Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) se mete de lleno en el mundo de las series y no precisamente para la adaptación de alguna de sus famosas novelas. El escritor es el conductor de El corazón del imperio, de Movistar+.
La serie tiene los ingredientes que pueden atraer al filólogo. Por un lado, se retrata la vida en la Roma antigua; por el otro, se da importancia a la figura de la mujer en esa época y cómo ha sido maltratada en el relato de la historia.
La potencia de la televisión
Entre los miembros que participan en el proyecto se encuentran Aitana Sánchez-Gijón, Lidia San José, Sandra Escacena y Joana Pastrana, entre muchas otras. Todas ellas destacan la importancia de un programa como este en la televisión española.
El autor de Yo, Julia mantiene una conversación con Crónica Directo, y subraya no sólo el papel del audiovisual en la difusión de conocimiento, sino la oportunidad histórica de ofrecer un “relato completo” de la historia sin caer en el presentismo. Eso, y la importancia de las humanidades y la historia para entender el mundo actual.
--Pregunta: Más allá de volver a hablar de Roma una vez más, ¿qué le atrajo del proyecto de la serie para participar en ella?
--Respuesta: Varias cosas. Por un lado, el mundo audiovisual siempre me atrajo muchísimo. En la universidad tengo una asignatura que tiene que ver con la literatura y el cine y todo lo que tiene que ver con la narrativa cinematógrafica, audiovisual o serializada me apasiona. Además, encajaba también con recrear el mundo romano y esa perspectiva de recuperar personajes injustamente olvidados. En concreto, la figura de la mujer, que en el relato histórico siempre ha quedado postergada, porque la historia la hemos contado, sobre todo, los hombres, y la hemos focalizado a ellos. Un enfoque que encaja con las últimas novelas que estuve haciendo como Yo, Julia y Julia retó a los dioses. Por tanto, había muchos elementos que me atraían, así como la buena sintonía con el director.
--De hecho, se habla de figuras tan míticas como Medea que la dibujan como una mujer mala y perversa que acaba con la vida de sus hijos y aseguran que podría haber sido tratada como una heroína.
--Lo que intentamos hacer es una relectura, un reenfoque de la mujer y de los mitos que hay sobre ella en la historia de la literatura. Medea, claramente, es una heroína, pero en un mundo de hombres no puedes permitir que una mujer destaque tanto por lo que su final debe ser terrible y hay que castigarla porque destaca en un mundo pensado para hombres. Lo que me interesa es ver cómo se plasma eso en la literatura, porque la literatura lo que hace es plasmar la época. Hacemos ese contraste entre la literatura de la época y lo cruzamos con las gladiadoras, para que veas cómo las mujeres estaban ya allí, no eran un mito. Así que se trata de la recuperación de personajes olvidados, como Julia Mesa, senadora de la antigua Roma o Fluvia, la mujer de Marco Antonio que llegó a comandar legiones, o bien coger personajes más conocidos como Livia o Cleopatra pero que han llegado manipulados, tergiversados por la propaganda que le interesó a Augusto, por ejemplo, porque tenía un hijo de César. Es recontar bien a esos personajes.
--¿Es un miedo de los hombres a destacar a esas mujeres?
--De eso hay mucho. No lo han hecho conscientemente muchos historiadores, porque es cierto que las estructuras de poder en Roma estaban pensadas para que fueran ocupadas por hombres. Más allá de eso, es muy injusto que a las mujeres que destacaron no se las narrara ni se les prestara atención. Luego está la deliberada voluntad de echar tierra encima a las mujeres que destacaban no sea que cundiera el ejemplo. Entiendo que una sociedad que ha sido sexista siglos y siglos se haya mantenido, pero hemos de aprovechar esta época moderna no para cambiar la historia sino para contar el relato completo. Sí, estuvo Augusto y estuvo César, pero cuando mataron a este último había tres mujeres pendientes de ello, su amante romana, Servilia; su esposa legítima, Calpurnia, y su amante extranjera, Cleopatra, que tenían mucho que decir en la historia. Eso no se ha contado hasta ahora y creo que debemos hacerlo sin cambiar lo otro pero teniendo un relato más completo de la historia.
--También se muestran temas de actualidad que ya estaban presentes en Roma, como el aborto.
--El aborto era algo muy crudo por las difíciles circunstancias quirúrgicas en las que se realizaba en la época romana y así lo hemos mostrado. Pero era una realidad que existía. Para los romanos no era una cuestión moral ni ética. Sobre todo, cuando se enfocaba la intervención para salvar la vida de la madre, se la veía como adecuada y pertinente.
