Franco no inventó el castellano en Cataluña, como no inventó España. Es una obviedad, pero actualmente hay que repetirla entre nuestros alumnos porque el reduccionismo histórico ha hecho estragos y toda la historia de España parece limitarse hoy al franquismo. Ni que decir tiene, nadie puede cuestionar la realidad de la represión franquista en el uso del catalán. La famosa frase "hábleme usted en cristiano" es una realidad tan cierta como tópica resulta la simplificación con la que se alude a ella. Tan evidente es otra realidad que parece ignorarse: la existencia de un bilingüismo catalán-castellano de muy largo recorrido histórico, desde luego muy anterior incluso al mítico 1714 en el que, supuestamente, empezaron todos los males para Cataluña. Convendría al respecto, asumir que la lengua oficial de la corte catalana del candidato austracista a la monarquía, el archiduque Carlos, el rey de los catalanes, desde 1705 hasta su decidida marcha a Viena para ser emperador en 1711, era el castellano. También está más que demostrado que la Nueva Planta de 1716 en Cataluña no impuso ningún trágala lingüístico y que habrá que esperar a la segunda mitad del siglo XVIII para contemplar disposiciones de la monarquía imponiendo la enseñanza del castellano. Durante el reinado de Felipe V se publicaron, sin problemas de censura, grandes defensas del uso del catalán como la de Antoni de Bastero y Agustí Eura.
Pero lo cierto es que la proyección del castellano en Cataluña se remonta mucho más allá de 1714. Los signos de la penetración del castellano como lengua de uso frecuente en los literatos catalanes son bien patentes desde fines del siglo XV. Ahí están autores catalanes que usan indistintamente una y otra lengua como Pere Torroella, Narcís Vinyoles o Bernat Fenollar, por no decir los que se pasaron directamente al castellano como Juan Boscán, el amigo de Garcilaso, y tantos otros. Por cierto no sólo hubo castellanización en Cataluña. En el siglo XVI también hubo fascinación en al ámbito castellano por la literatura catalana desde Ausiàs March (¿qué decir de la edición de Juan de Resa, de March en Valladolid en 1555 con la publicación paralela de un vocabulario castellano-catalán?) al Tirant lo Blanc.
Una realidad incuestionable desde el siglo XVI
El bilingüismo en el siglo XVI es una realidad incuestionable que reflejan muy bien tanto los estudios sobre la producción editorial como sobre el consumo cultural en Cataluña. El desarrollo de las dos lenguas generó múltiples testimonios de entusiasmo por el uso paralelo de ambas así como también la nostalgia de algunos por una lengua que entraba en decadencia (desde Cristòfor Despuig a Gaspar Sala). La mayor batalla lingüística se dio en la polémica de las predicaciones del clero en 1636 y 1637. ¿Se habían de hacer en catalán o en castellano? Los argumentos de uno y otro lado debatieron principalmente sobre la capacidad estilística de una y otra lengua, el perfil político de ambas y sobre si la lengua más difundida y conocida en Cataluña era el catalán o el castellano.
En este sentido, unos como el obispo de Barcelona Gil Manrique o el canónigo de Tortosa Alexandre Ros sostuvieron que la lengua catalana, dada la gran cantidad de población no catalana residente (como los estudiantes navarros y aragoneses) no era suficientemente conocida. Y otros como el obispo de Tortosa Justino Antolínez de Burgos o el doctor Dídac Cisteller defendían, por el contrario que la mayor parte de la sociedad catalana no conocía el castellano.
En el siglo XVIII se reabriría la polémica sobre las predicaciones del clero defendiéndose que "los más de los naturales entienden y perciben el idioma castellano” por lo que se postulaba la predicación en esta lengua.
Se han dado muchas explicaciones del bilingüismo que datan, insisto, ya del siglo XVI, incidiendo con demasiada frecuencia en el factor exógeno e impositivo a la fuerza: el rey castellano desde el Compromiso de Caspe, la Inquisición, la introducción de frailes castellanos en Montserrat... Se ha hablado poco, demasiado poco, del factor mercado. Lo cierto es que la mayor parte de autores catalanes de folletos de la causa catalanista de 1640 contra Felipe IV escribieron sus textos en castellano. Por citar algunos ejemplos nos podemos referir a Gaspar Sala, Martí Viladamor y Josep Font. Todos ellos insisten en la voluntad de darse a conocer a todo el mundo, y ello pasaba por escribir en castellano "con lenguaje catalán no podía llegar a todos". Frente al argumentario identitario esencialista y el discurso político de la lengua del imperio que se asocia al castellano desde la dedicatoria de Nebrija a la Reina Católica en 1492, en la guerra de lenguas que empezó siendo del latín con las lenguas vulgares, convendría tener presente que detrás de las lenguas están los intereses del mercado. Lo decía el Diccionario francés-catalán de 1642, editado por Pere Lacavallería con un texto que promovía el conocimiento de muchas lenguas, cuantas más mejor: "¿Quants se poden enriquir sens tenir noticia de moltes llengües?¿Qui pot governar les ciutats i províncies sens saber altra llengua que sa maternal?".