Alberto Sabio: "Joaquín Maurín fue uno de los precursores de la idea de reconciliación en España"
El historiador plasma en 'Excomunistas' la labor de Maurín como exiliado en Estados Unidos, donde el ex líder de la CNT refuerza el antifranquismo a partir de la difusión de artículos de Asturias, Uslar Pietri, Gómez de la Serna o Neruda
Pensar por sí mismo. Capacidad de análisis, con profundas convicciones, y unas grandes dosis de pragmatismo. Son características que van asociadas a la figura de Joaquín Maurín, uno de los grandes líderes sociales de la primera mitad del siglo XX en España. Su personalidad y la labor que protagonizó desde Estados Unidos, en el exilio, han sido rescatadas por Alberto Sabio Alcutén, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza. Sabio conversa con pasión, la de un historiador que ha buceado en la correspondencia de Maurín, aragonés como él, con la necesidad de explicar el paso de un dirigente social y político que bebió del anarquismo y caminó hacia el socialismo democrático. Lo expone en el libro Excomunistas, De la Revolución a la Guerra Fría Cultural: Joaquín Maurín (1896-1973), editado por Galaxia Gutenberg.
Sabio, autor entre una extensa obra de El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España, 1975-1977 (2018), junto a Nicolás Sartorius, tiene claro en esta entrevista con Letra Global que Maurín fue un precursor, alguien que trabajó para la reconciliación posterior en España y que la izquierda debería ahora reivindicar por su idea de estar siempre en contacto con el mundo laboral. Eso es algo que han descuidado los partidos que se definen de izquierdas en los últimos decenios, como señala el sociólogo francés Didier Eribon.
Maurín, --nacido en Bonansa, Huesca, que llega a la Barcelona más violenta, la del pistolerismo de los años veinte y treinta--, que fue decisivo en la constitución del Bloque Obrero y Campesino (BOC) y del POUM, --Partido Obrero de Unificación Marxista; formación que rechazó seguir la vía soviética estalinista--, podría ser la definición de un no ortodoxo. “Maurín fue uno de los líderes sociales en Catalunya con mayor solidez teórica, más reflexivo que dogmático, que se nutrió de los textos marxistas, pero los adaptó a las necesidades de su tiempo”, señala Sabio, que destaca, en todo caso, su identificación inicial con el anarquismo.
Los anarquistas han recibido severas críticas desde muchas posiciones ideológicas. Pero Maurín buscaba, desde el anarquismo –la CNT como gran organización obrera en Barcelona—la unión de todo el obrerismo. ¿Cómo? “A los anarquistas Maurín les critica su abstencionismo político, la falta de análisis económico, más allá de los deseos nihilistas. Está en la CNT con la idea de construir un partido político, porque está convencido de que las transformaciones deben ser políticas”, incide Sabio.
Maurín quedó bajo la sombra de un dirigente mucho más conocido, Andreu Nin. Sin embargo, su labor es vital para la creación de dos organizaciones que pretenden unir el obrerismo, con la idea de incidir en el poder político, sin la retórica anarquista de la CNT, que fue combatida por el empresariado catalán con el impulso de los llamados sindicatos libres. “Su obsesión fue la alianza obrera, y cuando ve que en la CNT influye mucho la FAI, entiende que hay poco que hacer. Crea, entonces, el POUM, en 1935, después de la Revolución de 1934, en una situación ya muy difícil, con los nazis en el poder en Alemania, con la creación de Falange. Con el POUM es elegido diputado por Barcelona, en las elecciones de 1936 con el Frente Popular”.
Seguí está siempre muy presente en los pensamientos de Maurín. ¿Hasta qué punto le influye? Sabio destaca “la conmoción tremenda” que supuso para Maurín el asesinato de Salvador Seguí, el Noi del Sucre. “Maurín abomina del terrorismo, y no sólo por cuestiones morales. Ve esa faceta en la CNT y en los grupos que impulsaba el Gobernador Civil, Martínez Anido. Rechaza el terrorismo porque entiende que es contraproducente. Considera que la CNT, después de la huelga de la Canadiense, en 1919, ha desaprovechado una oportunidad hacia el parlamentarismo. Mantiene una postura valiente. Y llega a la cúpula de la CNT porque han acabado con los anteriores líderes y les toca coger el timón a los más jóvenes. Pero es contrario en todo momento a la utilización de la violencia”.
