Después de tragarme series tirando a intensitas, como Ripley, Mi reno de peluche o Eric, necesitaba darles un respiro a mis meninges y ver algo confortable; a ser posible, un thriller apacible y de ambiente rural: o sea, alguna adaptación de Agatha Christie, cuyas novelas siempre me han aburrido un poco por la falta de carácter de sus personajes, pero cuyas versiones audiovisuales (como las de Stephen King) siempre me ofrecen cierto solaz. Movistar vino en mi ayuda colgando Murder is easy (Matar es fácil), afable misterio campestre en tres episodios que adapta la novela homónima de la señora Christie (publicada en 1939, aunque situada aquí en 1954), que ya tuvo una versión anterior en 2009 en la que figuraba, en un papel secundario, el siempre estupendo Benedict Cumberbatch.
Matar es fácil estaba protagonizada por la señorita Marple, adorable metomentodo que siempre me imagino con el careto (¡y vaya careto!) de la difunta Margaret Rutherford, que la interpretó en tres ocasiones a principios de los años 60. Pero en esta nueva versión se ha optado por la racialización del protagonista, sustituyendo a la muy británica señorita Marple por un joven nigeriano, Luke Fitzwilliam (David Jonsson), que se dirige a Londres porque le ha caído un cargo en el parlamento de Whitehall (mientras en su país, cada vez son más los partidarios de la independencia, que se haría efectiva el 1 de octubre de 1960). Durante un transbordo ferroviario en dirección a la capital, nuestro hombre se cruza con una simpática solterona que va a Scotland Yard porque está convencida de que en su pueblo hay un asesino en serie que ya lleva un par de crímenes y al que hay que pararle los pies. Lamentablemente, el tercer asesinato lo acaba protagonizando ella cuando es atropellada por un coche que se da a la fuga (en la novela, la pobre mujer fallecía tras un violento empujón en las escaleras del metro). Como aún le quedan unos días para incorporarse al trabajo, Luke, ejerciendo de detective aficionado en honor a la dulce ancianita, la señorita Pinkerton, se traslada a su pueblo para ver qué está pasando y si realmente la situación es grave o si solo se trataba de simples delirios de una señora mayor con mucho tiempo libre.
En el pueblo, lógicamente, todo el mundo lo contempla con estupor porque nadie se había cruzado antes con un negro (aunque, como es el caso, vaya hecho un pincel, como el resto de los personajes, pues para algo estamos en un producto de la BBC). Alojado en una pensión cuya propietaria parece ligeramente racista, no tarda mucho en hacer amistad con la novia del ricachón local, Bridget Conway (Morfydd Clark), y con el inevitable militar jubilado de muchas de las ficciones de Agatha Christie (Douglas Henshall). A todo esto, sigue palmando gente a un ritmo vertiginoso. Y todos los difuntos le caían mal al señorón de la villa y prometido de Bridget, lord Whitfield (Tom Riley), un pisaverde presuntuoso y displicente que se dispone a edificar un segundo pueblo para potentados al lado del primero, cosa que no ha sentado muy bien entre los habitantes del villorrio.
El joven africano y lord Whitfield
Como la señorita Marple se ha convertido en un joven africano, los guionistas han aprovechado para añadir un love interest interracial con la señorita Conway, que, de momento, no se consuma, pero en un futuro no filmado puede que sí. El bueno de Luke sigue metiendo la nariz en los extraños crímenes y llega a la conclusión de que todo apunta al petimetre de lord Whitfield. ¿Es él el responsable de todos esos crímenes que demuestran, como indica el título, que matar es fácil? ¿O hay alguien que se las está apañando muy bien para echarle los muertos encima al insufrible aristócrata? Me permitirán que me lo calle.
Matar es fácil ofrece tres horitas de honesto entretenimiento para cualquiera que no tenga ganas de llenarse la cabeza de horrores y disyuntivas morales. Ni más ni menos. Es el equivalente audiovisual de esos sorbetes que se toman entre plato y plato. Ideal para fans del teniente Colombo, la señora Fletcher o Sherlock Holmes (y para devotos de Agatha Christie, claro está), Murder is easy es una impecable muestra de corrección audiovisual británica con concesiones raciales al signo de los tiempos que no resultan en absoluto forzadas. Puede que los fans de la señorita Marple la echen de menos, pero su sustituto está muy logrado y resultan muy comprensibles sus dudas sobre si trabajar para la metrópolis colonial o si volver a Nigeria a colaborar en la lucha por la independencia. En resumen, una estupenda propuesta para cuando uno no tiene el coco para cosas más profundas.