Eva Santolaria (Barcelona, 1975) regresa a la pequeña pantalla con la serie coral Todos mienten. La ultima creación salida de la mente de Pau Freixas y en la que ella participa también como analista de guion.
La actriz hace años que hace esta tarea con su pareja, el responsable del proyecto, y para otros guionistas. Le gusta, le apasiona, pero nunca ha aparecido en los títulos de crédito y esta vez, por fin, tiene su reconocimiento.
Pasión por actuar
Ella no se toma a mal su función en la sombra, pero agradece que por fin se la reconozca y se le dé visibilidad también por estas tareas en la escritura de ficción. Eso no quita que su pasión sea la interpretación, asegura que lo necesita, aunque no siempre es fácil.
La intérprete revela a Crónica Directo cómo es este trabajo, qué significa para ella y su pasión por actuar. Las cosas han cambiado mucho desde que se pusiera en frente de una cámara en Nissaga de poder, una novela de TV3 creada por Josep Maria Benet i Jornet.
--Pregunta: ¿Cómo ha sido meterse en el papel de Yolanda?
--Respuesta: Con mucha responsabilidad y algo de miedo, porque el tono particular de la serie que es su marca no es nada fácil. Transitas entre el drama, la comedia, el thriller y además has de resultar cercano al espectador. El espectador juega con el thriller, pero tu personaje explica cosas que estaría bien que fueran escuchadas. Encontrar esta mirada y tono es difícil. Mi personaje además se va liberando de capas y no es lo que uno pensaba, ni siquiera ella.
--¿Ese tono del que habla puede chocar con el espectador?
--Estoy casi segura de que tras el primer capítulo el espectador no sabrá si ha de reír, llorar, si es un thriller… Es un poco como la vida misma. Hay un planteamiento y has de dejar que el espectador lo comente como en una cafetería. Muchas veces la ficción plantea personajes que se toman muy en serio a sí mismos, sobre todo las mujeres de cierta edad que han de ser maduras, responsables y sin una sola crisis. Yo no me identifico con nada de eso, también tenemos esa niña que llevamos dentro. Por eso, en la serie era importante reflejar qué sucede en esta sociedad cuando aparece el vídeo de una profesora que se acuesta con su alumno de 18 años, y que los diferentes personajes permitan que el espectador se ponga un poco en la piel de todos. Porque unos verían el vídeo, otros se escandalizarían, otros tirarían por el cotilleo… Y eso hace la serie porque es distinto si una es la madre, el chico, la amiga, la novia, la profesora. Para hacer este viaje no necesitábamos esta seriedad, sino permitirte jugar y tirar del hilo, meterte en esta amistad.
--De hecho, la serie se caracteriza por dos cosas porque hay varias actitudes ante un mismo caso por parte de hombres y mujeres y, por otro, que ellas son el motor de la trama. ¿Son necesarias más series protagonizadas por mujeres y que reflejen un abanico diverso de sus respuestas?
--Muchas veces en la ficción se atribuyen características tradicionalmente masculinas a las mujeres o se les da una gran seriedad a sus trabajos. En cambio, si el personaje de un hombre es un juez no le impones una gran seriedad. Eso da una foto de seriedad que no es real. En la ficción se le da una seriedad a la mujer profesional porque parece que si es un poco alocada, imperfecta, ya no es creíble. Todos mienten sabe hacer perfiles de mujeres perfectamente reconocibles más allá de su estatus social, que puedan ser de tu grupo de amigas.
--En la serie no solo tiene un papel, sino que es la analista de guion. ¿Ha sido acordado o un golpe sobre la mesa para que le reconozcan un trabajo que viene tiempo haciendo?
--Casualidades que surgen. Yo hace mucho tiempo que analizo sus guiones, Pau me valora a saco, pero quedaba en casa, en la intimidad. Esto ahora me parece justo porque se reconoce un aspecto de mi carrera que ahora puede ser reconocido.
--Y no estar en la sombra.
