Fernando VII ha sido despreciado por el cine como lo ha sido en líneas generales por los historiadores. La biografía de Emilio la Parra así lo confirma. La etiqueta de rey felón no se la ha quitado nunca de encima y la guerra de la Independencia se ha explicado siempre en el cine desde el punto de vista nacional o social, nunca desde la perspectiva del levantamiento profernandista. El Ministerio del Tiempo de TVE en el séptimo episodio de su cuarta temporada le dedicó un capítulo a Fernando VII situándolo en 1832. Las películas sobre la guerra de la Independencia pasaron de largo sobre el reinado.
Ciertamente, se han hecho muchas películas ambientadas en su reinado en los primeros años del siglo XIX. Ahí están como testimonio Marcelino, pan y vino, de Ladislao Vadja (1955), apoyada en el cuento de Sánchez Silva, Curro Vargas, otra historia de niños, dirigida por José Buchs (1923) e inspirada en una novela de Pedro de Alarcón y Los majos de Cádiz, dirigida por Benito Perojo y basada en una novela de Palacio Valdés. En el cine interesa el tiempo de Fernando VII, pero no el personaje. Lo que ha obsesionado al cine ha sido el tema del bandolerismo romántico de la primera mitad del siglo XIX. Ya el personaje de Diego Corrientes de la época de Carlos III mereció la atención de directores como Iquino (1936) e Isasi-Isasmendi (1959). Pero serán sobre todo los bandidos del siglo XIX los permanentes objetos de atención cinematográfica. La lista es muy larga. En los años 40 se rodaron Los siete niños de Écija (1946), El secreto de Juan Palomo (1946), La duquesa de Benimejí (1949), Sierra Morena (1944) y El rey de Sierra Morena sobre el Tempranillo, el bandolero que más películas generó. En los años 50 emerge Estrella de Sierra Morena (1952), dirigida por Ramon Torrado; La montaña sin ley (1953), dirigida por Miguel Lluch; Carne de horca (1953), de Ladislao Vadja; Amanecer en puerta oscura, de Forqué (1957) …
El Tempranillo es resucitado cinematográficamente en los años 60 a través de la película de Carlos Saura Llanto por un bandido, interpretada por Lea Massari y Lino Ventura, con un pequeño papel para Luis Buñuel. También en 1963 José María Forn dirigió una cinta sobre el mismo bandolero. En los años 70 resurgen los siete niños de Écija en Siete chacales (1974) y se traslada de la televisión al cine el personaje de Curro Jiménez con una obra dirigida por Romero Marchent con Sancho Gracia, Ágata Lys y los demás compañeros de Curro (José Sancho, Álvaro de Luna…).
En los 80, Jorge Grau renueva el tema bandolero con La puñalada (1989), basada en la novela de Marina Vayreda, cambiando el escenario bandolero de Andalucía a Cataluña. Una historia de amor desarrollada en el marco de la Garrotxa con el enfrentamiento de dos hombres (uno de los cuales se hace bandolero en la Cataluña precarlista) por una mujer, interpretados ambos por Luis Fernando Alves y Christian Vadin.
En los últimos años se han seguido repitiendo tópicos sobre Fernando VII. Testimonio de ello es Los hijos de San Luis (2020), una película dirigida por Alex López y Antonio Jesús Rojas, con un Fernando VII dictador siniestro, con los Cien Mil Hijos de San Luis convertidos en grandes expoliadores de las obras de arte, que intentan ser salvados por un cura, un bandolero y una novicia. La película es mala con avaricia. La incapacidad para hacer un relato de la trayectoria de la Monarquía es bien patente.
Igual ocurre con Isabel II. Este reinado siguió las mismas pautas que el de Fernando. Mucha mixtificación con el folklore: La bella Lola (1967), de Balcázar, con los amores de una cupletista (Sara Montiel) y un aristócrata, y La Lola se va a los puertos (1947), de Juan Orduña, con Juanita Reina de protagonista, que tuvo su remake con el mismo título dirigida por Josefina Molina (1993) con Rocío Jurado de protagonista.
Destacan algunos intentos de recreación del contexto histórico en el que se desarrolló este reinado. La monja sor Patrocinio con el problema de sus llagas generó la película de Antonio Artero (1981) con Amparo Muñoz de protagonista. El tema más recurrente de este periodo histórico fue el del matrimonio de Eugenia de Montijo con Napoleón III en 1853 y que dio motivo a tres películas tituladas de la misma manera: Violetas imperiales, la última (1952) con Carmen Sevilla y Luis Mariano. La creación de la Guardia Civil suscitó la remembranza de este cuerpo en la película de El primer cuartel, de Iquino (1966).
Se hizo mucho cine apoyado en obras literarias, lo que es una constante del cine histórico español. Las novelas de Pedro Antonio de Alarcón sirvieron de guiones a películas como El capitán Veneno (1950), la novela Aldea perdida de Palacio Valdés motivó una película de Sáenz de Heredia (1948), la novela de Valle Inclán Flor de santidad suscitó la cinta de Adolfo Marsillach, la novela de Llorenç Vilallonga generó Bearn o la sala de las muñecas, de Chávarri (1983). La novela de Pérez Galdós Tormento fue el fundamento de la obra de Pedro Olea del mismo título (1974) y hasta la novela de Pérez Reverte Maestro de esgrima suscitó otra película de Pedro Olea. Un cine apoyado en la literatura, pero que no entra en la política en ningún momento.
Quizá las mejores películas son las ambientadas en este contexto histórico, pero que más o menos tímidamente inciden en el problema social. Merecen atención películas como El bosque del lobo, de Olea (1969), con una interpretación genial de López Vázquez; Romasanta. La caza de la bestia, de Paco Plaza (2004); y Vera, un cuento cruel, de Josefina Molina (1973). También merecen recordarse aquí las biografías de personajes como la de Prim (1930), el marqués de Salamanca (1948), Narcís Monturiol (1993), Espronceda (1945), Zorrilla y Larra (1950) y Bécquer (1948).
El gran tema desaprovechado ha sido el de las guerras carlistas, solo destacan algunas películas al respecto. Sáenz de Heredia dirigió en 1959 Diez fusiles esperan con evidente simpatía hacia el carlista condenado (Paco Rabal). Siempre mereció más atención la tercera guerra carlista. Se han hecho varias versiones de Zalacaín el aventurero, la novela de Baroja ambientada en aquel momento histórico; Alma aragonesa, de José Ochoa; Santacruz, el cura guerrillero (1990), de José María Tuduri, y Crónica de la guerra Carlista 1872-1873, dirigida por el mismo Tuduri, descaradamente procarlista. Julio Medem ambientó el primer episodio de su película Vacas en esta guerra carlista. Por último, cabe recordar a Jaime Balcázar, que situó una historia de amor de una novicia y un soldado a través de su Inés de Villalonga (1979) interpretada por María Rey.
En conclusión, se ha desaprovechado mucha literatura reciente sobre este tema histórico que hubiera dado mucho juego cinematográfico. Pienso en las novelas de José Luis Corral, Vallejo Nájera, Pérez Reverte…