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Dado lo previsible que es casi todo, en el mundo real y en el audiovisual, abundan las series en las que basta con los dos primeros episodios para poder emitir una opinión mínimamente razonable a la hora de enjuiciarlas. Las más interesantes, lógicamente, son las que te obligan a tragártelas hasta el final antes de echar tu cuarto a espadas. Task, la nueva propuesta de ese estudioso de la miseria física y moral de la América profunda que es Brad Ingelsby (Devon-Berweys, Pensilvania, 1980), que ya nos deslumbró con su anterior miniserie, Mare of Easttown (2021), forma parte del segundo y más interesante contingente de la producción televisiva.

De ahí que un servidor de ustedes haya tenido que ver los siete episodios de Task antes de largar en estas páginas: lo siento por si hay alguien que se guía por mi criterio, pero no estaba yo para avanzar conclusiones sin haber llegado al final.

Y la verdad es que éstas son las mismas a las que llegué tras tragarme Mare of Easttown: Brad Ingelsby pone el foco, y lo pone muy bien, en la América profunda, que empieza a cien kilómetros de cualquier ciudad más o menos importante y lo envuelve todo en una niebla anti cosmopolita en la que resulta difícil localizar hasta un Starbucks. En el territorio Ingelsby, todo es rancio y primario, con una leve capa de civilización para que no se detecte del todo la catástrofe humana que ahí tiene lugar a diario desde tiempo inmemorial.

Buenos y malos, o no tanto

A esa discreta catástrofe aplica el señor Engelsby su mirada de humanista que observa sin juzgar y muestra sin incurrir en el maniqueísmo. Task es, ciertamente, una historia de buenos y malos, pero ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos: unos y otros juegan con las cartas que se les han repartido y se mantienen a uno y otro lado de la ley (esto es un thriller, levemente metafísico, pero un thriller a la postre), siguiendo su moral, el que la tiene, o haciendo de su capa un sayo, el que solo piensa en salir de la miseria a cualquier precio.

Imagen de la serie 'Task'

Pensemos en los protagonistas de la serie. Tom Bradis (Mark Ruffalo, en un papel pensado para Michael Keaton) es un agente del FBI un tanto especial (fue cura antes que policía) que se ha quedado viudo recientemente y al cuidado de sus dos hijos adoptivos, Ethan y Emily (la chica es un encanto, el chico siempre fue problemático y ahora está en la cárcel).

En esa tesitura le cae el encargo de montar un equipo (task forcé) con unos pardillos que le asignan para investigar unos robos de droga a una pandilla de moteros siniestros que pueden ponerse muy desagradables con su entorno.

Entra la némesis de Tom, Robbie Prendergast (un espléndido Tom Pelphrey, al que no veíamos desde la excelente, pero ninguneada, Banshee), que se gana la vida como basurero junto a sus dos hijos, cuidados por su sobrina Maeve (Emilia Jones) desde que su mujer los abandonó a todos.

Tierra baldía

El hermano de Robbie fue ejecutado por los moteros y, como venganza y para salir de pobre, Robbie ha puesto en marcha los robos, consciente (o no), de que lo pueden acabar matando.

Tom y Robbie llevan vidas de esas que uno no le desea a nadie. El hecho de que estén en lados opuestos de la ley no los identifica tanto como su condición de víctimas. A lo largo de siete intensos capítulos, ambos pechan con su situación mientras protagonizan una historia de policías y delincuentes, de buenos y malos, que se enriquece con las penurias morales de su vida personal. El resultado es un brillantísimo thriller con factor humano que no va a acabar bien para ninguno de los dos. Aunque su fe ya no es la que era, a Tom aún le queda, aunque algo lejos y cada día más críptico, Dios. A Robbie no le queda ni eso.

Imagen de la serie 'Task'

Es curioso el terreno de nadie escogido por el señor Engelsby para poner su lupa, esa tierra baldía que es la inmensa provincia norteamericana sin diferencias notables de un extremo a otro del país y que acaba siendo un personaje más, como Nueva York y Los Ángeles para otras ficciones policiales.

Un terreno que da para mucho y que dudo que se vaya a limitar a Mare of Easttown y Task. Quedo, pues, a la espera de la nueva propuesta de Brad Engelsby y su moralismo fatalista, eficaz y tremendamente humano. Y me disculpo de nuevo por tardar tanto en hacerles llegar estas modestas reflexiones.