¿Qué les movía? El idealismo en primer lugar, y también otros factores, como la necesidad de salir de un país que ahogaba a los afroamericanos y también comenzaba a presionar a los judíos. Hubo muchas mujeres, hasta sesenta, que quisieron participar en el llamado Batallón Lincoln, en 1937. Partían de Estados Unidos y su destino era España. Querían luchar contra el fascismo, en la Guerra Civil española, y dejaron lo mejor de sus vidas en ese propósito. Pero, ¿qué hicieron, cómo se manejaron, qué sentían? Lo ha explicado la narradora Mercedes Gutiérrez García, en El batallón de las Lincoln, (Jus, Malpaso), un libro a caballo entre la historia y la narrativa, que recoge las aportaciones de 13 mujeres, de las sesenta que se enrolaron.

Autora de dos libros de relatos, Perro verde y Tanto para esto, y del blog sobre Estados Unidos American X-Ray, Mercedes Gutiérrez rinde un homenaje a unas mujeres que tuvieron “compasión hacia un pueblo que les era ajeno”.

Portada del libro 'El Batallón de las Lincoln'

Son trece historias particulares, dentro de las sesenta mujeres que se presentaron voluntarias, en Estados Unidos, con el objetivo de auxiliar al Gobierno español republicano, dentro del American Medical Bureau to Aid Spanish Democracy. Se trata de Salaria Kea, la única afroamericana, Rose Abramson, Thelma Erickson, Hilda Bell, Anne Tufts, Avelino Bruzzichesi y Lini Furh. Todas ellas ejercieron de enfermeras. Pero hay más. Aparecen también Frances Vanzant; doctora, como Salaria Kea; Mildred Rackley, artista y conocedora de España, que hizo de traductora y gestora en varios hospitales estadounidenses. Se incorpora también a Marion Merriman, que llegó a España para quedarse con su marido, el capitán Merriman; Evelyn Hutchins, que ejerció de conductora. Y surgen Kitty Bowler y Muriel Rukeyer, que llegaron como periodistas. “Aunque algunas de estas mujeres nunca coincidieron en el tiempo que estuvieron en España, mi mano las ha unido para dar forma al conjunto de estos relatos”, señala Gutiérrez.

La autora encontró los archivos de los voluntarios norteamericanos en un fondo en Massachussets. Y ha elaborado, con el material encontrado, una historia coral que sirve para mostrar el enorme apoyo que generó internacionalmente la causa republicana frente al fascismo, que se había alzado en contra de la República. Eran tiempos convulso en todo el mundo, y en Estados Unidos se seguía lo que sucedía en España con enorme atención, con el convencimiento de que la suerte que pudiera correr el país era vital también para el conjunto de Europa.

¿Eran comunistas, activistas peligrosas? Para nada, tal y como se refleja en los relatos de Gutiérrez. El regreso a casa sería duro, porque, sobre todo por culpa de la Iglesia Católica, se presentó a los voluntarios que participaron en la Guerra civil como agentes desestabilizadores. Quisieran o no, habían dado apoyo al bando que defendía la Unión Soviética. Y eso resultaba una losa excesiva.

El caso es que muchas de esas mujeres, la mayoría de ascendencia judía, no sabían exactamente qué se iban a encontrar. Ahora, con los Juegos Olímpicos de París, se recuerdan las palabras del alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, en los Juegos de 1992. Entonces, Maragall quiso recordar que, en ese mismo estadio, el de Montjuïc, se iba a celebrar en el verano de 1936 la ‘Olimpiada popular’. Y Mercedes Gutiérrez traslada al lector a aquel preciso momento. Emociona imaginar a Muriel Rukeyser, en julio de 1936 en Barcelona, en Life and Letters Today. Tenía que entrevistar a algunos voluntarios, que ya habían llegado. Pero debía cubrir la Olimpiada Popular.

¿Comunistas?

En el tren que tomó en Portbou, los pasajeros españoles jugaban a las adivinanzas sobre la nacionalidad de la periodista. “’Comunista’, dijo un hombre de fino bigote; ‘no, qué va a ser anarquista’, dijo una mujer mayor; ‘¿socialista, entonces?’, pronunció otra más joven, siguiendo con la vista la página en la guía que buscaba Muriel. Finalmente, un eco tembloroso con la pregunta que temían todos: ‘¿Fascista?’, ‘Fascista no, no, --se atrevió a adelantar Muriel, acompañando la negativa con una breve sacudida de la mano para reforzar su declaración. Los españoles respiraron aliviados. ‘¿Inglesa? ¿Americana? ¡Acabáramos!’”

Eran bien recibidos, y las mujeres, de forma especial, porque, además, se hacían valorar y prestaban todas las ayudas necesarias, a veces consumidas porque no entendían cómo operaba esa resistencia al fascismo que resultaría tan caótica.

Barcelona, en aquel instante, quería ser, con la Olimpiada Popular, una réplica frente al fascismo que representaba Hitler en Alemania, con los Juegos Olímpicos de 1936. Pero aquella respuesta “popular” no llegaría a producirse. Ni hubo juegos. Estalló la Guerra Civil.

Los ideales de libertad y justicia

Mercedes Gutiérrez enlaza historias personales con los acontecimientos, con las urgencias de la guerra y los quehaceres de mujeres que lo dejaron todo en Estados Unidos para unirse a una causa y a una parte de un país que apenas conocían. Lo que esta narradora logra es que el lector lo viva todo con intensidad, con la necesidad de no perder la memoria. Mujeres jóvenes, americanas, la mayoría ejerciendo como enfermeras, dieron lo mejor de ellas mismas para defender un ideal, la democracia, frente a lo que llegaba. Poco después la guerra se extendería por toda Europa. Y, algunas, seguirían otra aventura. 

La autora constata que el trabajo de estas norteamericanas, como muchas otras, y también los hombres que fueron voluntarios, perseguían unos ideales universales. Sin conocer bien el país, sin entender que podía significar exactamente el régimen republicano, cuestionado por las fuerzas conservadoras desde el inicio, sí tenían claro que valía la pena luchar por la libertad y la justicia. Es algo que se valora rápido, justo cuando se deja de tener o se sufren humillaciones.

Hubo mujeres, muchas mujeres, españolas y extranjeras, que buscaron alcanzar y defender esos valores frente al autoritarismo y el fascimo que ya acechaba Europa.