La técnica conocida como Severance (Separación) consigue, previa implantación en el cerebro de un microchip, convertir a un ser humano en dos que, teóricamente, se complementan de manera satisfactoria. Uno de ellos trabaja de nueve a cinco y, tras pillar el ascensor de la empresa, olvida por completo al otro, quien, a su vez, se olvida de él en cuanto termina su jornada laboral. Ninguno de los dos sabe nada del otro, y si el currante (conocido como dentri) se cruza fuera de la oficina (en su condición de fueri) con un compañero de trabajo, no lo reconoce. Se supone que, de esta manera, podemos acceder a dos vidas que no se mezclan y ser especialmente eficaces en el manejo de ambas. Ese es el peculiar punto de partida de la inquietante serie de Apple TV Severance, creada por Dan Erickson y dirigida y producida (en parte) por el célebre actor cómico Ben Stiller, cuya primera temporada (nueve episodios) ha concluido recientemente con un cliffhanger muy ingenioso que nos ha dejado (a algunos) con ganas de más (los que se hayan rendido en el capítulo dos a causa del tono abstruso y algo moroso de la narración no hace falta que sigan leyendo).
Severance transcurre principalmente en una oficina siniestra de una corporación no menos siniestra, Lumon Industries, cuyos empleados no saben muy bien a qué se dedican. Los vemos frente a sus ordenadores haciendo vaya usted a saber qué o recorriendo blancos pasillos hacia vaya usted a saber dónde. Pertenecen al departamento de Macro Datos y con eso debe bastarles a ellos y al espectador. Lumon Industries funciona como una secta en la que se rinde perpetuo homenaje a su difunto fundador, Kier Eagan, quien hasta se tomó la molestia de dejar un volumen de inspiradoras sentencias e instrucciones a medio camino entre la Biblia y el Libro Rojo de Mao.
Recluta a sus trabajadores entre gente que tiene motivos para pasar su jornada laboral en el limbo porque en la vida real el peso de las desgracias acumuladas les resulta excesivo. Es el caso de Mark S. (Paul Scott), que perdió a su mujer a manos del cáncer y agradece no recordarlo durante ocho horas al día. Los motivos de sus secuaces no están tan claros (de momento): de Irving (John Turturro) solo sabemos que es un homosexual de armario que siente algo especial por el extraño responsable del departamento de Óptica y Diseño, Burt (Christopher Walken); de Dylan (Zach Cherry), que tiende a la grosería y al comentario chocarrero y disfruta mucho de las fiestas de gofres, un breve jolgorio que se lleva a cabo de vez en cuando para celebrar los buenos momentos de la empresa; de Helly R. (Britt Lower) observamos que está muy a disgusto en el trabajo y que lleva muy mal la severance. Todos rinden cuentas a la inquietante y letárgica Harmony Cobel (Patricia Arquette), que los trata a patadas por el bien de la compañía (y es la vecina de Mark cuando es un fueri, aunque éste, claro está, no la reconoce).
Tristeza desoladora
La acción transcurre en una ciudad indeterminada de los Estados Unidos en pleno invierno nevado. Y solo tenemos acceso (de momento) a la vida de Mark dentro y fuera de Lumon Industries: tiene una hermana embarazada, un cuñado algo ridículo que escribe libros de autoayuda y un amigo, Petey, que insiste en que eran grandes compadres en Lumon hasta que lo echaron. Es a través de Mark como vamos entrando en la historia, que solo puede calificarse de fríamente aterradora y en la que hay más preguntas que respuestas. Pese a sus dosis de retorcido humor, todo en Severance resulta extremadamente frío: la narración, las interpretaciones, los decorados, la dirección, la música y hasta la excelente secuencia de créditos (ideada por Oliver Latta) a base de una impactante animación sobre personas reales, que te da la bienvenida a la serie con el primer escalofrío de cada episodio. Y todo resulta de una tristeza desoladora, aunque, tras la primera temporada, solo se te ha permitido intuir los horrores que oculta Lumon Industries y los peligros que representa para la sociedad contemporánea.
Estamos ante una pesadilla burocrática que se extiende más allá de los departamentos de Macro Datos y Óptica y Diseño. Lumon Industries se nos presenta como el primer paso de la conversión del mundo en algo mucho peor de lo que ya es y que se consigue, como casi todo, explotando las debilidades del ser humano. A Mark S. lo ficharon prometiéndole el olvido durante su jornada laboral, aunque no sepa en qué consiste (tras la muerte de su mujer, se vio incapaz de seguir dando clases en la universidad). De los motivos de los demás, ya nos iremos enterando en próximas temporadas de esta inmensa rareza que es Severance, un éxito de crítica (ya que no de público) que, por lo menos, demuestra que en algunas plataformas de streaming hay gente dispuesta a dar luz verde a productos que no son para todas las audiencias. Quien resista hasta el final de la primera temporada (reconozco que estuve a punto de abandonarla en dos ocasiones) se verá convenientemente recompensado por una de las series más inteligentes, audaces e inquietantes de los últimos tiempos.