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“En la India hay dos tipos de intocables, los que nadie quiere tocar y los que nadie puede tocar” dice un personaje de Secretos de un crimen, debut en el largometraje de ficción de la documentalista británica de origen indio Sandhyra Suri. La frase la pronuncia Sharma (Sunita Rajwar), una veterana y muy prestigiosa oficial de policía, al borde de la jubilación. Una mujer muy curtida y con mucho cinismo a cuestas.

A sus ordenes y bajo su tutela acaba una joven agente llamada Santosh (Shahana Goswami), que es la protagonista de la película. De hecho, el título original es su nombre: Santosh, aquí sustituido por otro que deje bien claro al potencial espectador que se trata de una cinta policiaca, ambientada en la India rural y profunda. 

Mientras que en nuestro entorno el género, tanto en la literatura como en el cine, tiene mucho de divertimento, si acaso con unas gotitas de crítica al capitalismo rampante o de reflexión moral, en otras latitudes -países dictatoriales, corruptos, con desajustes sociales escandalosos o con un pasado sombrío- el policiaco sigue siendo un vehículo idóneo para la denuncia.

'Secretos de un crimen'

Tenemos sobrados ejemplos recientes. Películas sobre el Irán de los ayatolás rodadas fuera del país -Holy Spider de Ali Abbasi- o dentro del país, pero de forma muy discreta, como El fruto de la higuera sagrada, que le costó a su director el exilio, huyendo a pie por las montañas. Otro caso: la corrupción política y religiosa de Egipto retratada por el sueco de padre egipcio Tarik Saleh en cintas como El Cairo confidencial y Conspiración en El Cairo. O la China con toques neonoir, que la tímida apertura del régimen ha permitido plasmar en largometrajes como Black Coal y El lago del ganso salvaje de Diao Yinan, o Largo viaje hacia la noche de Bi Gan.

La cinematografía argentina también es un ejemplo de cómo servirse del género para evocar la podredumbre moral vinculada con los años de la dictadura en títulos como Rojo de Benjamín Naishtat, Un crimen argentino de Lucas Combina o la brutal El clan de Pablo Trapero. 

La India de las castas, la injusticia social, la misoginia y la corrupción policial ya había sido dibujada en una excelente serie de Netflix -que, como era de esperar, pasó por completo desapercibida- titulada Dehli Crime, creada por Richie Metha. Tomaba como punto de partida un crimen real tan bárbaro que incluso llegó a los periódicos occidentales: la salvaje violación grupal y asesinato de una chica en un autobús en la caótica ciudad de Delhi. Es decir, la cara B que no enseña el colorista cine de Bollywood, escaparate de un país de ficción.

Un dato: el comité gubernamental encargado de elegir la cinta india para luchar por el Oscar a mejor película extranjera descartó el título que mejor podía competir, La luz que imaginamos (Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes) de Payal Kapadia, porque consideraron que daba una mala imagen del país. 

'Secretos de un crimen'

Llega ahora a las pantallas Secretos de un crimen, ambientada en el norte rural y que tampoco da una buena imagen del país. Es, como Delhi Crime, un policiaco, pero de estilo muy diferente. En este caso, no se pone todo el foco en los procesos de la investigación policial ni en conseguir un ritmo de acción trepidante.

La trama detectivesca funciona como un hilo conductor: descubrir quién ha violado y asesinado a una adolescente de la casta dalit -los parias, los intocables- y ha lanzado el cadáver a un pozo, para añadir al asesinato la contaminación del agua que bebe la población local. Sin embargo, lo que interesa sobre todo a la directora es retratar a los personajes y las relaciones -emocionales y de poder- que se establecen entre ellos. Y retratar también el contexto sociocultural en el que se ha producido el crimen. 

En el centro de la historia está Santosh, una joven que se ha quedado viuda al poco de casarse. El marido, agente de policía, ha fallecido reprimiendo unos tumultos por las protestas de la comunidad musulmana. Como los suegros, que deberían acogerla en su casa, la repudian, la chica decide acogerse a un programa social que ha puesto en marcha el gobierno para no condenar la indigencia a mujeres como ella. Tiene derecho a heredar el puesto de su difunto marido. 

