La reedición de Ramona, adéu, ópera prima de Montserrat Roig, teñirá el domingo las paradas de Sant Jordi de morado y violeta para evocar la conocida peripecia de tres mujeres barcelonesas que representan tres generaciones de una misma familia, en un mosaico del combativo siglo XX. Será un buen día para recordar aquel abril de 1971, cuando Le Nouvelle Observateur publicó el manifiesto de 343 mujeres, firmado por Simone de Beauvoir, declarándose culpables de haber cometido el delito de aborto, castigado con la cárcel.
La festividad vive su lluvia particular de clásicos en la que repiten Roig o Mercè Rodoreda, y otras, como el caso siempre descollante de Imma Monsó o el de Marta Orriols, ya consagrada, que puede ser la valorada a lo largo de Sant Jordi con su nueva obra, La possibilitat de dir-ne casa (Proa).
La fiesta, que este año recupera las Ramblas y consolida la Superilla del Paseo de Gracia, destaca la recopilación poética de Mercè Duran ganadora de la edición del Premio Romanyà, convocado por Editorial Trípode. El secreto editorial ya desvelado, pero todavía envuelto en incertidumbres, es la trayectoria de Armand Obiols -pseudónimo de Joan Prat- el amante de Mercè Rodoreda y fundador de Edicions La Mirada. En el castillo de Roissy-en-brie, donde se refugia junto a muchos otros intelectuales catalanes que huyen del fascismo y que desconfían de ella, Rodoreda echa mano del histrionismo: caza una mosca, la mete dentro de una copa de vino y se la traga riendo escandalosamente. Esta imagen destaca en Al mig de la vida, jo (Ebook), un retrato de la autora de La plaça del diamant, firmado por la librera y crítica literaria Marina Porras. No se lo pierdan.
Las cartas de Rodoreda
Y lo que despierta un interés morboso: los estantes presentarán Ells no saben res, las cartas que Rodoreda le escribió a Carles Riba -cumbre del noucentisme- desde la Francia ocupada en 1941 y 1942, que conforman una reveladora inmersión de Club Editor en un periodo vital de la autora aún lleno de sombras. La incertidumbre por el destino de su compañero, Armand Obiols, en la Organización Todt, constructora de las infraestructuras de guerra nazis en toda Europa, es clave del epistolario. Ells no saben res nos traslada hasta Limoges, la ciudad a la que Mercè Rodoreda se había exiliado en el momento en el que los nazis habían ocupado Francia; y las cartas a Riba, redactadas entre 1941 y 1942, son un testimonio de primera mano para saber sobre la autora de Aloma en ese tiempo. Carles Riba, en aquel momento, también se encontraba exiliado en suelo francés en calidad de vicepresidente de la Institució de les Lletres Catalanes.
El epistolario, como lucha contra el olvido, alimenta piezas biográficas de gran estilo, como Donasses (La Campana) de Marta Pesarrodona; 22 biografías breves de artistas, escritoras y activistas, desde Caterina Albert a Remedios Varo, desde Lola Anglada a Maria Aurelia Capmany o Mercè Vilaret. Pessarrodona escribe que, gracias al olvido, bien patriarcal de Josep Pla que obvió a las mujeres en sus literarios Homenots, ella se ha visto en la necesidad de responder quién seríamos sin recordar que Cataluña entró en la modernidad durante el siglo pasado por mor de mujeres artistas. Se pregunta quién seríamos sin Margarita Xirgu, punto neurálgico del canon escénico y sin Federica Montseny, punta de lanza ideológica.
Dos de las mujeres escritoras más actuales, même combat, Imma Monsó y Marta Orriols, harán pleno este Sant Jordi. Con su La mestra i la bèstia, la última entrega de Monsó sigue los pasos de su protagonista, Severina, emblema de una generación que creció durante la posguerra rodeada de culpa y represión. La ficción recupera ahora el silencio enterrado en un pueblo pirenaico y lo proyecta a la luz de la actualidad. Con La possibilitat de dir-ne casa (Proa), Marta Orriols, narra el caso de Valentina, una periodista corresponsal de guerra en Beirut que regresa a Barcelona después de 20 años, en un momento de crisis existencial. El rencuentro con las personas importantes de su pasado, con su familia, le harán replantearse el futuro. El gran interrogante es la identidad y la posible necesidad de encajar en su hogar. Valentina (inspirada en la periodista y también autora, Txell Feixas, y en la experiencia del eterno corresponsal de La Vanguardia, Tomás Alcoverro), es una mujer marcada por su inteligencia y su valor. Vive en el barrio de Hamra, en la capital del Líbano, y sufre la inconstancia de Renée, la protagonista de La vagabunda de Colette, una mujer que, en otro contexto, ama pero que parece haberlo sacrificado todo para evitar el altar institucional del Amor. El combate con una misma lleva a otra escritora, Eva Baltasar, a explicarse con una honestidad y una contundencia poco usuales. Después del éxito incontestable de sus dos primeras novelas, Permagel y Boulder, ahora es el turno de Mamut (Club Editor), que llega a las paradas cerrando la trilogía. Baltasar está a punto de lograr un salto a otra dimensión, porque acaba de ser seleccionada como finalista para ganar el Booker Prize.
