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El 7 de mayo de 2016, Antonio Pampliega fue liberado después de casi trescientos días de secuestro a manos de Al Qaeda. La tortura psicológica y física que sufrió casi le cuestan la vida. Consiguió salir y contar lo que vivió en su primer libro En la oscuridad (2017), y si en aquel, el veterano corresponsal relataba cómo fue su particular infierno, en su último trabajo ofrece un testimonio novelado, escrito en profundidad y en primera persona sobre la guerra de Siria y sus corresponsales: los Cowboys del infierno (Editorial Diéresis). 

Con ella, Antonio Pampliega (Mejorada del Campo, 1982) cierra su etapa como periodista de guerra. Así lo confiesa en la carta al lector que da inicio a la novela, y también lo ha asegurado en la presentación que ha tenido lugar en la librería Altaïr de Barcelona “He puesto mucho, lo he puesto casi todo, porque quería decir hasta aquí”.

Cowboys en el infierno, sin embargo, es una novela de ficción, basada en hechos reales, tal como ha señalado al inicio del acto su editor en Diéresis, José Ángel Martos. “Es un híbrido, un salto cualitativo para nuestra colección”, ha asegurado, destacando a su vez que la novela va por su “tercera edición,” y que “hace solo cuatro meses que salió publicada”.

'Cowboys en el infierno', con la fotografía de Javier Manzano Editorial Diéresis

Pampliega ha dedicado más de una década a cubrir conflictos en países de los cuatro continentes. Ha estado, entre otros, en Irak, Afganistán, Congo, Venezuela, Líbano o Siria, su último destino.

“Todas las guerras son tremendas, pero esta fue un verdadero drama”, aseguró el periodista durante el encuentro, al tiempo que mostraba al público una pieza audiovisual con varias fotografías y vídeos, tomadas por él mismo en 2012 en la ciudad de Alepo, que fue devastada por el conflicto. 

El periodista quiso destacar la ausencia de soldados en las fotografías, en las que sí aparecían una gran cantidad de niños. “Entre un 80 y un 85% de los heridos que nos encontrábamos en los hospitales eran civiles”, dijo Pampliega, una estimación que demuestra la brutalidad con la que el régimen sirio trató a los rebeldes durante la guerra civil.

La novela, que se desarrolla en Alepo, va más allá de relatar esa crueldad, explicó su autor: su propósito es hacer ver al lector cómo es una guerra, desde dentro. El resultado es una narración dura, realista, ya que, como advirtió su autor: “La verdad duele, y os impactará el dolor de lo que vais a leer”.

Corresponsales 'freelance'

La temeridad que mostraron los periodistas que, como él, quisieron adentrarse motu propio en Siria, en un momento en que el régimen había vetado a la prensa en el país, llamó la atención de medio mundo cuando se publicó la noticia de su secuestro. Pampliega y sus compañeros pusieron en riesgo su propia vida para informar. “Llegamos con barquitos hinchables que compramos en un supermercado”, afirmó.

Antonio Pampliega, corresponsal de guerra y escritor Antonio Pampliega

Poner en valor esta arriesgada labor del corresponsal era la otra gran meta del periodista y escritor. También fue uno de los temas más comentados durante el acto. Ninguno de los asistentes se sorprendió cuando Pampliega señaló lo poco reconocida que está la profesión en nuestro país: solo una novela de autor español ha relatado los entresijos del oficio, y es Territorio Comanche, de Arturo Pérez-Reverte. Pero claro, "de eso hace ya veinte años", remarcó.

La profesión ha cambiado mucho desde entonces, algo que para el periodista puede apreciarse comparando su testimonio con el de Pérez-Reverte: “Nosotros éramos freelance. Significa que vivíamos en un edificio al lado de la primera línea del frente, porque no teníamos dinero suficiente para algo mejor”.

En Cowboys del infierno hay mucha crítica en esta línea, sobre la peligrosa situación a la que se enfrentaban, sin ayuda, como autónomos. Los medios españoles, explicó en Altaïr, no querían responsabilizarse de su suerte y como resultado, lo poco que ganaban lo invertían, por ejemplo, en “taxis” para viajar a la primera línea del frente, y no así en chalecos antibalas. Sin ellos, dijo Pampliega, podían "correr mejor" y tener más posibilidades de salir ilesos de las balas, cuando no les quedaba otra que cruzar largas avenidas plagadas de francotiradores.

