Los devotos del escritor belga Georges Simenon (Lieja, 1903-Lausana,1989) y su comisario Maigret (entre los que me cuento) podemos disfrutar de la última adaptación cinematográfica de las aventuras del célebre (y cachazudo) policía parisino gracias a Movistar, que ha colgado en su catálogo Maigret (2022), dirigida por Patrice Leconte y protagonizada por un Gerard Depardieu que cada día ocupa más espacio, pues está hecho un ceporro y a menudo da la impresión de estar a punto de explotar, como aquel tragaldabas de la película de los Monty Python The meaning of life (El sentido de la vida).
No es la primera vez que Leconte –que conoció el éxito con El marido de la peluquera en 1990-- recurre a Simenon: ya lo hizo en 1989 con Monsieur Hire, adaptación de una de las novelas más tristes del narrador de la pipa y las botellas de vino blanco, Les fiançailles de Monsieur Hire, que narraba las desventuras de un falso culpable al que todo el mundo desprecia por su carácter reservado y sus rarezas, pero que es capaz de algo tan inusual como reconocer un crimen no cometido por amor (Michel Blanc, canijo y cerúleo, bordaba el personaje). Ahora ha optado por recurrir al comisario Maigret, adaptando una novela de 1954, La jeune fille morte, y permitiéndose abundantes licencias sobre el original que no añaden gran cosa al personaje, pero tampoco pueden considerarse traiciones imperdonables. En las aventuras de Maigret, su mujer no aparece casi nunca, aunque sin llegar a los extremos de la esposa del teniente Colombo, de la que éste hablaba constantemente, pero no llegamos a verla jamás en la pantalla.
En Maigret, por el contrario, es un personaje importante que aporta una sub trama inventada: la pérdida de una hija antes de cumplir los veinte años, lo que sirve de excusa para que el comisario se interese por una pobre chica asesinada y por otra que, como se descuide, puede sufrir el mismo destino. Estos elementos añadidos contribuyen poderosamente al tono crepuscular de la película, reforzado por un Depardieu tan contenido que a menudo parece que se haya ausentado de la trama. Los aficionados a los thrillers que nunca hayan leído a Simenon, no encontrarán muchos alicientes en el largometraje del señor Leconte; los fans de Simenon, por el contrario, disfrutarán con su reencuentro con un escritor y un personaje que les han hecho pasar muy buenos ratos en el pasado.
Ciertas licencias sin afectar al espíritu de Simenon
El comisario Maigret (y muchas otras novelas de Simenon) ha sido llevado al cine y a la televisión en varias ocasiones. Al principio tuvo los rasgos de Jean Gabin, ideal para el papel. Más recientemente, los de Bruno Cremer en una estupenda serie francesa y los de Michael Gambon y Rowan Atkinson (exacto: Mr. Bean) en sendas producciones británicas que no estaban tampoco nada mal (es curioso que la mejor biografía de Simenon, The man who wasn´t Maigret, se la debamos a un inglés, Patrick Marnham, y es una lástima que nunca se haya traducido al español). El orondo Depardieu no es exactamente el Maigret ideal, pero cumple a la hora de retratar a un policía de vuelta de todo sobre el que se ciernen los fantasmas de la jubilación y del aburrimiento.
Patrice Leconte (París, 1947) es un cineasta irregular que empezó dibujando comics para la revista Pilote (el hogar de Asterix o del teniente Blueberry) entre 1970 y 1974. Triunfó en sus inicios con unas comedias asaz banales que apenas tuvieron recorrido fuera de Francia, pero no tardó mucho en darle un interesante giro a su carrera que tuvo su momento álgido con la ya citada El marido de la peluquera, aunque para mí, su mejor película sigue siendo Mr. Hire. Con Maigret parece haberse concedido un capricho, adaptando por motivos desconocidos una de las muchas novelas protagonizadas por el comisario. Se ha tomado ciertas licencias, insisto, pero no afectan al espíritu de Simenon y añaden información, aunque sea falsa, a un producto que, en principio, solo iba dedicado a los múltiples fans del comisario Jules Maigret (nadie le llama por su nombre, ni siquiera su mujer en las escasas apariciones que tiene en la serie).
Los aficionados a los thrillers tremebundos a lo Seven o El silencio de los corderos encontrarán pocos motivos para tragarse esta última película del señor Leconte, cuyo target se limita a los lectores recalcitrantes de Simenon que aprovechamos cualquier oportunidad para regresar a su mundo. Para mí –sobre todo, después de haberme tragado la insufrible e inacabable Blonde-, la cosa ha consistido en un remanso de paz en compañía de un personaje que adoro y una inmersión en el universo de un escritor del que he leído más de doscientos libros. Una inmersión tan breve (la película no llega a los noventa minutos) como satisfactoria. Quien espere algo novedoso, estimulante y trepidante, que se olvide de ver Maigret: este digno largometraje está dirigido casi exclusivamente a los fans de Simenon. Quedan avisados.