En Una historia es una pedra llançada al riu (Angle Ed), Mònica Batet propone una visión metafórica de la realidad que se expande y que divide las amenazas del destino sobre dos personalidades jóvenes: una poetisa y música folclorista, frente a un joven revolucionario con ansias de cambiar el mundo. Ambos, lectores contumaces, son cautivos de los cuentos populares y buscan, cada uno por su lado, la explicación del poder autocrático bajo el que les ha tocado vivir. El espacio en el que se mueven es una ciudad imaginaria, que podría ser la Barcelona de contornos polimórficos o el Berlín dividido durante cuatro décadas. Se conocen en un baile e inician una relación bajo el poder que les dominará y destruirá sus futuros. No salen de la edad de la inocencia, como sí lo hacen los personajes de Madame Bovary, por poner un ejemplo útil. Los protagonistas de Batet anteponen su destino: La joven folclorista se convertirá en Escuchadora de Canciones y llegará más hondo y más lejos, que el revolucionario. La autora nos conduce dulcemente a una meta realidad donde los sueños se alternan con la verdad, donde la música y la ficción se revelan como una fuerza capaz de destruir tiranías, de cambiar el orden de nuestras prioridades. Él se da bruces contra un poder más endurecido de lo que llegó a imaginar. Ella, sin rehuir la verdad, inventa un futuro basado en la fuerza colectiva de los mitos.
Si demediamos la estructura narrativa de Batet, podemos acercarnos a Eduardo Márquez, cuya obra titulada 1969 (Altra/ Navona), es una narración de voces distintas y diversas en la Barcelona de 1969, un año después del Mayo Francés. El franquismo exhalando como régimen agotado, ofreció todavía una lección de crueldad al dictar penas capitales, mientras las calles de la ciudad fueron tomadas por el izquierdismo que entonces Italia conocía con el nombre de sinistra extraparlamentaria, en la que el Potere Operaio y las Brigadas Rojas dominaban Bolonia y toda la Emilia Romaña, entre los Apeninos y el río Po. Paralelamente, en Barcelona, mil flores se abrieron y mil pensamientos acudieron al altar del sacrificio. Un puzle polifónico que retoma aquella urbe compacta que dejó de ser la capital catalana y quiso ser de nuevo la Rosa de Foc. Su autor, Eduardo Márquez, dejó la narrativa hace casi una década y ahora ha vuelto con las pilas cargadas, como demuestra su abrumador trabajo de hemeroteca y documentación oral.
Batet desentrañando el misterio de las ondas provocadas por una piedra lanzada en aguas cristalinas, hasta alcanzar un destino azaroso, y Márquez con su cepillada memoria de la rebeldía pueden servir de contrafuerte a la investigación literaria de un maestro como Enric Casasses, autor de Marramaus (Empuries), un conjunto de narraciones breves que tratan sobre la ficción , la música o la pintura como las pasiones que arrastran a los lectores, sea cual sea la preferencia de sus registros. Leer es siempre anterior a todo. Y Casasses, Premio Nacional de las Letras Catalanas en 2021, nos propone un viaducto del saber que conduce de Josep Carner al escultor Venanci Vallmitjana o de Kenneth Patchen a Gérard de Nerval. El libro de Casasses es una fina obertura, pero podría ser también una coda triunfal al final de una ópera. Es, en cualquier caso, una ventana al conocimiento basada en la letra, empujada hacia las artes y las vanguardias y devuelta al papel escrito, como origen de la reflexión. Ayuda a discernir, sin perder la orientación en el complejo laberinto de saberes en el que viven los que, para estar vivos, necesitan empaparse de lectura.