--Es también poner tu firma en un trabajo que también haces. También es casualidad que Carlos Fernández de Filmax cuando le comento me dice que mi trabajo merece un sueldo. Además, esta vez Pau quería que estuviera en la sala de guion desde casi el principio, desde el capítulo 3. Eso también para mí es abrirme a otra experiencia y explorar otra faceta de nuestro trabajo; de hecho, muchos actores exploran esos caminos o la dirección, porque a veces también queremos explorar nuestra creatividad. Es una palmadita en la espalda, un reconocimiento y un sueldo.
--¿Y es mucho más el sueldo o tampoco sale a cuenta?
--Siempre sale a cuenta que te paguen (ríe). El guion es la piedra angular. Cierto que está vivo porque como actor, por mucho que no cambies el texto, lo modificas, se genera un match entre guionistas, actores y director. Pero yo no sé si está bien pagado, yo creo que no, porque los guiones tienen muchas versiones y revisiones infinitas. Luego entran los actores, la dirección, pero sin el guion, sin la historia, sin lo que se quiere explicar y cómo no se puede trabajar, por mucho que sea un esqueleto con diálogos improvisados. El trabajo de guion es un oficio, un trabajo que poco a poco se reconoce, pero aún no lo suficiente. Ponerse enfrente de la página en blanco es muy difícil.
--¿Eso significa que todavía no se anima a escribir su propio guion?
--Yo necesito actuar, necesito respirar. Soy actriz y para mí esto es una manera de funcionar, me flipa dar cuerpo a un personaje, es casi terapéutico. Lo que sí sucede es que puedo hacer más cosas que interpretar. El escribir una historia, ayudar en los guiones y aportar algo creo que puedo hacerlo. ¿Si esto me llevará a hacer algo propio? No lo sé. Solo sé que no sirvo para estar en casa y esperar a que tenga un casting. Es parte del trabajo, sí, pero mi cabeza mientras busca proyectos e historias que pueda hacer yo o que otros puedan hacer.
--¿Y en la actuación tiene nuevos proyectos?
--Hay propuestas, sí, pero yo necesito haber ido a rodar para atreverme a decir que los tengo, porque he visto caer tantos... A veces suceden que si cae un actor cae el proyecto o el resto del casting. Luego también tengo otras colaboraciones de guion con Pau y otros.
--Por último, usted que empezó de muy joven en la interpretación, ¿cómo ha cambiado la televisión desde 'Nissaga de poder', donde empezó?
--¡Ostras! Nissaga es muy grande. Yo creo que Nissaga ahora no se podría hacer. Yo me lo pasé genial. Y era fan como actriz, porque como a los actores nunca nos dijeron quién mató a Félix yo devoraba los guiones en los camerinos e investigaba. Ahora es políticamente incorrecta, dos hermanos que tienen un hijo… a mí me parecía una maravilla. En cambio, ahora, uno puedo hacer una serie a lo grande, con acción, persecuciones, que suceda aquí y no nos parece tan extraño como podría parecernos antes, pero planteamientos un poco políticamente incorrectos como Nissaga se miran con un filtro demasiado exagerado. No se pueden decir ciertas cosas, cuando precisamente la ficción debe ser para decir cosas. La ficción debe entretener, pasárselo bien, desconectar, pero también decir cosas y los culebrones también pueden decirlas. Y oye, escandalizarse de vez en cuando mola, porque muchas veces la vida no es lo que queremos y nos escandaliza. Está bien ver una ficción que genere controversia y debate. Corremos el peligro de hacer cosas tan planas, tan políticamente correctas, tan naíf que no molesten a nadie y estamos aquí para molestar un poco.
--Y es algo que, sin ser culebrón recupera, ‘Todos mienten’, ¿no cree?
--Yo estoy superorgullosa de lo que hemos hecho. Es un reparto de lujo que ha hecho un trabajo descomunal y muy complicado, debía coger el tono y no caer en algunas zonas. Y además siento que el guion me habla, me dice cosas y si tiene ese efecto en la gente y le hace pensar, comunicarse y replantearse cosas es un éxito.