes, otros sueldos y por tanto exigencias de rentabilidad que nosotros no tenemos.
E: Recuerdo que otra vez coincidí con Jorge Herralde, que para nosotros es una especie de Cristiano Ronaldo y Messi juntos (todo lo que un editor tiene que ser en este mundo), y me acerqué como un groupie para regalarle La banda que escribía torcido. Le dije: “Aquí está todo lo que hemos leído gracias a Anagrama, el K.O. no existiría si no fuese por vosotros…”. En fin, un homenaje. Y me dice: “Este libro nos llegó en su momento y estuve pensando en publicarlo. Pero vi que no iba a vender”. Ahí está la diferencia. Para nosotros se ha convertido en un libro de culto que sí ha cubierto nuestras expectativas, pero entiendo que no son cifras para las grandes. El propio Herralde reconoció que su no ficción no vendía mucho, salvo los libros que entraban en las facultades de periodismo como la clásica antología de Tom Wolfe, y que a Kapuściński lo publicaba al principio simplemente porque le gustaba, porque vender, vendía muy poco. Ahí recordé que tiempo atrás lo había escuchado decir esto: “Ahora mismo, montar una editorial de no ficción en España es inviable”. Y que había pensado: ¡Hombre, no me jodas, Jorge!
A: Eso enlaza con el “Todo va a salir mal, y nos parece estupendo”.
–Anagrama siempre ha colado libros de no ficción en sus colecciones de ficción.
A: Y lo sigue haciendo, lo que demuestra que de cara al lector esa distinción es una etiqueta. Para nosotros es un dato que ahora que Fariña ha cobrado notoriedad todo el mundo hable del libro como “la novela”.
E: Como si un libro que triunfa no pueda no ser una novela.
–¿Seguís los estudios de ventas, aunque sea para detectar tendencias?
A: Ni siquiera sabemos lo que es un estudio de ventas. A lo mejor hay que pagarlos.
E: Nos guiamos más por la intuición y preguntamos mucho en las librerías, eso sí. También me interesa saber lo que leen mis amigas y mis amigos que no son periodistas. Uno de los últimos libros que hemos publicado, La familia que no podía dormir, de D. T. Max, yo lo había leído en inglés y me había gustado mucho, y recuperé la idea de publicarlo gracias a mi cuñado, que es ingeniero. Se lo recomendé y me dijo que le había encantado, y entonces la cabeza me hizo clic. Me tomé muy en serio ese dato, lo digo en serio.
–El cuñadismo como tendencia.
E: ¡Eso es, el cuñadismo como tendencia!
A: Uno de los problemas de preguntar, por ejemplo a la distribuidoras, es lo que te responden. Te cuentan lo que venden y tú dices: ¡Madre mía!
–Ése es el lector en abstracto. ¿Qué hay del lector especializado? Mi impresión es que tenéis muy buena prensa (valga la redundancia), pero no en los suplementos literarios.
A: Yo te voy a hacer un Toshack y voy a decir no comment.
E: Y yo te voy a dar un dato: puede que me equivoque, pero estoy casi seguro de que Fariña no ha aparecido en ningún suplemento cultural en España, ni antes ni después del secuestro. Y eso me parece alucinante. Que nadie en cultura haya hablado de Fariña, no ya del libro en sí, sino de lo que un secuestro supone en términos de libertad de información, cuando además no vivíamos algo así desde el de El Jueves hace diez años, y de un libro hace otros quince años, lo que nos está demostrando es la idea de cultura y de periodismo cultural que tenemos aquí. Ese trabajo sólo lo hizo la agencia Efe, y eso me cuesta entenderlo.
A: En los suplementos literarios ya sabemos lo que vamos a encontrar: mucha novela de autor consagrado, mucha editorial grande y mucho amiguismo.
E: Y esnobismo por el autor en lengua extranjera. Un autor joven, que escribe en español, de periodismo narrativo, ¿qué hay para él? Desprecio absoluto. Ander Izagirre, que para mí es el mejor escritor de su generación y uno de los mejores actualmente en España (ojo que no digo periodista ni cronista, digo escritor), no ha aparecido nunca. Enlazándolo con lo que decíamos antes, no creo que por parte de la crítica haya cambiado la percepción general de la no ficción en España. Al contrario, creo que sigue sin entender de qué va el asunto.
–Ander Izagirre era hasta hace poco el autor de Libros del K.O., pero empieza a dejar de ser el único. ¿Empezáis a sentiros así, como la casa de tales o cuales autores que a su vez os definen como editorial?
E: Totalmente. Aparte de Ander, Iñigo, Álex Ayala o Alberto Arce, van a repetir Silvia Cruz Lapeña, Noemí López Trujillo y Fany Vasconcellos. Y June Fernández y Virginia Mendoza seguro que también. Nos gusta la idea de ser la casa donde todos estos autores estén a gusto.
