Hoy domingo concluye en Mallorca el Atlántida Mallorca Film Festival 2022 (AMFF), un festival de cine (este año 70 películas, muchas de ellas inéditas en España, y 13 estrenos mundiales) y de conciertos musicales, debates y mesas redondas sectoriales, organizado por la plataforma Filmin, bajo la dirección de Jaume Ripoll. En crecimiento constante desde su primera edición, hace 12 años, este festival se ha convertido en un potente dinamizador en una ciudad turística que, como Palma, cuenta con una vitalidad cultural relativa, con algunas carencias, como tantas ciudades españolas. Le viene muy bien estos días de efervescencia cinéfila y musical.
Este año han figurado entre los invitados internacionales, presentando sus películas, el director ucraniano Sergei Loznitsa, la artista de la performance Marina Abramovic (que con Willem Defoe protagoniza Las siete muertes de María Callas), Annie Ernaux, Alain Giraudie y Albert Serra (que siendo catalán, dado el interés que despiertan en el extranjero sus películas vanguardistas ya es también internacional). Serra fue al festival a presentar su película Pacification, una glosa a la política contemporánea desde el paraíso tropical “perdido, podrido y corrompido” de la Polinesia Francesa.
Yo participé en el festival para presentar en el hermoso y comodísimo cine Tívoli dos documentales sobre sendas figuras literarias: el primero, sobre el que mantuvimos un coloquio con Carlos de Vega, se titula Quiero hablar de Duras, de Claire Simon, y recoge el testimonio de Yann Andréa sobre la singular relación que le ató, que le sometió, a su idolatrada Marguerite Duras durante los últimos 12 años de la vida de esta. Carlos hizo un análisis certero y respetuoso de esa extraña forma de amor.
Aun no teniendo a mano los libros de Duras, pude hablar de Días enteros en las ramas, de El square, de El dolor, y de El amante, que creo que están entre las mejores de las 40 o 50 novelas que llegó a escribir Duras. Pocas son, pero dejan un recuerdo nítido, grabado al fuego, y bastan, en cualquier caso, para medir, sin mucho margen de error, el perímetro de lo dicho y lo silenciado en los textos, de aura onírica, de esta autora de la ausencia, el deseo, el duelo y el recuerdo.
Para preparar el coloquio con De Vega volvía a ver Hiroshima, mon amour, la película de Alain Resnais, con guion y diálogos de Duras: es una película verbosa, pero no ha envejecido apenas y es un paradigma de la obra durasiana. Puede verse en Filmin, igual que el documental citado.
E igual que Kundera: de la broma a la insignificancia de Milos Smidmajer, una hagiografía del escritor checoslovaco, o bohemio, como prefiere definirse él, que presentamos con Marta Rebón. Yasmine Reza, Jean-Claude Carrière y otros escritores checos y franceses repasan la trayectoria del autor de La insoportable levedad del ser, que empezó como poeta, siguió con los relatos de los Amores ridículos y pasó a la novela con La broma. Marta Rebón estaba muy informada y habló con precisión y amenidad. A propósito del título del documental recordé una escena, en La inmortalidad, que es la que más me gusta de toda la obra de Kundera. Cuenta un sueño de Agnés, la protagonista.
En el sueño, ella está sentada, en casa, con su marido y con un desconocido, un extranjero, misterioso por razones imprecisas, al que Agnés y su marido le están mostrando un álbum de fotos familiares. El extranjero señala una foto y pregunta: “¿Qué es esta extraña edificación?”. Los otros le miran asombrados; y comprenden que, ya que no reconoce la torre Eiffel, el extranjero solo puede ser un extraterrestre. En efecto, lo es, y les trae malas y buenas noticias.
La mala noticia es que pronto morirán los dos. Las buenas son que hay otra vida después de la muerte, y además a ellos se les da la posibilidad de elegir si en la otra vida desean seguir juntos o prefieren separarse.
El marido responde que quiere seguir con ella por toda la eternidad. Agnés, en cambio, dice: “No. Con él, juntos hasta el día de la muerte. Pero después, en la eternidad, ya no. Después prefiero seguir por mi cuenta”.