Hace tres semanas, el importantísimo Times Literary Supplement abría su portada con el anuncio de un texto contenido en su interior del escritor irlandés Colm Tóibín sobre Mercè Rodoreda. Se trata del prólogo que el autor de Brooklyn o El testamento de María ha hecho para una novedad recién llegada a las librerías británicas. La autora española acaba de incorporarse al catálogo de Viking, filial de uno de los mayores grupos editoriales, en la colección Penguin European Writers. La novela traducida es La mort i la primavera, escrita como el resto de la obra de Rodoreda en catalán. No figura su nombre en la cubierta, pero la traductora de esta Death in Spring es Martha Tennent, quien ya la había publicado por primera vez en 2010.
En su prólogo, Tóibín observa algo que, cuando se produce, una buena traducción ha de preservar, ese carácter alusivo y elusivo que caracteriza a mucha de la mejor literatura. Soy yo ahora quien traduzco: “En su mejor obra de ficción, Rodoreda permite a los detalles hablar por ellos mismos; la mentalidad por la que se entrevé el mundo resulta casi cándida, casi distante. Esto quiere decir que mucho se logra o se da a entender mediante el tono, a través del ritmo, mediante enroscadas insinuaciones. El mundo se ve como con impotencia, como si no pudiera soportar el peso de demasiado análisis. Es cosa del lector comprender el alcance del sufrimiento, el grado del dolor. Cuanto menos se nombre de manera activa estas cosas, más honda será su evocación.”
En el mundo anglosajón, donde se traduce tan poco, es una buena noticia esta del trasvase de Rodoreda, autora conocida sobre todo por otra novela, La plaza del Diamante (1962), que a juicio de Gabriel García Márquez era nada menos que “la más bella que se ha publicado en España desde la guerra civil”. Gabo escribía esto en 1983, recién fallecida la escritora, y reconocía haberla leído por primera vez en castellano, aunque ya en aquel año confesaba haberla releído numerosas veces, varias de ellas en el muy reeditado original catalán con un esfuerzo que decía mucho de su devoción, subrayaba.
Es una buena noticia el trasvase al inglés de Rodoreda, conocida por La plaza del Diamante (1962), “la más bella novela desde la guerra civil”, según García Márquez
También La muerte y la primavera ha sido publicada recientemente en español. Eduardo Jordá habla en el epílogo a su espléndida traducción algo que abunda en lo dicho por Tóibín. Refiriéndose al carácter incompleto de la obra, que se publicó póstumamente, escribe: “Le faltan, eso sí, algunas partes intermedias y algunos capítulos complementarios. Pero esos huecos, lejos de malograr la novela, contribuyen a hacerla mucho más interesante. Todo buen escritor sabe la importancia que tienen los vacíos —lo omitido, lo no narrado— a la hora de lograr que una historia alcance su mayor poder expresivo.” La crítica ha señalado el excelente trabajo de Jordá, estupendo autor él mismo y traductor experimentado que ha hecho cruzar lenguas además de a Rodoreda a Conrad, Stevenson, Thoreau, James Salter y Blai Bonet (El mar, en la misma editorial, Club del Libro). Su trabajo ha permitido hacer accesible a quienes no tienen la suerte de saber catalán una obra compleja, extraña.
La vida de Rodoreda está llena de zonas de sombra, de misterios. Uno de ellos es el de su relación con Andreu Nin, dirigente del POUM asesinado por la ortodoxia comunista y traductor de novelistas rusos del XIX, como Tolstoi o Dostoievski. Pero en honor a la verdad, y dada la talla de esta mujer, si hubiese que establecer relaciones subordinadas habría que decir que fue Nin, el secretario de Trotski, quien tuvo una relación con Rodoreda. Al caer Barcelona en 1939, la escritora marchó a Francia, y sobrevivió en las condiciones penosas que cabe imaginar. Luego, en 1954, Rodoreda y Armand Obiols, su pareja, se fueron a vivir a Ginebra, donde él había encontrado trabajo como traductor en la UNESCO. Curiosamente, también allí se desempeñaron como traductores algo más tarde los poetas José Ángel Valente y Aquilino Duque, aunque sus traducciones fueron, como cabe esperar en un organismo internacional, no literarias sino técnicas.
La vida de Rodoreda está llena de misterios. Uno de ellos es el de su relación con Andreu Nin, dirigente del POUM y traductor de novelistas rusos del XIX
Volviendo a la traductora al inglés de Rodoreda, Tennent, con muchos años de residencia en Cataluña, se doctoró en lengua inglesa por la Universidad de Barcelona, y ejerció como profesora en la Universidad de Vic, experiencia que le llevó a escribir el volumen Training for the New Millennium: Pedagogies for translation and interpreting. Como Jordá, su traducción es excelente y compitió para el Best Translated Book Award en 2010. Si no obtuvo el galardón, la National Endowment for the Arts de los Estados Unidos sí premió su traducción de una antología de relatos de Rodoreda. Ha traducido también de la misma Quanta, quanta guerra. Se da la circunstancia de que es también ella la traductora de Blai Bonet al inglés, como Jordá lo es al español. Varias de sus traducciones han aparecido en la editorial Dalkey Archive Press, siempre tan atenta a las traducciones y con un nombre que homenaje al genial escritor Flann O’Brien, compatriota de Tóibín.