–¿Qué tipo de editores sois: de los intervencionistas según el modelo de editing maniático estadounidense o más bien de los relajados que se fían del buen hacer del autor?
E: Tanto a Álvaro como a mí nos gusta editar, pero es verdad que con el tiempo yo, al menos, me he vuelto menos intervencionista. Sigue estando justificado el uso de la tijera y el hacha, porque siempre va a ser difícil que quien escribe vea desde dentro dónde se puede o debe mejorar (el aquí falta algo, esto sobra, o yo empezaría por aquí o acabaría este capítulo de otra manera), pero cada vez creo menos en la reescritura como tal. Al final me he convencido de que cada autor tiene una voz propia, que te puede gustar más o menos, pero que nadie más va a poder expresarla como él, y eso hay que respetarlo. Tan importante como eso me parece que es acompañar al autor, y no me refiero sólo al proceso de escritura, sino en general, en todo.
–El procés catalán está dando de comer a muchos, sobre todo a la prensa tradicional, pero también a las editoriales que han visto la veta. ¿Habéis pensado tocar el tema?
A: Nos han llegado ¿cuántas propuestas?
E: Buff.
A: Una cada semana, más o menos.
E: Cuando fundamos la editorial era el momento del 15-M y pensamos que igual había que hacer un libro sobre ese tema. Hoy, sin embargo, frente a fenómenos sociales tan mediáticos que se comen la actualidad de la manera en que el 15-M lo hizo en su día y hoy lo hace el procés, nuestra decisión es que sólo publicaremos algo si nos llega una obra maestra. Ante temas tan amplios, ¿cómo los enfocas, por dónde empiezas? Si lo que vas a hacer es añadir ruido en un momento en el que ya hay sobresaturación informativa, sobresaturación editorial y sobresaturación en la gente, no, de ninguna manera. Creo que igual de aquí a cinco años podríamos planteárnoslo, pero sólo si para entonces, acabe como acabe el procés, alguien se atreve a mirar hacia atrás y nos cuenta, serenamente, qué pasaba en la Cataluña de hoy.
A: Además, recuerda que cuando el 15-M, ya para julio había libros que pretendían contarte de qué iba la cosa. Hoy los lees y como mucho te inspiran candor.
–Habéis mencionado a Silvia, Noemí, June, Fany S. Vasconcellos, Virginia, yo hablé de María Angulo, y creo que también están Catalina Gayà, Mariangela Paone, Samanta Villar y Raquel Peláez. Vais sumando autoras, pero sé que os siguen dando collejas por tener un catálogo tan masculino.
E: Ya no. Antes sí, pero siento que hemos cambiado, y no sólo como editores. Recuerdo que tuvimos una discusión muy al principio, cuando llevábamos publicados ocho o nueve libros y, efectivamente, eran todos de chicos. Era el momento en que reaccionábamos a la defensiva: “Es que es así, recibimos más propuestas de hombres que de mujeres, tal vez es que hay más hombres que mujeres escribiendo”. Ahora nos damos cuenta de que son justificaciones falsas y que por más lectores o editores que seamos, principalmente somos hijos de una educación más machista de la que hemos querido reconocer y que debemos corregir. Sin ir más lejos, hago un repaso de lo que leí en mi adolescencia, que es cuando somos lectores de verdad, y el noventa por ciento eran hombres. Eso ha empezado a cambiar ahora porque el feminismo ha dado un golpe en la mesa y nos está haciendo ver que así no podíamos seguir.
A: No obstante debo decir que nos sigue costando mucho encontrar un balance en el catálogo porque seguimos viviendo en una sociedad que está descompensada. Quiero decir que es un esfuerzo. Un esfuerzo que seguiremos haciendo por la sencilla razón de que hay que hacerlo.
–El libro digital. ¿También sentís que empieza a caer y que el libro en papel vuelve a ser tan importante como lo era cuando nació Libros del K.O.?
E: Yo diría que más. En ese tiempo había gente que nos decía: “¡Pero qué locura! ¿A quién se le ocurre sacar hoy una editorial de libros en papel? Sacadla directamente en digital”. Visto en perspectiva, la auténtica locura habría sido hacerles caso. Ahora se han escondido, pero hasta hace poco había gurús digitales pronosticando la muerte del libro en papel. ¿Qué fue de ellos?
A: Están pagando las deudas.
E: Dicho esto, todos nuestros libros están publicados en papel y en digital, donde tenemos un público fiel que cuidamos mucho. Pero comercialmente eso nos representa una relación de 1 a 9.
A: Yo diría incluso que menos; menos del diez por ciento. Y una precisión: las cifras no han variado en estos siete años, lo que ha cambiado es la percepción. Antes ese ocho o nueve por ciento se veía como el inicio de algo que estaba arrancando. Ahora es una cifra estancada.