Maurín acaba en la cárcel, donde pasa diez años. Saldrá en 1946, ya con el régimen de Franco. Su hijo ya está en Nueva York,, desde 1941. ¿Qué ha pasado? Sabio ahonda en el periplo norteamericano, que será clave para desarrollar esa apuesta de Maurín por la reconciliación, por establecer puentes.
En la portada del libro de Alberto Sabio aparece Maurín con su mujer, frente al Capitolio. Esa figura es fundamental. Es la hermana de Boris Souvarine, un dirigente político que fue excluido del Partido Comunista francés porque, precisamente, como Maurín, Souvarine denunció desde el primer momento la naturaleza totalitaria del estalinismo soviético. “Es fundamental, porque los norteamericanos organizaron una expedición con liberales y anticomunistas y los llevaron a Nueva York. Allí fue Souvarine, con sus familiares directos, su hermana y el hijo de ésta, es decir el hijo de Maurín”. El dirigente sindical se hace con un pasaporte y viaja a Nueva York.
Es la segunda vida del dirigente obrero. “Lo pasa muy mal al principio, leyendo a media luz, con las persianas bajadas. Tiene el síndrome de la prisión. Se gana la vida como puede, trabaja para empresas catalanas de alimentación y de dentríficos. El FBI lo vigila. Vive con miedo. Y le sucede algo increíble: se cae de la bañera, y se pasa un año inmovilizado”.
En ese lapso, con la paradoja enorme de haber sobrevivido en la cárcel y quedar casi paralizado por un accidente doméstico, Maurín piensa en su futuro. La enorme aportación de Sabio guarda relación con esa etapa. Aparece la idea de crear una agencia de prensa. Maurín se zambulle en la guerra fría cultural, con una incidencia grande en el Congreso por la Libertad de la Cultura, lo que en la España franquista se conocerá como el Contubernio de Múnich, en 1962.
¿Qué hizo Maurín? Sabio explica que interioza algo que era conocido y practicado en Estados Unidos, el concepto Syndicate. Es decir, pedía artículos a escritores y pensadores que distribuía a muchos periódicos al mismo tiempo, pagando a los autores y quedándose con un porcentaje.
Pero, ¿cobró de la CIA? Maurín fue denostado por todos los bandos. Una de las acusaciones era que cobraba de la CIA, que sí estuvo detrás del Congreso por la Libertad de la Cultura, un encuentro que integró en Múnich a conservadores, liberales, socialistas, pero no a comunistas.
“No recibió financiación de la CIA, su proyecto no fue una tapadera, fue su proyecto, desde la independencia económica. Era un trabajo artesanal, estaba solo. Para parecer que la agencia era grande e importante citaba a los escritores en Nueva York en un restaurante chino, porque decía que en la agencia, con todos los teléfonos sonando, con tanta gente, era imposible hablar. Establece un criterio, el 50% para el autor, la otra mitad para él y llega a trabajar con más de 100 periódicos, de Nueva York, Miami, Los Ángeles y muchos de América Latina. Reunió a autores tan importantes como Miguel Ángel Asturias, Uslar Pietri, Gómez de la Serna, Ramon J. Sender, Germán Arciniegas, Luis Araquistáin, Salvador de Madariaga, Alejandro Casona, Francisco Ayala o Neruda”. Su agencia se llamaba American Literary Agency, y detrás de ella sólo había un hombre: Joaquín Maurín.
Reconciliación
Impulsa la revista Cuadernos, en la que escribe Gabriela Mistral. Con Neruda, Maurín tiene una relación singular. ¿Qué sucede? “Se enfadan porque Neruda quería colaborar en Venezuela sólo con el periódico El Nacional, y Maurín quiere distribuir sus artículos a otros diarios del país. Es un desencuentro comercial. La mala suerte es que Maurín ya no podrá contar con Neruda cuando éste gana el Premio Nobel en 1971”.
