Lucy Chambers (Jessica Raine) es una trabajadora social con un hijo de ocho años, Isaac (Benjamin Chivers), que ni siente ni padece, pero tampoco está diagnosticado como autista: simplemente, se muestra permanentemente ausente, parece que todo se la sopla y es incapaz de expresar sus sentimientos, en el caso de que los tenga. Separada de su marido, quien considera que Isaac les hundió su feliz existencia a sus progenitores, Lucy lleva una vida no muy estimulante entre su extraño vástago, los casos espantosos a los que debe hacer frente en su trabajo y el cuidado de una madre que parece aquejada de demencia senil y tiene la costumbre de hablar con personas a las que solo ella puede ver. Para acabarlo de arreglar, Lucy tiene unas pesadillas incomprensibles y terroríficas de las que despierta cada noche a la misma hora, las tres y treinta y tres minutos.
Este es el punto de partida de la nueva propuesta de Amazon Prime The devil´s hour (La hora del diablo), inquietante miniserie británica escrita por Tom Moran y producida por Steven Moffat, de quien ya hablamos la semana pasada en relación a su serie de Netflix Inside man (Desde dentro). La hora del diablo es un producto muy peculiar que juega constantemente con un espectador obligado a prestarse al juego si quiere enterarse de algo (o, más bien, intuir algo). Al principio parece un thriller convencional con un punto costumbrista: Lucy, a medias con el inspector Ravi Dhillon (Nikesh Patel), se ve involucrada, a través de asuntos relacionados con su trabajo, en la búsqueda de un asesino en serie llamado Gideon Shepherd (Peter Capaldi). Poco a poco, mientras prosiguen las pesadillas de las 3:33, la conducta de Isaac cada vez es más indescifrable y las chaladuras de la abuela van en aumento, empezamos a ver que lo que parecía un thriller normal y corriente no lo es tanto o, mejor dicho, no lo es en absoluto, pues los elementos paranormales van haciendo acto de presencia con una frecuencia preocupante.
¿Un psicópata más?
Es difícil incurrir en el spoiler a la hora de describir The devil´s hour porque ni tan siquiera es fácil explicar de qué va concretamente. Hay saltos temporales, vidas paralelas, existencias reales que igual no lo son, un asesino en serie que asegura ser un viajero en el tiempo que se dedica, contra lo que parece, a eliminar gente que va a cometer actos horribles…Ante la cantidad de cambios narrativos, inesperados giros de guion, asuntos que parecen una cosa y son otra y sorpresas constantes, lo mejor (o lo único) que puede hacer el espectador es dejarse llevar hasta llegar a un peculiar final abierto que solo sirve para confirmar el carácter metafísico de la propuesta. Mentiría si les dijera que este monumental enredo se resuelve al final de su sexta entrega. De hecho, son muchos los detalles que se quedan en el aire. Y no solo detalles, ya que hasta las vidas de sus protagonistas nos son mostradas en diferentes circunstancias, como si el guionista pretendiera que escogiésemos la posibilidad que más nos guste o más verosímil nos parezca. No hay explicación alguna sobre la insania de la madre de Lucy o la extraña manera de ser del pobre Isaac. En el último episodio, rizando el rizo, no queda claro si Isaac existe, si Lucy es una trabajadora social o una policía casada con el inspector Dhillon o si Gideon es quien dice ser o tan solo un psicópata más que disfruta asesinando a inocentes.
Y lo mejor del caso es que da lo mismo. Como en ciertas películas de David Lynch con las que no hay forma de aclararse, aunque el disfrute sea indudable (pienso en Carretera perdida o Mulholland Drive), La hora del diablo ofrece un trayecto apasionante hacia no se sabe muy bien dónde. Hablando en plata, llegas al final sin haberte enterado muy bien de lo que pretendía contarte el guionista, pero con la sensación de que el viaje ha valido absolutamente la pena, lo cual hace de The devil´s hour uno de los productos más peculiares que puedan verse actualmente en las plataformas de streaming (su mera existencia, tal como está el patio, ya me parece un milagro). Me quedo con el nombre de su creador, Tom Moran, pues es un tipo muy joven que está empezando y que tengo la impresión de que puede depararme muchas y extrañas alegrías en el futuro: si el gran Steven Moffat se ha fijado en él, por algo será.