La ciudad de Alepo (Siria), devastada por la guerra Antonio Pampliega

La situación era tan extrema, aseguró, que solo pudo empezar a ganarse la vida cuando el Estado Islámico dio inicio a la "caza" de periodistas. El riesgo de secuestro hizo escalar lo ofrecido por cada pieza, y la mayoría de ellos las enviaban sobre todo a medios y agencias extranjeras, que "pagaban bien", dijo, porque no tenían competencia. 

"Éramos familia"

Este carácter kamikaze del corresponsal contemporáneo, propio de llaneros solitarios o de los cowboys que dan título al libro, reforzó los lazos de unión entre los freelance. “Nos apoyamos mutuamente. Si uno tenía problemas, le ayudábamos, y él a nosotros de vuelta. No contábamos con nadie más. Al final, éramos una familia”, afirmó Pampliega. Y quiso añadir que la novela es un homenaje a su especial relación.

Así, los cuatro personajes de Cowboys son muy reales: "los protagonistas, Lucas Corso y El Guaje son nuestros alter ego", dijo. Este último fue el fotógrafo ganador del Pulitzer en 2013, Manu Bravo. Él y dos compañeros más están presentes en la portada de la novela, en una instantánea real tomada por Javier Manzano. Estos compañeros no estuvieron presentes durante el encuentro, pero sí lo estuvo Sergi Cabeza, también colega.

Antonio Pampliega junto a sus compañeros en Alepo Narciso Contreras

En una intervención espontánea, quiso destacar el gran carácter de Pampliega. Porque cualquiera podría pensar que después de vivir tantos horrores, este habría ganado en algo de cinisimo y amargura. Y no es así, dijo Cabeza, que remarcó "su humanidad". Una cualidad que demostró tener entonces, y que sigue presente.

Ayudar a un compañero herido por un balazo de metralla, para que pudiera ser atendido en un hospital, es un ejemplo –Roberto Fraile, a quien dedica la novela, ejecutado más tarde en Burkina Faso–. Pero su compasión incluso excede a su “familia”. Así lo aseguró una mujer de entre el público. Al borde de las lágrimas, quiso señalar cómo, mientras sufría de una grave enfermedad neurológica, Pampliega la ayudó con mensajes de apoyo por redes sociales. A pesar de ser una completa desconocida.

¿Valió la pena?

"Antonio, tú no tienes un trabajo, tienes un hobby muy caro". Para el periodista y escritor, esta frase destaca no solo porque la dijera su propio padre, también porque resume, con una ironía que caracteriza su propio sentido del humor, la percepción que la mayoría tiene del trabajo de corresponsal de guerra. 

La motivación que guio a Pampliega y a los demás freelance, tiene que ver con el halo de romanticismo que revestía dicha figura. Sin embargo, como se aprecia en Cowboys en el infierno, lejos estaban de ser considerados héroes. Chocaron de bruces con la realidad de una profesión que está en crisis: los medios, explicó, "sabían que era vocacional. De ahí muchos se aprovecharon".

Fotografía de Antonio Pampliega

Pero, ante la pregunta de su editor sobre si valió la pena, Pampliega no se demoró en decir que sí. A pesar de haber sido secuestrado, de sufrir estrés postraumático, por el que explicó que debe seguir un tratamiento psiquiátrico, el corresponsal respondió que "sin duda". Y lanzó una reflexión al público. 

"Si no hubiera habido un fotógrafo durante la liberación de Auschwitz, nadie lo hubiera creído". Si no hubiera 'cowboys del infierno', si no les 'valiera la pena', nadie sabría fuera de Siria, Afganistán, Congo, y hoy, Ucrania y Gaza, la oscuridad que se cierne sobre esas poblaciones. 

"Es nuestra función, a esto nos dedicamos", sentenció Antonio Pampliega, "porque sin esas fotografías, Auschwitz no habría existido".