Es a través de la mirada de Santosh -ingenua, perpleja- como vamos siendo testigos de las inoperancias, arbitrariedades y directas corruptelas que se producen de forma cotidiana en la comisaría local. Por ejemplo, cuando un hombre acude a denunciar la desaparición de su hija, lo echan de allí y le dicen que se lo explique al zapatero, que ejerce de mediador local. Todo porque ese padre desesperado es un dalit. 

'Secretos de un crimen'

Una vez aparece el cadáver de la chica no hay otro remedio que iniciar una investigación, porque el escándalo de la apatía policial provoca protestas y ha saltado a la prensa. Es entonces cuando Santosh -a única que ha intentado ayudar al denunciante- es reclutada como su ayudante por una afamada oficial que ha llegado para hacerse cargo de las investigaciones, ya que la víctima es una adolescente y hay que aplicar un poco de sensibilidad femenina al caso para apaciguar a la población y a la prensa. 

Con este planteamiento argumental, la película habría podido convertirse con facilidad en un producto predecible, rebosante de arquetipos y clichés, con personajes planos y toneladas de buenismo. Podría haber derivado en la historia de la sororidad entre dos mujeres policías, íntegras y valerosas, que, frente a la ineptitud y machismo de sus colegas masculinos, consiguen resolver un complicado caso poniendo en riesgo sus vidas y llevan al pérfido criminal ante la justicia. ¡Versión Hollywood o Bollywood!

Pues no. Del imaginario argumento descrito -manido y banal-, el único punto que la cinta cumple -y tiene todo el sentido que lo haga- es la denuncia del galopante machismo y paternalismo con el que los oficiales y agentes varones tratan a sus colegas femeninas, a las que ven como un molesto peaje con el que hay que tragar porque el país se empeña en modernizarse. Todo lo demás se tiñe de ambigüedad moral y discurre por zonas pantanosas. Y es ahí donde reside la fuerza de la película. 

En primer lugar, está muy bien construida la relación entre la veterana y la embelesada pupila. La joven ve en ella un referente moral y un modelo a imitar, mientras que la oficial madura acaso sienta por su ayudante algo más que un interés puramente profesional. La directora lo perfila con extrema delicadeza y elegancia -dada la represión sexual imperante en el país-, sin explicitarlo nunca. Es el sutil trabajo de la excelente actriz con las miradas y los gestos lo que nos permite intuir algo que queda en el terreno de los deseos reprimidos. 

'Secretos de un crimen'

Sin embargo, es en la exploración de las zonas grises de la ética donde la cinta desarrolla todo su potencial. La veterana oficial tiene la teoría de que un caso criminal es como una representación teatral, en la que cada implicado representa un papel: la familia de la víctima que busca justicia y la policía que debe dársela. El cómo se consiga ese objetivo es lo de menos.

Lo cual se traduce en que cuando las pistas llevan a la detención de un joven musulmán al que los indicios señalan como culpable, pero que tal vez no lo sea, la actuación que llevan a cabo los agentes de la ley es más que discutible. El único objetivo es que todas las piezas encajen y se pueda dar carpetazo al caso y ponerse las correspondientes medallas. El desarrollo dramático va incluso más allá: la propia Santosh deja atrás su inocencia y se adentra en terrenos moralmente muy turbios. 

Abundan los detalles que perfilan la realidad sociocultural del país, como esos empleados de la morgue que no quieren tocar el cadáver de la asesinada porque es de una casta inferior, o esa hacendada que ejerce de alcaldesa local y prefiere mirar hacia otro lado porque de nuevo se impone el sistema de castas. Uno de los méritos destacables de este largometraje es que, denunciando el machismo ambiental, no cae la trampa de lo políticamente correcto que convierte a todos los personajes femeninos en heroínas sin mácula, seres de luz en lucha contra el patriarcado. 

En Secretos de un crimen todos los personajes, incluidos los femeninos,  tienen sus zonas de sombra. Es esta construcción compleja la que da más fuerza a la denuncia de las injusticias que plantea y sobre todo encumbra la calidad cinematográfica de la película.