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A la hora de dictar la sentencia al fiscal general del Estado, García Ortiz, la separación entre la realidad y el relato está al otro lado de la concordancia; y entre ambos extremos se cuela el fallo anticipado. Sin hechos contrastados no puede haber justicia. Ni siquiera los asesinos más terribles pueden ser condenados sin la prueba de cargo, la pistola humeante. “Hubo muchos hombres como él y estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron y siguen siendo y terroríficamente normales”, escribió Hanna Arendt, enviada especial de la revista New Yorker en el juicio celebrado en Israel, en 1961, resumido en su libro Eichmann en Jerusalén (Debolsillo).

No bastaba con saber que Eichmann era un nazi sin entrañas; había que demostrarlo. Así lo abordó el escritor e historiador británico James Owen, en Núremberg: el mayor juicio de la historia (Cátedra), un relato en clave de novela testimonio, publicado sesenta años después de los juicios a los nazis en la ciudad alemana, producidos en 1945.

En ambos casos, la indignación popular ante el Genocidio desbordaba a la Sala, pero los dos tribunales ampararon su condena en la literalidad factual de los hechos. James Owen fue un narrador testimonial, el género que sublimó Truman Capote mediante la concatenación literaria de los hechos, en su obra, A sangre fría. La narración de Capote constituye una brillante veracidad de la no ficción, frente a la verosimilitud de la ficción.

Graffiti callejero con la imagen de Hannah Arendt

El novelista y dramaturgo, nacido en Nueva Orleans, cuenta las cosas terribles que ocurrieron realmente, sin necesidad de amparar su letra en el estado de ánimo de sus protagonistas; no es un romántico naturalista; se limita a contar el asesinato de la familia Clutter, instalada en un pueblo rural de Kansas, sin ninguna causa ni sentido. Acaba narrando la captura de los asesinos, su juicio y su pena de muerte.

Sin ánimo de revancha

El argumento de que la Justicia está por delante de lo que nos parece justo o injusto se cumple en el reciente fallo del Supremo contra el fiscal general del Estado; pero con este fallo, la corte de casación “ha regateado la ley legalmente” en palabras del fiscal José María Mena.

En el juicio oral se comprobó la prueba veraz de que “el más alto cargo del ministerio público no filtró nada y dio lugar a una auténtica lección de periodismo responsable, desatendido por la Sala”. Un alto tribunal, sin posibilidad de recurso a instancia superior, debe proceder de manera impoluta porque, ante la sentencia que generará jurisprudencia, todos somos imprescindiblemente iguales.

El gobernador de Polonia bajo el nazismo, Frank Hans, padre de Niklas

El 20N asistimos a un fallo marcado por el extremismo jurisdiccional, visto desde el punto de vista metafórico, porque “lo que no se puede decir con palabras lo expresamos con metáforas, del mismo modo que lo que no se puede medir con números lo describimos estadísticamente” (Lluís Nacenta en Cálculo de metáforas; Ed. Debate).

Ante un tribunal, lo que cuenta son los hechos sin aditamentos, como los desarrolló Stanley Kramer en la traslación cinematográfica de Vencedores o vencidos, la película en la que sobresale el papel de Spencer Tracy, en calidad de juez muy veterano, que da en el clavo.

Sin dejarse llevar por el ánimo de revancha de los Aliados, en Núrenberg, el personaje encarnado por Tracy le dice al representante de la Defensa (Maximilian Schell) que “con una sola sentencia del aparato judicial del Reich, fundamentada en mentiras, sería suficiente para declarar culpables a los acusados”. Núrenberg buscó las pruebas de cargo.

En el caso reciente del fiscal general del Estado español, al no obtener una testifical clara, parece que al Tribunal ya no le importa quién filtró el correo electrónico fundamental en la acusación.

Otras narraciones literarias de género siguen la senda de contar verdades que superan al entorno cultural y político del momento. Sirve de ejemplo El caso Collini del abogado y narrador Ferdinand von Schirach, una agudísima recreación de la norma sobre la que deberían reflexionar las togas cuya sentencia política ponen en cuestión el iusnaturalismo.

Pleito basado en el olvido

En otra aportación sobre el mismo tema, La demanda infalible de Scott Turow desentraña un esquema que involucra a instituciones judiciales que utilizan su influencia para obtener ventajas. El esquema se basa en utilizar el sistema como herramienta de control y desmantelar un caso de corrupción que tiene su centro en un bufete de prestigio. Turow no juzga a las togas; las presenta como víctimas de una sociedad corrupta. En esta misma narración, los juristas que se mueven alrededor de los tribunales muestran facetas de su personalidad motivadas por la ambición, el poder y el miedo.

Michael Connelly es otro autor especializado en tramas judiciales, los misterios que se desarrollan en los juzgados lejos de las calles o las comisarías de policía. En El inocente, un espeso best seller, se presenta la estabilidad de los ganadores de un pleito basada en el olvido de un delito, la mentira sobre la realidad oculta que un día aflora inesperadamente, cuando el mundo feliz la daba por olvidada.

El escenario hipostasiado de Connelly tiene un gran parecido a la sede judicial mellada por el descaro criminal de Testigo de cargo, la obra teatral de Agatha Christie. En la versión cinematográfica, dirigida por Billy Wilder, el rostro del inolvidable actor Charles Laughton ocupa el trágico último plano, después de que el canalla, Tyrone Power, muera acuchillado por Marlene Dietrich, al conocer la exoneración de su esposo, el culpable que ha paladeado en el banquillo la lamentable dulzura de la falsa vergüenza.

'Apuntes del subsuelo' ALIANZA EDITORIAL

La idea del culpable que se libra de la pena es simétricamente idéntica a la del inocente condenado. La humillación deliberada ante los otros, el placer de la propia degradación es el camino de la redención en términos morales, atribuibles a personajes singulares del delito, como el hombre-ratón de Dostoyevski en Apuntes del subsuelo. Nunca podría decirse lo mismo de García Ortiz, un jurista de alta cualificación. Su condena obligaba a la Sala Segunda del Supremo a la apariencia de imparcialidad, con una deliberación previa y abundante respecto al fallo. “La motivación no es la que exige el espíritu de la Constitución” y, en el fallo, puede estar “socavando la tutela efectiva”; la sentencia debe aportar luz al fallo, en palabras del constitucionalista Javier Pérez Royo.

El debate inocencia-culpa-pena tiene una larga trayectoria en la tradición literaria española vinculada al crimen y la ley, con la figura de Pérez Galdós en el origen de la modernidad saltando desde la inspiración de Zola hasta la rebelión del realismo, o de Lo prohibido a Fortunata y Jacinta.Esta segunda bajo la influencia de León Tolstoi, en Resurrección, la disquisición punitiva de un sectario espiritualista. Nuestro presente cierra un ciclo que abarca a escritores tan contrastados como Javier Marías (fragmentos de la recopilación Harán de mí un criminal) y a Javier Cercas en Anatomía de un instante, la intriga literaria sobre la veracidad exacta del 23F, un acto de justicia quevedesco que incluye la parodia sobre el acta fundacional de la democracia en España.