Extraña y fascinante propuesta en Filmin: la miniserie de la BBC (seis episodios) The listeners, dirigida por la norteamericana Janicza Bravo, protagonizada por la siempre eficaz (hasta en aquel disparate de Woody Allen que fue Vicky Cristina Barcelona) Rebecca Hall y escrita por el canadiense Jordan Tannahill a partir de su novela homónima, recién publicada en España por Capitán Swing con el título de Los que oyen.
Aunque Filmin la ha incluido en el género de terror (algo había que decir para orientar mínimamente al posible espectador), The listeners es una historia que no puede adscribirse a ningún género concreto, pues se trata, de hecho, de una muy peculiar e inquietante reflexión sobre el sentido de la vida.
Si muestra ribetes de thriller es porque la búsqueda de la protagonista, que parece inducia al principio por una extraña y molesta dolencia, la lleva a situaciones y personas que difícilmente pueden describirse como normales.
Fotograma de The listeners'
Veamos: Claire (la señora Hall) es profesora de literatura en un instituto de alguna provincia británica. Su alumno favorito es Kyle (Ollie West), un adolescente espabilado, aunque con cierta tendencia a escuchar música en clase con sus auriculares o quedarse dormido con la cabeza sobre el pupitre. Claire lleva días batallando contra un extraño zumbido que resuena en su cabeza y que comienza a hacerle le vida un tanto miserable.
El sentido de la vida
Se lo cuenta a su marido y a su hija, que se la quitan de encima con la excusa del estrés y las tensiones inevitables en su lugar de trabajo. Un día se le acerca Kyle y le cuenta que le pasa lo mismo que a ella (ha intuido su dolencia a base de observarla) y que tampoco nadie le hace el menor caso.
Afectados por ese zumbido que les amarga la vida, Claire y Kyle se convierten en una pareja de investigadores que empieza sus pesquisas visitando torres de comunicaciones, antenas de telefonía móvil y hasta obras de edificios en construcción, por si el zumbido viene de alguno de esos sitios. De ahí pasan a un grupo de apoyo (con cierto aspecto de secta) cuyos miembros llevan años sufriendo el zumbido de marras, tras el cual se esconde, según el líder (un profesor expulsado de su trabajo por crear un grupo de estudio con sus alumnos), un camino de perfección que, con suerte, llevará a una epifanía en la que, teóricamente, se descubrirá el sentido de la vida y de este mundo cruel.
Imagen de ‘The Listeners’
Es decir, que, según el presunto gurú, y aunque nadie lo haya conseguido hasta ahora, el zumbido es en realidad eso que los ingleses describen como a blessing in disguise (una bendición encubierta), pues tras un largo sufrimiento, el premio consistirá en la felicidad y la armonía derivadas de la comprensión, ¡por fin!, de qué hacemos en este mundo, de donde venimos y a donde vamos.
Arriesgar con experimentos
A todo esto, para Claire, el camino de perfección se ha complicado notablemente. Tal como lo ven los demás, a la pobre se le ha ido la olla con su zumbido, ha caído en manos de una secta destructiva y, para colmo, mantiene una relación inapropiada (aunque no haya sexo, muchos lo dan por hecho) con un chaval de diecisiete años que, además, es alumno suyo. Su marido y su hija están escandalizados. Y el espectador se pregunta: ¿Tendrán cierta base las intuiciones del gurú de la seudo secta? ¿Es posible que el sufrimiento inicial propiciado por el zumbido conduzca a un redescubrimiento de uno mismo y del mundo que lo acoge?
No voy a responder a esas preguntas por temor al spoiler, pero les aseguro que vale mucho la pena seguir las andanzas de Claire hacia su liberación o su hundimiento social definitivo en este extraño thriller existencial que es The listeners (y que a veces recuerda a una vieja película de Michael Tolkin, The rapture).
Solo puedo decirles que el final es ambiguo y teñido de una peculiar armonía fatalista. Y que el señor Tannahill (que también cultiva la dramaturgia, la performance y el activismo queer, que no nos falte de nada) se revela como un escritor muy sugerente a la hora de transitar entre la (aparente) normalidad y la fantasía con ansias de trascendencia.
En resumen, una propuesta que tal vez no es para todo el mundo (nadie fue a ver The rapture en su momento), pero que confirma la capacidad de la televisión para arriesgarse con experimentos de los que la industria del cine no suele querer saber nada.
