Cada vez son menos las series de largo recorrido que, una vez terminada la primera temporada, le dejan a uno con ganas de más. Por regla general, aunque la experiencia haya sido más o menos satisfactoria, ha faltado la capacidad de enganche, de necesitar saber qué va a ocurrir a partir de ahora. De ahí mi alegría (¿infantil?) cuando vi que empezaba en HBO Max la segunda temporada de From (Origen), lamentablemente a razón de un episodio por semana, cuando a mí lo que me gusta es que me cuelguen todos los capítulos a la vez para poder darme atracones. Llevo cuatro episodios del regreso de From y ha sido como volver a un territorio conocido en el que has sido muy feliz. Sobre todo, si te gustan las ficciones espeluznantes (e inexplicables, de momento) en las que un montón de desdichados se ven sometidos a una incomprensible vida de pesadilla en un paraje que no se sabe muy bien dónde está, de dónde ha salido, quien lo controla (si es que hay alguien que lo controla) y para qué.
Permítanme un breve resumen para los que se perdieran la primera temporada de la serie creada por John Griffin:
Usted circula por una carretera rural de Estados Unidos, pintoresca y rodeada de árboles, cuando se topa con uno de esos árboles caído y cruzado en su camino, obligándole a tomar un desvío. Venga de donde venga y vaya a donde vaya, usted acabará irremisiblemente en un pequeño poblacho cuyos habitantes le recibirán con cara de susto y del que no hay forma humana de salir, pues tome el camino que tome, acabará regresando al mismo sitio infame, a la misma y desagradable casilla número uno. Nadie conoce el origen del lugar porque a todos los que lo habitan les ha sucedido lo mismo que a usted: conducían tan tranquilos, siempre en direcciones distintas, hasta que se encontraron con el maldito árbol cruzado en la carretera y acabaron en ese pueblo que parece surgido de la imaginación calenturienta de Stephen King.
Una vez se haya hecho a la idea de que de ahí no hay quien se escape, tendrá que acostumbrarse a hacer vida de día, ya que por la noche salen del bosque unos seres monstruosos (cuya apariencia, curiosamente y hasta que se transforman en íncubos y súcubos, es el de los inocentes personajes de las ilustraciones de Norman Rockwell). Esos seres del averno llamarán a su puerta sonriéndole de oreja a oreja. Si los confunde con seres humanos y los deja entrar, acabarán con usted de la forma más cruel y despiadada posible.
Un territorio conocido
Resulta peculiar volver con agrado a semejante sitio, pero a mí me está sentando divinamente. Fue escuchar de nuevo la canción de los créditos –una versión gótica a cargo de los Pixies del viejo éxito de Doris Day Qué será, será- y disfrutar de la sensación de volver a pisar un territorio conocido en el que todo es horrible, pero que visto desde el sofá resulta extrañamente disfrutable. En la segunda temporada de From, los personajes –puedo ahorrarme el nombre de los actores, pues son todos unos perfectos desconocidos para el público español, con la excepción de Catalina Sandino Moreno- siguen sin saber dónde están y por qué, aunque continúan manteniendo la esperanza de poder huir de allí y, a ser posible, de saber qué es ese pueblo en el que hay luz, aunque los cables no están conectados a nada, y en el que los árboles del bosque muestran unos agujeros por los que entras y tanto puedes salir en cualquier parte como no volver a ser visto.
Va tomando fuerza, eso sí, la teoría de que todo obedece a un extraño plan, a una siniestra conspiración, a un experimento que no ha podido salir peor y cuyas intenciones se desconocen. ¿Quiénes son esos seres abyectos disfrazados de personaje de Norman Rockwell? ¿Qué les mueve a devorar a cuanto ser humano se cruzan? ¿Quiénes son sus víctimas encadenadas del subsuelo y por qué saben cosas de los de arriba que no deberían saber? La telaraña argumental se va haciendo cada vez más amplia y persiste en volar la cabeza del espectador, que se devana los sesos para intentar columbrar el origen de la pesadilla que se desarrolla ante sus ojos.
¿Puede resultar confortable una historia aterradora? En mi modesta opinión, sí. Y puede que From esté inaugurando un subgénero nuevo: la pesadilla disfrutable (sabiendo que a ti no te afecta) en la que puedes encontrarte tan a gusto como dentro de un episodio de Colombo o Se ha escrito un crimen. Nadie en su sano juicio se quedaría a vivir en un pueblo como el de esta serie, pero visitarlo semanalmente es, de momento, una de las experiencias más intensas y, ¿por qué no?, divertidas de toda la programación en streaming. Esperemos que la trama no decaiga. De momento, tras cuatro episodios de la segunda temporada de From, la cosa va viento en popa.