La prosa naturalista de Pedrolo
Borja Bagunyà es un caso silvestremente poético; un autor al que merece le la pena seguir por su agudeza clínica (estudio Medicina y Comunicación; y se doctoró en Letras) y es el editor de la revista Carn de Cap. Su último libro, Temps obert: Sessió de control (Ed. Comanegra), ofrece un rastreo de la prosa naturalista catalana de Manuel de Pedrolo, para dar nueva vida al personaje de este último, Daniel Bastida. El lector reconocerá el aroma 'pedrolo', pero dotado de la concreción métrica, fría y estrictamente literaria de Bagunyà, el genio que sorprendió con su libro, Defensa propia. No por su estilo, pero sí por la determinación de su prosa, Bagunyà es interpretable junto al mallorquín, Pere Antoni Pons, autor de Contra el món (Empúries), una narración de tonos apocalípticos en la que la amistad rompe barreras insalvables, pero no salva al medio, la Isla de Mallorca, que hunde su futuro en el barro de la especulación urbanística, la fealdad y los delirios de la piedra, tótem del dinero y la felicidad. Un pintor, un activista medio ambientalista y un ex ejecutivo del sector hotelero tratan de remediar los males del crecimiento sin mesura ni estética, pero acaban reconociendo que, sea cual sea la salida, han perdido para siempre el tesoro de un mundo marcado por el color, el rugido del mar y la buena mesa.
Es una novela dura, muy del estilo de la narrativa norteamericana en el periodo entre las dos Guerras Mundiales, con momentos próximos a la áspera serie negra y en línea con el Crack out, el cuaderno desmoralizado y medio extraviado de Fitzgerald sobre el crack del 29. Contra el món es un emblema de la denuncia entendida como una de las bellas artes. El ciudadano moderno está configurado por su insaciable sociabilidad, una dolencia que le tiene preso y que le obliga a defender su privacidad a base de hipocresía. El disimulo y a veces el reconocimiento de la culpa sin consecuencias ni expiación barnizan su conducta, al estilo del doctor Judah Rosenthal en la película de Woody Allen, Delitos y faltas.
Ante la infelicidad sin solución que corroe al personaje de Allen, Ada Castells nos ofrece Solastàlgia, el concepto que da título a la novela publicada por la editorial L’Altre; el nombre acuñado por Glenn Albrech es lo que decide aplicarse la protagonista, Sara, en una Barcelona mítica y víctima de inundaciones bíblicas. Frente a la dimensión de la tragedia y a poco tiempo del fin del mundo anunciado, Sara trata de recuperar la serenidad echando mano de la pócima. La Solastàlgia es un remedio radical y por lo visto maravilloso que no tiene relación con las mezclas lisérgicas del mundo contemporáneo y que ayuda a obtener la felicidad por tiempo limitado, sin las consecuencias dramáticas de los psicotrópicos. La cura de Sara supera sobre el papel a la solución psicoanalítica de volver al lugar del desastre para afrontarlo y superarlo. Esta segunda es la idea de la que parte otra autora novedad de Sant Jordi, como Eva Piquer, en Aterratge (Club Editor), una realidad-ficción en la que la protagonista viaja a Islandia junto a los restos de un avión que se estrelló en 1973. Es un trayecto hasta el fondo del dolor, donde la recreación psiquiátrica reconoce la pérdida, la supervivencia y la culpa.
La lectura combinada con el placer de la imagen aporta formas más contundentes de sortear al mundo que nos rodea. Sant Jordi también ofrece haters; hay monstruos que superan estados de ánimo porque son estados del alma muy bien descifrados en el dibujo del comic. Veamos por ejemplo la irreverencia de El Grinch de Sant Jordi (Comanegra), con texto de Jair Domínguez, dibujos de Oriol Malet y fantasmagorías de Quim Monzó, uno de los grandes que nunca falta en la festividad.
Y cerramos nuestra ventana de la mano del segundo autor más vendido y leído, Xavier Bosch, cuyo 32 de març (Univers), que comparte éxito comercial con la citada Marta Orriols. Bosch nos propone un vieje biográfico y sentimental a la vida de Margaux, en los años de la ocupación alemana en Francia. Y nos abre una rendija por la que el Sant Jordi 2023 se vuelca una vez más al fenómeno Barça, como centro de un universo paralelo cuya atracción depende de la pelota, la bota, la red y la intriga por el poder en sector industrial y motor del ocio. Tot Messi i mes (Grup 62/Fnac), de Jordi Puntí, un clásico indiscutible de la doble unidad ficción-periodismo o el En guerra (Edicions 62) de Enric Calpena, otra versión de la implacable trayectoria del ex presidente del Club, Sunyol i Garriga empezando por la desoladora imagen de su fusilamiento en la carretera de Guadarrama, en plena Guerra Civil.