--De todos modos, también se desmitifica esa Roma que algunos idealizan. Se muestra como las niñas, a partir de los 12 años, eran consideradas mujer y disponibles para el buen casar y estar al servicio de los hombres.
--Es así. Cuando una niña tenía el primer periodo o cumplía los 12 años se la declaraba viri potens, que literalmente significa “que puede soportar varón”, y por tanto cualquier hombre puede ponerse encima de ella y tener sexo con ella. Eso es lo que se pensaba que eran las mujeres, que estaban allí poco más o poco menos que para traer hijos al mundo. Pero hay mujeres que rompen el tiesto, se salen de él y está Julia Mesa o a una Fulvia que maneja los bajos fondos de Roma. Explicamos cuál era el molde en el que tenían que encajar y luego las que lo rompían.
--¿Se las podría considerar las primeras feministas sin saberlo o en este caso sería reescribir la historia?
--Desde luego no lo podían saber. Hay que tener mucho cuidado, en todo caso, con el falso presentismo, es decir, trasladar conceptos del siglo XXI a épocas en las que no existían. No usaría esa palabra para hablar de lo que estas personas estaban haciendo en la época romana. Lo que ellas hacían era rebelarse contra una sociedad que no les permitían desarrollarse como ellas deseaban y romper moldes, pero no pensando en una idea de conjunto, de género, en busca de igualdad de derechos. No creo que llegaran a articular eso. Ahora bien, vistas desde el siglo XXI, estas mujeres que rompían moldes pueden servir de ejemplo para una sociedad más igualitaria de hoy en día que busca referentes femeninos que muestren como la mujer ha estado allí a lo largo de la historia.
--Y más allá de las mujeres, ¿qué nos enseña Roma a la sociedad actual?
--Todo lo que queramos aprender. Venimos de Roma, hablamos un idioma que deriva del latín, nuestras leyes vienen del derecho romano, nuestras costumbres más habituales como las fiestas vienen porque los romanos en la hora sexta descansaban… Y en toda la cuestión de cómo nos gobernamos, la lucha por el poder, en lo bueno y en lo malo, en aquellos gobernantes que regían de manera ejemplar y en aquellos que generaban corrupción… Aprender de Roma nos ayuda a entender mejor dónde estamos hoy. Y en el caso de las mujeres, ver cómo estaban entonces nos puede hacer comprender toda la lucha que la mujer ha llevado a cabo para seguir intentando llegar a esa igualdad que queremos conseguir.
--¿Qué papel juega o puede jugar la televisión en la transmisión de ese conocimiento hoy en día?
--Victor Hugo cuando quería que en Francia no se destruyeran las catedrales góticas cargándose las vidrieras medievales de cristales de colores escribió un ensayo y nadie le hizo caso. Entonces, escribió una novela, Nuestra señora de París, donde contaba la historia del jorobado de Notre-Dame y su amada que se refugiaban allí. Y al convertir Notre-Dame en un personaje de la propia novela que resultó tan querido para los parisinos consiguió que ya nadie pudiera tocar la catedral. Con la novela conectó con más personas que con su ensayo. En la actualidad, la novela llega a bastante gente, pero la televisión a mucha más. Es un medio con el que podemos divulgar. Creo en una televisión inteligente para públicos exigentes que están allí, ávidos de contenidos, que no sólo puedan pasar un magnífico rato viendo El corazón del imperio, sino que cuando terminen de verlo tengan la sensación de que han aprendido muchas cosas.
--Historia y… latín, entre otras cosas.
--Ha sido una insistencia mía por dar un toque de verosimilitud y realismo. Por el hecho de querer contar la historia completa me parecía bonito que la gente oyera como se comunicaba la gente. Me parecía algo muy bonito. Ha sido un esfuerzo en el rodaje por parte de todos, pero ha resultado muy apasionante. Le da un toque de verosimilitud más potente. Así mostramos que no son cosas tan distantes y se pueden hacer más próximas.
--Usted que es filólogo y profesor, ¿qué piensa de la desaparición del latín en las aulas?
--Toda la desaparición del latín y el griego clásico y, en general, la reducción de las Humanidades es una forma de intentar generar gente que cada vez tenga menos espíritu y sentido crítico. De tener a gente que cada vez piense menos para poder gobernarla de forma más fácil. Todos los gobiernos de este país desde que tenemos democracia, todos, de un color y de otro, han ido sistemáticamente repudiando las humanidades y yo me revelo contra eso. Una manera de hacerlo es hacer una serie de televisión en latín que puede interesar.