El escritor francés Jean Bruce, que en realidad se apellidaba Brochet (1921--1963), se inventó en 1949 a un agente secreto llamado Hubert Bonisseur de la Bath, sobre el que escribió la friolera de 88 novelas especialmente destinadas a los quioscos de estaciones y aeropuertos. Si James Bond era el agente 007, al bueno de Hubert le cayó la identificación OSS 117, como empleado con ese número en la Office des Services Strategiques del gobierno francés. En los años 60, a rebufo del éxito de Bond, el cine galo llevó al cine algunas novelas de Bruce, protagonizadas en general por algún actor americano barato y dirigidas habitualmente por el eficaz André Hunnebelle. Las películas funcionaron en Francia y llegaron a España, donde yo me las tragué muy a gusto durante mi infancia en los cines de barrio de la época. De todos modos, OSS 117 no tardó mucho en dormir el sueño de los justos, cinematográficamente hablando, y no despertó hasta 2006, cuando el director Michel Hazanavicius --que luego triunfaría a lo grande con The artist-- lo relanzó, pero desde una perspectiva humorística, otorgándole el papel al hilarante Jean Dujardin, con el que rodó El Cairo, nido de espías (2006) y Perdido en Río (2009), en las que OSS 117 aparecía convertido en un tonto abismático a lo Torrente, pero sin las tendencias groseras del personaje de Santiago Segura. Se trataba, simplemente, de un idiota francés que iba de sofisticado y seductor, pero que no era más que un machista de derechas, devoto del general De Gaulle, chovinista a más no poder y de una torpeza inverosímil. Fue así como el gran héroe del espionaje galo devino en carne de spoof, en alguien a medio camino entre Austin Powers y Jaime Bonet (¿lo pillan?), personaje interpretado por el gran Cassen en una película del inefable Ignacio F. Iquino de los 60, Agente 07 con el dos delante.
Las dos primeras entregas del regreso de OSS 117 tenían mucha gracia. O a mí me la hicieron. Por eso lamenté que se interrumpiera la serie y me alegré cuando vi que se había reactivado en 2021 con Desde África con amor, que puede verse actualmente en Movistar. Aunque no tan lograda como las dos anteriores, esta tercera aventura del mamarracho de Hubert Bonisseur de la Bath persevera en la misma línea y provoca una sonrisa que dura toda la proyección, más algunas carcajadas esporádicas. En esta ocasión, siempre por el bien de Francia, a la que ama con locura, OSS 117 debe desplazarse a un país africano del que no sabe nada (para informarse, va leyendo en el avión Tintín en el Congo), pero del que debe asegurarse la fidelidad a la ex metrópoli.
Pensar en Mitterrand
Evidentemente, nada más llegar empieza a hacer comentarios racistas, que a él se le antojan de lo más normales, y a encamarse con la primera que se le pone a tiro. Pero estamos en 1981 (no en los 60, como en las dos películas anteriores) y las bromas de Hubert empiezan a no hacer gracia (aunque previamente lo hayamos visto aparecer por las oficinas de la OSS saludando a todas las empleadas con una palmada en el culo). Para colmo, debe cargar con un novato que le parece un inútil y un mariquita, pero que luego resulta que es más eficaz que él en la lucha y en la cama (tras un primer gatillazo, Hubert evita el segundo poniéndose a pensar en la torre Eiffel y en el presidente Giscard D´Estaing tocando el acordeón). Como de costumbre, resuelve la misión a su manera (o sea, casi por casualidad) y vuelve a Francia dispuesto a seguir sirviendo a la patria, aunque le preocupa que pueda ganar las elecciones Mitterrand porque lo considera un comunista peligrosísimo.
Como el resto de la serie, Desde África con amor se sostiene, principalmente, gracias a un guion bastante gracioso y a Jean Dujardin, que es un comediante colosal. El cambio de director (Hazanavicius es sustituido por Nicolas Bedos) apenas se nota, como no sea en la tronchante secuencia de créditos, que imita las de la saga de 007, como ya había hecho Segura en sus películas de Torrente. Poner a un imbécil a protagonizar una cinta cómica suele salir a cuenta, como demostró Mike Myers con sus aventuras de Austin Powers. Yo diría que quien disfrutara de ellas lo hará también con las de OSS 117. No siempre está uno de humor para el cine de arte y ensayo y no hay que hacerles ascos a unas buenas risas de vez en cuando.