Siempre atento a la más rabiosa actualidad en beneficio del querido lector (el periodismo es un sacerdocio, amigos), uno se olvida de que en el archivo de casi todas las plataformas de streaming hay joyas olvidadas o, directamente ignoradas, series cronológicamente anteriores a la expansión de la televisión de pago que viven una segunda vida –o se mueren de asco- en el archivo de las compañías audiovisuales a la carta. Es el caso de Fringe, que puede encontrarse en HBO Max, una apabullante propuesta de ciencia ficción –nacida a rebufo de Expediente X, todo hay que decirlo- ideada por J.J. Abrams, Alex Kurtzman y Roberto Orci, que se estrenó en Estados Unidos el 9 de noviembre de 2008 y concluyó el 18 de enero de 2013, tras cinco temporadas y cien episodios. Si no recuerdo mal, en España la emitió Tele 5, que ya había descubierto a los agentes especiales del FBI Dana Scully y Fox Mulder, protagonistas de The X files de Chris Carter (¿qué habrá sido de él?, me pregunto a veces: pasó de rey de la tele a Don Nadie en un tiempo record), con el subtítulo de Al límite (bastante literal si tenemos en cuenta que el término inglés fringe puede traducirse como extremo, margen, límite, borde o frontera).
En la serie, la división Fringe era un departamento teóricamente inexistente del FBI que se dedicaba a investigar fenómenos paranormales. Sus tres principales activos eran los agentes Olivia Dunham (Anna Torv, que no me dejó indiferente, si se me permite un comentario levemente machista) y Peter Bishop (Joshua Jackson) y el padre de éste, Walter Bishop (John Noble), versión amable del sabio loco de toda la vida que, al comienzo de la serie, acaba de salir del sanatorio en el que ha pasado quince años recluido (se le fue la olla con el LSD en particular y los psicotrópicos en general) y ha sido contratado por el FBI bajo la estricta tutela de su vástago.
El cuarto y fundamental elemento humano de Fringe no aparecerá hasta el último capítulo de la primera temporada. Se trata del doctor William Bell, compañero de aventuras juveniles de Bishop senior y mandamás e ideólogo de Massive Dynamics, opaca compañía que parece dedicarse al estudio de los universos alternativos, un concepto que a los jóvenes doctores Bishop y Bell les cambió la vida: Bishop se zumbó y Bell…Pues Bell hace años que no se sabe por dónde anda, aunque lo averiguaremos con su aparición relámpago en ese último episodio de la primera temporada tras habernos pasado toda ésta oyendo hablar de él (hasta ahí puedo leer para no incurrir en el spoiler), una aparición con aires de epifanía para quien esto firma y los de su cuerda, ya que el doctor William Bell tiene la cara de Leonard Nimoy, el inolvidable señor Spock de Star Trek, que falleció dos años después del final de Fringe, en el 2015).
Cierre apresurado
Aunque al principio la serie alternaba en cada episodio la trama general, centrada en las andanzas de Bell y sus universos alternativos, y una historia concreta y auto conclusiva, la cosa no tardó mucho en derivar hacia un culebrón de fantasía científica centrado en el concepto de que la verdad, además de estar ahí afuera, como proclamaba Expediente X, también podía estarlo en El otro lado, en un mundo paralelo poblado por nuestros dobles y separado del nuestro por pequeños y no tan pequeños detalles que pueden influir en lo que entendemos por mundo real (uno de estos detalles afecta directamente al agente Bishop, pero hasta ahí puedo leer, etcétera). Sin movernos de éste, Olivia descubrirá que conoció al doctor Bishop (con cuyo hijo ha iniciado un incierto romance) de niña, participando involuntariamente en sus experimentos, con las inevitables consecuencias que no les voy a destripar.
Fringe tuvo una tibia acogida en Estados Unidos que fue mejorando con el tiempo, pero no lo suficiente como para llegar más allá de la quinta temporada, que cerró el arco narrativo de manera un tanto decepcionante y apresurado, pues la historia aún daba para bastante más. En España no pasó desapercibida, pero casi: Fringe nunca obtuvo el aprecio masivo que suscitó previamente The X Files. Sus fans, eso sí, le fuimos fieles hasta el final. Y algunos, incluso, seguimos echando de menos a Anna Torv, de la que no sabemos nada desde que la vimos en otra serie estupenda que acabó antes de tiempo, Mindhunter, dirigida, entre otros, por David Fincher. Igual se volvió a su Australia natal.