Chema García Ibarra (Elche, 1980) arrasa allá donde va con su primer largometraje o, como él prefiere llamarle, su séptima película, Espíritu sagrado.
La puesta de largo no ha podido ir mejor. Ha participado en diversos festivales prestigiosos, entre ellos de Sevilla, Locarno y Mar del Plata. En estos dos últimos además ha logrado menciones especiales por parte del jurado. Un hecho que él y sus amigos se toman a con humor. “Me dicen que cuantas menciones especiales equivalen a un premio”, bromea.
Humor incómodo
La película es fiel a su estilo. Actores no profesionales, personajes hieráticos y una ciencia ficción que se mezcla con lo más mundano e interactúa hasta crear un artefacto que hace reír al espectador y dejarlo congelado con el drama que refleja.
En este film, el protagonista es José Manuel, un creyente acérrimo de la vida extraterrestre, que se encarga de guardar el secreto cósmico que sólo él y el que fuera presidente de la asociación de ufología OVNI Levante conocen. Cuando éste muere, José Manuel toma las riendas para seguir con la misión que ya sólo él conoce. Mientras, la televisión narra los dramas de mafias rumanas, tráfico de órganos y niños desaparecidos.
Crónica Directo habla con el cineasta en el marco del festival L'Alternativa de Barcelona para poder descifrar todo este universo y saber de dónde sale todo su imaginario.
--Pregunta: ¿De dónde sale todo este imaginario de 'Espíritu sagrado'?
--Respuesta: Como no sé si haré una película o más intenté hacer todo lo que me gustaba en la misma. Me gusta la ciencia ficción, que las películas sucedan en lugares donde no suele darse la acción, la mezcla difusa de documental y ficción, que todo esté muy escrito pero que los actores aporten sus cosas, filmar en lugares reales. Me interesa también como la ficción se mezcla con la realidad. Que quede todo eso reflejado (ríe).
--¿Fue muy difícil el paso del corto al largo y el trabajo con actores no profesionales?
--Siempre trabajo con actores no profesionales. Cuando escribía la película ya sabía que iba a ser así. Eso condiciona mucho la escritura porque cuesta poner explosiones sentimentales porque implica dificultad para un no actor. Por eso mis películas son de personas hieráticas diciendo diálogos. Eso ya condiciona, pero como todas las películas tienen este universo particular ha sido fácil presentar esta película enmarcado en este universo de mis anteriores trabajos. A nivel financiación, ha sido fácil. El de escritura ha sido muy complicado, porque es un thriller en el que todo tiene que ver con todo e interpretado por actores no profesionales. El guion, por tanto, tenía que adaptarse a esas personas.
--Además con un humor muy bizarro que usted mezcla con el drama de los desaparecidos.
--Me interesa pisar una especie de línea entre mundos, que tiene que ver con mi interés de mezclar la ficción y lo doméstico. Hay un vaivén emocional que me parece interesante explorar. Las películas suelen ser o dramas o comedias. A mí, me gusta lo que queda en medio, porque se ha visto y explorado poco y ofrece sensaciones nuevas al espectador como la risa culpable, la que al cabo de un tiempo no hace gracia. Son sensaciones nuevas que no he visto y he intentado explorar.
--Hay por eso una cierta reflexión en todo lo que incorpora, como la creencia de ciertas personas en la existencia y llegada de los ovnis.
--Me interesa más que el ovni en sí, cómo afecta la aparición de ese ovni a la persona que lo ve, cómo le afecta en su día a día. Todo lo que tiene que ver con lo humano. Además, como soy muy escéptico me interesa mucho el mecanismo de creencia instantánea y quiero acercarme de manera antropológica y sociológica. Además de todo lo plástico y estético que generan estos avistamientos: los dibujos que se pintan, esa espera para el avistamiento.
--Sus películas son casi un ovni en el cine español, ¿se considera una rara avis?
--Yo hace un montón de años que estoy haciendo películas y simplemente sigo con mis mismas obsesiones que forman parte de una tradición en mi filmografía. Estoy aislado de la industria, en una ciudad que no tiene nada que ver con la industria como es Elche y supongo que eso me convierte en una personal que va más por libre.
--¿Es más difícil hacer cine alejado de las grandes ciudades?
--Yo creo que he podido hacer estas películas, precisamente, porque vivo en Elche. A mí, me lo ha facilitado no pagar esa multa de pagar el triple por vivir en grandes ciudades. Hacer seis cortometrajes, aunque no me gusta llamarlos así, me ha permitido vivir en Elche, gracias a no vivir en una gran ciudad.
--Además, las películas tampoco suelen suceder más allá de las grandes ciudades, ¿es necesario que el cine apueste por historias alejadas de las urbes?
--No tanto por las historias sino también por los elementos no narrativos. El hecho de mostrar arquitecturas, aceras, mobiliario urbano diferente al que nos tienen acostumbrados, acentos, que parecen casi relegados a una cosa del humor, la música, la manera de vestir, los idiomas… La historia no es tan importante como todo lo que la rodea. Yo a mis alumnos de la ECAM, donde voy a dar clases les propongo rodar cosas allí, no sólo en su municipio, sino en su barrio, en su calle, eso enriquece. Es aburridísima la uniformización a la que tiende el cine, al menos a mí me lo parece: el mismo casting, las mismas caras, las mismas expresiones.
--Más allá de las expresiones y las caras nuevas, hay también una preocupación por la estética. ¿Es así?
--Sí. La dirección de arte es de Leonor Díaz que es una genial. Ella lleva al mismo tiempo que yo trabajando con la película. Más allá del cotilleo, al ser pareja ella trabaja desde el inicio de la creación de la película. Ella trabaja con objetos que suele encontrar en mercadillos y otros lugres distintos a los almacenes de atrezzo a los que se suele recurrir y que es otra forma de uniformización. Intentamos que haya una frescura, además de que los objetos hablen de los personajes. Y todo ello fotografiado por Ion de Sosa que es una persona muy importante para mí porque rueda en 16 mm, piensa en todos los planos muchísimo y le da un gran valor a cada plano. Transmite una especie de magia con sus imágenes que aporta un grado de esoterismo a la película.
--¿Cuáles son sus referentes y cómo definiría su cine?
--Mi cine es ciencia ficción doméstica. Y para esta película nos fijamos en la película uruguaya Whisky, las últimas películas de Bresson por esa planificación muy pensada y su ritmo como El dinero y Gentlemen broncos, una obra maestra del humor que tiene una dirección de arte que me gusta mucho.
--Una vez da el salto el largo y recibe varios premios y menciones en festivales, ¿da vértigo meterse en una nueva película?
--No, porque las películas tardan bastante en hacerse y dentro de unos meses esto se habrá calmado muchísimo y estaré en la placidez habitual.
--¿Tiene ya pensado cómo será su próximo film?
--Sí, estoy viendo si encuentro el tiempo para meterme en ella. Estará protagonizada por una banda de black metal que va a un bosque para hacerse unas fotos para la portada de su disco y se pierden. Me gustaría que estuviera protagonizada por una banda de black metal y ni siquiera hace falta que tengan disco, me apetece recorrerme locales de ensayo a ver si escucho alguna que se pueda interesar.
--Y usted que es profesor, ¿qué le dice a los alumnos que se quieren dedicar a esto sobre cómo está la situación del cine español?
--Yo intento no verlo desde el lado negativo sino la alegría de hacerlo y que intenten aportar frescura. Y la frescura es rodar cosas que no se hayan rodado algo. Me da la sensación de que cuando grabas algo con la cámara muchas veces se erosiona y se queda plano. Me interesa poner la cámara donde nunca se haya puesto.