El anarquismo tuvo toda una explosión cinematográfica en los años de la República y la Guerra Civil. La CNT se fundó en 1910 y 20 años después se creó el Sindicato Libre de Espectáculos Públicos, que generó múltiples documentales y películas de promoción del anarquismo, especialmente en el marco de la guerra. Ahí están múltiples testimonios con los productos de Armand Guerra, Mateo Santos y tantos otros. El cine libertario, obviamente, se movió en el gueto del franquismo y solo aparece una película en el año 1976, un año después de la muerte de Franco, La ciutat cremada de Antoni Ribas, cinta que se convierte en símbolo del final de la dictadura y la apertura de la libertad a la hora de narrar la Barcelona de la Semana Trágica y la eclosión del anarquismo. La película empezaba con la llegada del protagonista (Xabier Elorriaga) y su amigo a Barcelona desde Cuba en 1899 y narraba las peripecias sentimentales ante dos hermanas (Ángela Molina y Jannine Mestre) en medio de las peripecias políticas del momento. Adolfo Marsillach hacía de Cambó y López Vázquez de Prat de la Riba. En la obra participaron como actores muchos políticos, desde Heribert Barrera a Joan Raventós y hasta la novelista Montserrat Roig.
La película se produjo en parte en régimen de cooperativa, obteniendo por vía de donaciones 50 millones de pesetas. Tuvo un singular éxito, sin duda, sobredimensionado por la coyuntura histórica que se vivía en ese momento. El propio Antonio Ribas dirigió después de su exitosa película otras dos que ya no gozaron del mismo éxito. Una fue Victòria! La gran aventura d’un poble, rodada entre 1982 y 1984 en tres partes y que pretendía describir lo que había sido la España de la Restauración y el anarquismo. Con una megalomanía notable, Ribas pretendió hacer un homenaje a la historia de la Cataluña previa a la Guerra Civil. El público no respondió en la misma medida, y menos con la tercera película de la presunta trilogía (Terra de canons) que cubría desde el comienzo de la guerra hasta 1942. Un baño de historia narcisista desde la izquierda, que no acabó de cumplir su objetivo.
En la línea de La ciutat cremada, Antonio Drove rodó una película basada en la novela de Eduardo Mendoza La verdad sobre el caso Savolta (1978), película que incidía en los años 1917-19 con actores como López Vázquez, Ovidi Montllor, Stefania Sandrelli y Omero Antonutti, en un mundo de pícaros y mafiosos. En 1984, Eugenio Anglada rodó Interior rojo; en 1990 se produjo La telaraña que, basada en la novela de Jaume Cabré, describía de nuevo la Barcelona de 1909 con Antoni Verdaguer como director, Terrassa como escenario y actores como Jordi Dauder y Montse Guallar como protagonistas. En 1998 se rodó un documental sobre Ferrer i Guàrdia dirigido por Adolfo Dufour.
El cine sobre el anarquismo alcanza un hito especial en la película de Ken Loach Tierra y libertad (1995), que describe la confrontación entre anarquistas y comunistas en la agitada Cataluña de los años de la guerra civil española. Está inspirada en Homenaje a Cataluña de George Orwell. Fue rodada en Mirambel (Teruel), y en la misma junto a actores extranjeros, participaron actores españoles como Rosana Pastor, Icíar Bollaín y Marc Martínez. El éxito de la película incentivó el interés español por el tema del anarquismo y desde luego promovió las producciones sobre la guerra civil española.
Películas españolas posteriores sobre el anarquismo fueron Libertarias (1996), escrita y dirigida por Vicente Aranda, un homenaje a la organización feminista-anarquista de Mujeres Libres, con un montón de grandes actrices españolas como Ana Belén, Victoria Abril y Ariadna Gil. Asimismo, merece destacarse La mujer del anarquista (2008), que conjuga la relación de una pareja (Juan Diego Botto y María Valverde) con el anarquismo (él hace de abogado ácrata) en el marco de la Guerra Civil.
Pero más allá de la Guerra Civil como tema cinematográfico del que tendremos que hablar más adelante, me interesa destacar el interés que adquirió después de la trilogía ya comentada de Antoni Ribas el cine catalán, tendente siempre a la introspección sobre su pasado histórico reciente. Interesó como he dicho el anarquismo, pero interesó mucho también la burguesía barcelonesa a partir de la novela de Narcís Oller, sobre la que Gonzalo Herralde dirigió La febre d’or (1993). El tema, también hay que decirlo, no era nuevo. Nada menos que Sáenz de Heredia, basándose en la novela de Ignasi Agustí, había producido y dirigido en 1947 Mariona Rebull. La Cataluña de las Exposiciones de 1888 y 1929, a caballo de la novela de Eduardo Mendoza, generó la película de Mario Camus La ciutat dels prodigis, con actores como Olivier Martínez y Emma Suárez, también con el anarquismo en segundo plano.
Si los sueños especulativos de la burguesía fascinaron, también se convirtió en tema cinematográfico la Cataluña provinciana y rural en la primera mitad del siglo XIX, a través de películas como Laura, del cielo llega la noche (1987), dirigida por Gonzalo Herralde, adaptación de la novela de Miquel Llor Laura a la ciutat dels sants. Quedaba muy atrás el retrato de la pequeña burguesía catalana que había hecho en 1950 Edgar Neville con El señor Esteve, basada en la clásica L’auca del senyor Esteve.
La mirada retrospectiva del cine catalán a la historia agitada del siglo XIX dio paso a la obsesión por la guerra civil española. De Companys se hizo la película hagiográfica de Josep Maria Forn en 1979, como La ciutat cremada, un homenaje a la Cataluña perdedora histórica en la Guerra Civil. Significativamente, el título de la película de Companys era Companys, procés a Catalunya. Luis Iriondo hizo de Companys con Montserrat Carulla, Maria Angelat y Xabier Elorriaga como actores más destacados.
El cine sobre la Guerra Civil se desataría y en los últimos años a caballo de la memoria histórica toda la historia parece haberse convertido en puro recuerdo de la guerra.