¿Era una operación política? “Lo que hace Maurín es distribuir inteligencia literaria y difundir el idioma español. El Instituto Cervantes le debe un reconocimiento. Lo que logra es reforzar los lazos con Centroamérica y Sudamérica con otras perspectivas, con ideas que chocarán con lo que está haciendo el régimen franquista en el mismo momento, con figuras como Lequerica o Agustín de Foxá. La agencia de Maurín reforzó el antifranquismo”.
¿Fue un adelantado a la posible reconciliación? “Fue uno de los precursores de la idea de la reconciliación en España. Lo defiende doce años antes que el Partido Comunista, que lanzó la idea en 1959. Maurín fue europeísta y federalista. Incidió en lo que se llamaría el Contubernio de Múnich, cuando en España se decía que de Múnich “sólo nos pueden traer cervezas”.
¿Se ha mitificado aquel momento, un cónclave en el que no pueden participar los comunistas, que luego fueron esenciales en la Transición? “En Múnich hay hasta 38 representantes del exilio, y está claro que no se sella la transición a la democracia. Pero fue una semilla. Madariaga tuvo un papel primordial. Escribió casi mil artículos, en el Diario de Barcelona, en La Voz de Galicia. Se da la mano con Gil Robles, y es importante. Pero la Transición se explica con el movimiento obrero, con la participación de las mujeres, con la lucha interna. La Transición no se debe a Múnich, sino a los movimientos sociales internos en España”.
Maurín distribuye artículos desde ese exilio, de intelectuales, escritores y pensadores. Pero, ¿qué escribe él mismo? “Escribió para dar revestimiento teórico a sus organizaciones políticas. Tiene un libro importante, Los hombres de la dictadura, sobre Primo de Rivera. Y reedita en Estados Unidos su Revolución y Contrarrevolución en España. Ya no aparece el término dictadura del proletariado. Se acerca al PSOE, y realiza una crítica muy severa a Rusia. Se refleja esa evolución que le llevaría al socialismo democrático. Tiene una obra inédita sobre Unamuno, que exigirá una edición crítica. Maurín supo aunar la perspectiva teórica con el componente práctico. Y tuvo claro que para transformar una sociedad hay que contar con el mundo del trabajo, es un sindicalista con proyección política”.
La relación con Miratvilles
¿Esa es la clave, ayer y hoy, estar pendiente del mundo del trabajo? “Él lo practica. En el caso de Catalunya lo tiene claro, al atraer a jóvenes federalistas, con una alianza obrera. Y es actual, con la obsesión en que las cosas se cambian a través de los parlamentos”.
¿Anécdotas significativas, que pueden explicar situaciones de hoy? Sabio sale al quite, con cierta emoción. “Jaume Miratvilles, que aparece en las películas de Buñuel, estuvo con Maurín en el BOC. Él se afilió a ERC, y fue comisario de propaganda de la Generalitat. Creó su propia productora, y tuvo una muy buena relación con Maurín y fue fundamental para que no lo expulsaran de Estados Unidos.
¿Cómo? “Gerald Brenan había escrito El laberino español. Miravitlles lo lee y contacta con Brenan. Le dice que tiene algunos errores, que Maurín no es estalinista, como se apunta. A Maurín eso le podía perjudicar mucho para obtener la nacionalidad norteamericana. Brenan admite que estaba mal informado, y envía una carta al secretario de estado. Maurín pudo seguir en el país”.
Ese fue Miravitlles, el tipo disfrazado de obispo que aparece en El Perro andaluz de Buñuel, junto a Dalí. Maurín lo recomendaría para que fuera representante de Costa Rica ante la ONU, con el presidente José Figueras, que era de ascendencia catalana. El vínculo entre los dos era estrecho, entre alguien que se enroló en ERC y alguien que iba a derivar hacia las formaciones socialistas que darían origen al PSC, como destaca Alberto Sabio, que ha recuperado una figura esencial en la Historia de España.