Los apóstoles de Donald Tump
El dcoumental 'Homegrown' constata la predilección de millones de norteamericanos por el presidente 'anaranjado', que ven en él a uno de los suyos, aunque forme parte de la élite
Trump y Estados Unidos: Hacia una "democracia autoritaria como Hungría"
Ahora que el abominable hombre anaranjado (también conocido como Donald Trump) vuelve a ocupar la Casa Blanca, fielmente secundado (veremos hasta cuando, pues intuyo una próxima tangana entre ambos) por el súper magnate tecnológico Elon Musk y una serie de ministros que son todos para echarles de comer aparte, es un momento muy adecuado para ver en Movistar el documental Homegrown (Hecho en casa o Producto local), del cineasta y activista (participó a fondo en Occupy Wall Street y fue acusado falsamente de pegar a un policía) Michael Premo, que fue muy bien acogido en la edición del año pasado del festival de Venecia.
Si uno quiere entender perfectamente en qué consiste el trumpismo, este largometraje resulta ideal. No es que descubra la pólvora ni aporte datos inéditos, pero confirma nuestras peores intuiciones de una manera tan creíble como exenta de demagogia: Homegrown no tiene nada que ver con los documentales pogresistas de Michael Moore, y no hay en su director la menor ambición de protagonismo.
Por no haber, no hay ni un guía a lo Moore que nos vaya ilustrando, ni tan siquiera una voz en off: el señor Premo filma, muestra y deja hablar a los trumpistas para que el espectador saque sus propias conclusiones.
Un nuevo mesías
Lo hace a través de tres fans del Donald y sus movimientos en el verano del 2020, cuando a Trump se le metió en la cabeza que le habían robado las elecciones los demócratas y se dedicó a liarla parda hasta que acabó consiguiendo que más de un millar de sus seguidores más obtusos tomaran el Capitolio (recordemos al sujeto de los cuernos en la cabeza, recién indultado, supongo, junto a otros mil y pico salvadores de la patria).
Los fans en cuestión militan en los Proud boys, extensa pandilla de extrema derecha repartida por todo el país que considera al Donald una especie de nuevo mesías. Es un misterio cómo se dejaron rodar por el señor Premo, pero lo hicieron sin vigilar en lo más mínimo lo que decían.
Dos de ellos resultan especialmente interesantes, pues son como la célebre pareja del poli bueno y el poli malo. El poli bueno no parece del todo un mal tipo y hasta se trata con negros, lo que le acabará costando la expulsión de la organización. El poli malo es un zoquete de unas dimensiones inabarcables que acabará participando en la toma del Capitolio, que el señor Premo filma de maravilla, poniendo la cámara en la nariz de los energúmenos que intentan colarse en el edificio.
Los Proud boys que salen en la película son solo una pequeña muestra de los más de 70 millones de norteamericanos que acaban de volver a situar al hombre anaranjado de la ensaimada en la cabeza en la Casa Blanca.
Contra los políticos liberales
Trump ha conseguido engañarlos a todos haciéndose pasar por uno de ellos, y se lo han perdonado todo: la evasión de impuestos, la explotación de sus trabajadores, los líos sexuales (se estaba cepillando a Stormy Daniels mientras la pobre Melania alumbraba al pequeño, ahora enorme, Brandon).
Han confundido a un tirano con un adalid de la libertad y con una persona decente que no tiene nada que ver con esos políticos liberales que los miran por encima del hombro y los consideran White trash (aunque sea el primer presidente que accede al cargo con una condena a cuestas: supongo que no tardará mucho en indultarse a sí mismo).
Los protagonistas de Homegrown creen que Trump es su amigo y su defensor. Están dispuestos a creerse que le han robado las elecciones. Dándose ánimos mutuamente, se vienen arriba y deciden que hay que hacer algo gordo, como asaltar el Capitolio (hubo muertos).
El recuerdo del Anschluss
Tras cuatro años en los que se han sentido humillados y ofendidos, han conseguido que su ídolo vuelva al lugar del que, según ellos, nunca debió salir (gracias, en parte, a la ineptitud y la cachaza de ese partido demócrata que, en cuatro años, no tuvo tiempo de encontrar un sustituto adecuado para el perjudicado Joe Biden y pretendió convertir a una vicepresidenta mediocre en una campeona de la libertad).
El espectador (o por lo menos, este espectador) asiste con cierto estupor a la proyección de Homegrown. Pasan las décadas y el engaño y la demagogia siguen funcionando, sobre todo cuando las supuestas fuerzas del bien son de una inoperancia asombrosa.
Ese es el mensaje de Homegrown, cuyo director no sobreactúa a la hora de presentar a los trumpistas como unos demonios con rabo: más bien recuerdan a los alemanes que, en los años 30, se enamoraron de Hitler. Y, por cierto, ese conato de anexión del Canadá del que habla el hombre anaranjado, ¿no recuerda peligrosamente al anschluss del Führer con Austria?