Tras siete temporadas, la serie de Amazon Bosch se despidió dejando huérfanos a los seguidores de las aventuras de Hyeronimus Bosch, el personaje creado por el novelista norteamericano Michael Connelly. Pero se trataba de una falsa alarma, pues la serie funcionaba muy bien gracias a un público fiel y no había motivos para chaparla abruptamente. Siguiendo el ciclo novelístico, Harry Bosch, simplemente, ha abandonado el cuerpo de policía de Los Ángeles y se ha pasado al sector privado, donde tampoco le falta trabajo. Lo único que ha cambiado, pues, en la serie es el título (ahora se llama Bosch: Legacy), la secuencia de créditos y la vibrante canción que la acompaña (que no está a la altura de la anterior, por cierto). Desaparecido el LAPD, claro está, también lo han hecho el compañero de Bosch y aquella pareja de viejos polis, ahora ya jubilados, que eran como el Gordo y el Flaco de la investigación criminal. A cambio, se han potenciado los roles de la hija de Bosch, Maddie (Madison Lintz), que ejerce de novata en el LAPD, y la amiga/némesis de Harry, la abogada Honey Chandler (Mimi Rogers), añadiéndose al elenco principal el bueno de Maurice (Stephen Chang), uno de esos magos de la informática que tan útiles le resultan a cualquier detective en general y a nuestro Harry (Titus Welliver) en particular. La nueva serie, pues, no lo es en absoluto, pero dudo que haya la menor queja entre los seguidores del personaje del señor Connelly, que sigue controlando la producción a medias con Eric Overmyer.
En la primera temporada de Bosch: Legacy, Harry es contratado por un millonario moribundo, Whitney Vance (William Devane), que quiere hacer las paces con su pasado antes de diñarla. Mucho tiempo atrás, se enamoró de una chica mexicana y su padre le dio a elegir entre ella y la herencia. Optó por la herencia y no ha dejado de lamentarlo desde entonces. Viendo cercana la hora final, Vance quiere saber qué ha sido de su antigua novia y del hijo que tuvieron. A falta de descendientes, toda su fortuna puede ir a parar a manos de una junta empresarial que, evidentemente, se lo va a poner muy crudo a Bosch para encontrar a los legítimos descendientes del millonario agonizante.
El retrato de la ciudad de Los Ángeles
Esta historia se alterna con el intento de asesinato que sufrió Chandler al final de la séptima temporada de Bosch y con las desventuras de la pobre Maddie por las malas calles de Hollywood. Como ya es marca de la casa, la ciudad de Los Ángeles funciona como un personaje más y está espléndidamente retratada, tanto a un nivel visual como conceptual, en la línea de aquella gran serie (un tanto ignorada) que fue The shield, a la que nadie hizo mucho caso porque todo el mundo estaba babeando con The wire. Titus Welliver, un secundario que ha encontrado en Harry Bosch al personaje de su vida, sigue aportando la misma austeridad y la misma gravitas al poli creado por Connelly y ahora reciclado en investigador privado tras veintiséis años de broncas constantes con sus superiores.
Los fans de Harry estamos, pues, de enhorabuena. Aunque con el título cambiado, una de nuestras series favoritas sigue viva, coleando y en plena forma. Y la cosa no parece que vaya a quedarse en un simple epílogo a la serie original: al final de la primera temporada de Bosch: Legacy, dejamos a la pobre Maddie en uno de esos momentos realmente complicados que suelen recibir el apelativo de cliffhanger. Quedamos a la espera de la segunda. O de la novena de Bosch, que viene a ser lo mismo.