Aunque dirigida principalmente al público adolescente, la serie Red Rose no es de las que expulsan al espectador adulto, que puede considerarla, como ha sido mi caso, una especie de versión 2.0 de las novelas de Enid Blyton que le alegraron la infancia. Sus protagonistas nos recuerdan a Los siete secretos o El club de los cinco, aquellas pandillas de amigos que se enfrentaban a entretenidos misterios mientras bebían cerveza de jengibre y comían galletas de mantequilla. Novelas policiacas para chavales, las historias de Enid Blyton nunca llevaban el misterio al terreno de lo paranormal, y ahí está su principal diferencia con la historia creada por Michael y Paul Clarkson, creadores de esta Rosa Roja que firman conjuntamente como The Clarkson Twins (los gemelos Clarkson, dos treintañeros que han pasado por el cine y el teatro antes de llegar a la televisión, han hecho de actor, guionista y director teatral antes de convertirse en showrunners).
Red Rose es una historia de terror que se apoya decididamente en la tecnología, concretamente en los teléfonos móviles: cuando a la pobre Rochelle (Iris Hamsworth) le aparece en el móvil una aplicación llamada Rosa Roja, que parece querer ayudarla, pero la acaba empujando al suicidio, sus amigos se dan cuenta de que corren peligro. Y, sobre todo, de que ese peligro procede de su objeto favorito, del chisme fundamental para cualquier adolescente de esta época, su teléfono móvil. Cuando la app asesina aparece en el teléfono de Wren (Amelia Clarkson), resulta evidente que algún ser siniestro le ha declarado la guerra a toda la pandilla.
La acción de Red Rose transcurre en el pueblo en que nacieron los gemelos Clarkson, Bolton, no muy lejos de Manchester, y pilla a sus protagonistas celebrando el final del bachillerato y haciendo planes para el futuro, unos planes que habrá que alterar si se aspira a sobrevivir y, a ser posible, a desenmascarar al misterioso sujeto empeñado en hacerles la vida imposible y del que lo único que saben es que se hace llamar The gardener (El jardinero). El alegre verano no tarda en convertirse en una pesadilla atroz para esos chavales que deberían estar pensando en su futuro, pero se topan con algo más urgente: salvar el pellejo sin la ayuda de sus padres o de la policía, que se toman con mucha filosofía y bastante displicencia la historia de que existe una app cuya única intención parece ser acabar con ellos, que se verán obligados a internarse en el Internet profundo, donde tienen cabida todo tipo de horrores, para intentar acercarse al siniestro Jardinero que, por motivos que no entienden, ha decidido cebarse con una inofensiva pandilla de adolescentes.
El enemigo en tu propio bolsillo
Les confieso que estuve a punto de abandonar el visionado de Red Rose tras el segundo episodio, atacado por la sensación de que eso no era adecuado para mi franja de edad, pero una inoportuna (u oportuna, según se mire) dolencia estomacal me tuvo tirado en el sofá durante varias horas, que aproveché, por una mezcla de pereza y de falta de imaginación, para tragarme los otros seis. Y fue entonces cuando recuperé la agradable sensación infantil derivada de la lectura de los libros de Enid Blyton y me metí a fondo en las desventuras de los chavales damnificados por el odioso Jardinero y su aplicación de marras. Tras los ocho episodios, el enigma se resolvía, pero solo en apariencia. Quedan los suficientes cabos sueltos como para plantear una segunda temporada, ya que la identidad que se nos revela del Jardinero puede no ser la correcta (por no hablar de sus motivos para acosar a la pandilla, que tampoco acaban de quedar del todo claros). La red bulle de comentarios de gente que exige esa segunda temporada, pues la serie ha funcionado muy bien en Netflix (aunque se estrenó en agosto del 2022 en la BBC sin que se desencadenara un entusiasmo similar: no es la primera vez que una plataforma de streaming otorga una segunda vida a algo que no acabó de funcionar a la primera, pensemos en La casa de papel).
Estamos ante un excelente pasatiempo terrorífico que puede atrapar por igual a adolescentes y adultos, aunque por distintos motivos. La idea motora de la propuesta es, para los más jóvenes, la sugerencia de que el enemigo puede estar en tu propio bolsillo. Y para los que ya peinan canas (si es que no se han quedado calvos), funciona a la perfección esa versión renovada y tecnológica de los chicos de las novelas de Enid Blyton que tan bien se lo hicieron pasar hace décadas (mezclada con una versión especialmente siniestra de los amigos humanos del asustadizo perro Scooby Doo). Entretenimiento de primera para los adolescentes y posible placer culpable para los adultos, Red Rose funciona a la perfección en ambos casos (con o sin trastornos estomacales que lo claven a uno al sofá) y yo no le haría ascos a una segunda temporada, así como tampoco a nada que lleve la firma de los Clarkson Twins.