En la vida de todo ser humano hay un momento de vértigo. Se produce cuando un día se mira adelante y atrás y se descubre que ya es más largo el camino recorrido que el que queda por recorrer. Ante el desasosiego que genera esta constatación cada cual reacciona a su manera: teñirse las canas, apuntarse al gimnasio, matricularse en un curso de meditación trascendental, leer a los estoicos, echar la vista atrás con melancolía o plantearse una pregunta: qué quiero hacer con el resto de mi vida. Son diversas manifestaciones de lo que llamamos la crisis de la mediana edad.
El cine la ha abordado en múltiples ocasiones y ahora toma el testigo Cesc Gay (Barcelona, 1967), que opta por dar el protagonismo a un personaje femenino, con tono de comedia romántica moderna. El resultado es Mi amiga Eva, acaso la película más redonda de su carrera. La Eva del título (una muy convincente Nora Navas) es una cincuentona, casada desde hace más de veinte años, con un marido solícito (Juan Diego Botto) y dos hijos adolescentes. Trabaja en una editorial, goza de estabilidad económica y tiene una vida confortable y en principio feliz. La cinta arranca con un viaje profesional a Roma, durante el cual conoce, en el hotel en el que se aloja, a un argentino encantador y dicharachero, de profesión guionista (Rodrigo de la Serna).
'Mi amiga Eva'
En los sucesivos encuentros casuales -en la puerta del hotel, en el desayuno, en un restaurante cercano…- se establece entre ellos una corriente de simpatía en la que ella intuye, y al mismo tiempo teme y recónditamente desea, un intento de seducción por parte de él, que emite señales contradictorias. ¿El argentino despliega una inocua amabilidad o una estrategia envolvente para llevársela a la cama? ¿Y ella no desea para nada entrar al trapo o la halaga sentirse deseada y la hechiza la posibilidad de una aventura?
Esta tensión soterrada, este desconcierto íntimo de la protagonista, lo despliegan de un modo impecable Cesc Gay y Nora Navas. Si algo se le da bien al cineasta es manejar las emociones, y aquí lo hace eludiendo las peroratas explicativas y trabajando el lenguaje no verbal de los gestos y expresiones de su actriz. Al final, en el prólogo romano no se consuma ninguna aventura extramatrimonial, porque Eva esquiva cualquier posibilidad, aunque tampoco tiene la certeza de que él haya tratado de seducirla.
'Mi amiga Eva'
De vuelta en Barcelona, le queda la comezón del paso que pudo haber dado y por recato o pereza no dio. Y empieza a fantasear. Cuando un día ve a un amigo de su edad, recién separado, besándose con una chica más joven en la calle siente envidia de esa pasión, que en su matrimonio hace tiempo que se evaporó. Llega a la conclusión -entramos en la mentada crisis de la mediana edad- de que lo que ansía no es un revolcón extramatrimonial sino darse la oportunidad de volver a enamorarse. Y en secreto se pone a buscar un piso al que mudarse, empezar una nueva vida lejos de su familia.
Resumido así puede parecer peliculero y hasta cursi, pero Gay logra construir un personaje veraz. Y además sin recurrir a trampas baratas: el marido no es un ogro, sino un encanto, aunque ha convertido la vida en pareja en una sosegada y cómoda rutina, a la que de pronto Eva no quiere resignarse. Hay un pequeño detalle en la personalidad de ella que es un ejemplo de la virtuosa escritura del guion: tiene tendencia a contar mentirijillas sin importancia por seguir la corriente y evitar situaciones incómodas, como decir que sí, que por supuesto que ha leído a un autor que en realidad no ha leído.
'Mi amiga Eva'
Este rasgo de personalidad sirve para perfilarla y después será utilizado como recurso cómico con mucha inteligencia, cuando se inventa un amante inexistente para justificar su decisión de irse a vivir por su cuenta, porque le parece un modo más práctico de romper con su marido sin humillarlo. Lo cual da pie a una de las mejores escenas de la película, cuando acorralada, acaba confesando la verdad. La presencia de los dos hijos adolescentes, que no entienden la decisión de su madre añade un buen contrapunto. En cambio, son más endebles una ramplona secuencia en la consulta de la ginecóloga, en la que Eva pregunta por unas supuestas hormonas del amor, y varias escenas con sus amigos del alma, que le dan consejos sobre cómo volver a ligar.
Y es que, consumada la decisión de iniciar una nueva vida sola, Eva se topará con la cruda realidad de lo que significa intentar encontrar el amor a los cincuenta. Hay un puntito de crueldad en el modo de presentar a los sucesivos pretendientes, a cuál más tristón, maniático o directamente patético. Eva sucumbe incluso a un intento de volver atrás y reconciliarse con su marido, que Cesc Gay resuelve de forma brillante.
'Mi amiga Eva'
Hasta que, en cierto momento, hará su reaparición el guionista argentino de Roma y entonces llega el punto crítico: cómo concluir la historia. Decantarse por un happy ending edulcorado resultaría demasiado hollywoodiense y poco acorde con el planteamiento realista de la película. Optar por un final desolador sonaría peligrosamente a moraleja admonitoria retrógrada: ¡cincuentona, no abandones el lecho marital! Entonces, ¿qué final concederle a esa Eva deseosa de volver a enamorarse? El cineasta opta por un solvente y encantador final abierto, que evita al mismo tiempo el coma diabético y el paquete de kleenex. Y acierta, porque es la única opción sensata para no descarrilar en el último momento.
Todo el cine de Cesc Gay tiene un punto teatral. De hecho, en varias ocasiones ha partido de obras de teatro, incluidas las dos que él ha escrito: adaptó Los vecinos de arriba retitulándola Sentimental, y 53 domingos es la base de su próximo proyecto. El suyo es un cine de personajes y diálogos, la cámara está al servicio de los actores y abundan los planos medios y primeros planos funcionales. Está más fundamentado en la solidez del guion que en el virtuosismo visual de la puesta en escena. En Mi amiga Eva ha sustituido como coguionista a su habitual colaborador Tomás Aragay por Eduard Sola (escritor de títulos como La virgen roja de Paula Ortiz y Casa en llamas de Dani de la Orden).
'Mi amiga Eva'
A lo largo de su carrera, Gay ha recorrido en tono de tragicomedia desde la adolescencia -Krámpack- hasta la inminencia de la muerte -Truman-, pasando por las diversas formas de amistad y amor: En la ciudad, Ficción, Una pistola en cada mano, Sentimental, la episódica Historias para no contar… Quizá la obra que le permitió desplegar un estilo visual más audaz fue la serie Félix -protagonizada por Leonardo Sbaraglia-, en la que se aventuraba en territorios un poco alejados de sus premisas habituales. Pasó desapercibida, pero es uno de sus trabajos más estimulantes, por sus dosis de excentricidad.
En Mi amiga Eva, aborda con perspicacia la mediana edad desde la liviandad de la comedia romántica, sin ponerse pomposo ni pasarse con las cucharadas de azúcar. El resultado es muy equilibrado. Y el retrato de la protagonista, de lo más convincente. Como dice la canción de Leonard Cohen que suena al final, Aint’t No Cure for Love, O sea: El amor no tiene cura. O si me permiten una traducción libérrima: El amor es la fuerza motriz de la existencia.
