José Sacristán (Chinchón, Madrid, 1937) sigue imparable. Regresa a Barcelona por segunda temporada con Señora de rojo sobre fondo gris, un privilegio en los tiempos que corren.
Con más de 60 años de trayectoria a sus espaldas en cine, teatro y televisión, reconoce que es un cinéfilo empedernido. Pero la satisfacción que le da la obra de Miguel Delibes es casi insuperable: “Va a ser muy difícil que encuentre otro texto que me llene tanto”, confiesa.
Pasión y hogar
Él mismo confesó que podría llegar a retirarse con este montaje, pero el cariño del público no lo permite. Queda Sacristán en el teatro para rato y en el cine, también. Eso sí, él quiere pasar más tiempo en su hogar.
“Yo soy mi territorio. Soy una maruja total”, asevera. Eso no quita que tenga la pasión por su trabajo dentro de él. Tal y como revela a Crónica Directo, “actuar da sentido y razón” a su vida.
--Pregunta: ¿Se siente afortunado por poder traer la obra a Barcelona en esta época en que los montajes viajan poco?
--Respuesta: Totalmente. Y por segunda temporada, para mí es una satisfacción enorme. Mi agradecimiento al público catalán y a Focus que nos contrata. Vamos a hacer una tercera temporada en Madrid, nos han pedido otra tercera en Valencia.
--Cuál es el secreto de 'Señora de rojo sobre fondo gris'?
--Es una constante en la obra de Miguel Delibes. Es una mirada sobre la condición humana, el dolor, la vida, la muerte, la necedad… Una mirada muy singular sobre nosotros y sobre sí mismo. Traducido todo en un lenguaje absolutamente asequible, directo, claro, pero con un aliento poético y una profundidad de conocimiento extraordinarias. La sencillez, la sinceridad y la honradez con la que se enfrenta a los problemas de los humanos.
--Usted que fue amigo suyo y lleva ya tres años con esta obra, ¿sigue descubriendo cosas nuevas? ¿O le gusta también ver cómo el público descubre a Delibes?
--El descubrimiento es recíproco. Yo procuro hacer que cada representación sea una nueva. No ocurrirá otro día ni ha ocurrido antes. El público eso lo recibe. Naturalmente, el material del que dispongo yo no puede ser mejor. Además, cuento con el valor añadido que tuve el privilegio de conocer a Miguel Delibes, y cada día es como rendirle homenaje a su memoria.
--Pese a la amistad, él siempre se negó a que esta obra se hiciera en teatro, ¿costó mucho hacerse con ella?
--No hubo que picar piedra. Cuando Miguel ya enfermó, antes de morir ya autorizó que hiciese una lectura dramatizada de un par de pasajes de la obra. La autorización definitiva vino de parte de sus hijos. Él ya falleció cuando Pedro Sábano y yo estrenamos en Barcelona. Pero la aprobación y el aplauso, me atrevería a decir, ha venido de sus hijos.
--¿Se reivindica suficiente al autor?
--No te sabría decir. A mí me parece que todo lo que sea leer a autores como Delibes es poco. No me atrevo a hacer un comentario al respecto. Me da la impresión de que siempre andamos en precario en la valoración de todo lo que se refiere a la cultura, la lectura, el cuidado, la atención a la cultura. Por otra parte, sería un miserable si me quejase. Y aprovecho la ocasión para agradecer una vez más su fidelidad y confianza en mi trabajo. Llevo tres años haciendo Señora y cuento con el apoyo de la gente.
--Supongo que tiene mucho que ver su larga trayectoria profesional. ¿Cómo se ve ahora comparado a cuando empezó?
--Pues con las plumas de las gallinas en la cabeza. Por encima de todo, no descuidar nunca el niño que fui y salir a jugar con toda la profunda seriedad del juego. Respetar sus reglas, conocerla y ser consecuente con él.
--¿Ha tenido momentos en que, con lo precario del sector, ha costado ponerle ese ánimo?
--Claro que sí. Ha habido momentos difíciles, pero quien ignore que en el camino se va a encontrar con esto es idiota. En general, en la vida. No se trata de hacer caso a los curas con eso de que esto es un baño de lágrimas. Aunque quien se dedica a recorrer el camino de la cultura y el espectáculo sabe que está lleno de dificultades e inseguridades. Nunca sabes muy bien dónde estás. Por muy bien que estés, a la vuelta de la esquina te encuentras con que la gente se ha olvidado de ti.
--¿Y cómo ve los cambios en el mundo de la actuación? ¿Vienen mejor preparados, influenciados por las redes…?
--Una de las cosas que más celebro de llevar más de 60 años en esta profesión es poder trabajar con todos. Hay de todo, claro. Como en todas partes, hay gente con talento e inútiles totales. No se puede echar la vista atrás y decir eso de “ay, aquellos tiempos”. No, de ninguna de las maneras. Hay muchísima gente joven con un talento bárbaro. Lo que más me emociona, sobre todo, es que la relación que yo tengo con ellos, debatir, compartir, cabrearse, se mueve siempre en la misma constante, el amor al trabajo. Lo más satisfactorio es ver que pasan los años y los jóvenes cuentan conmigo.
-- ¿Se siente un actor camaleónico, que busca el reto de cambiar de registro?
--Es mi oficio, procuro hacerlo, estar entrenado para hacerme cargo de los personajes más distintos que puedan venir.
--Lo decía porque esta obra supone su primer monólogo en 60 años de trayectoria.
--Así es, pero es igual. Si hay un material como el que yo tengo, no echas de menos a nadie.
--El material es una obra que habla de la memoria del amor. Un tema muy profundo que al transitarlo implica también desnudarse. ¿Aún impone este desnudo personal e, incluso, de un amigo suyo?
--El desnudar es un tema curioso. Miguel no quería que se estrenara porque no quería que la gente le pusiera cara al personaje y que fuera la suya. Obviamente, el personaje se llama Nicolás, pero yo sé que es él. Pero con la aprobación de sus hijos, estoy convencido de que este acto de representación de las intimidades de Miguel Delibes no le disgustaría. Y por encima de todo, lo que yo aplico es la prudencia y el sentido del pudor implícito en el texto del autor. No hay el menor gesto que no sea la revelación más íntima del amor y del dolor con la sencillez y humildad con que los escribía. Por encima del dolor y la muerte está la memoria del amor, que es lo que más importa, y es lo que más destaca en la obra. Pero eso es eterno, desde el principio de los tiempos andamos necesitados de ellos.
--Usted se desnuda en alma como lo hizo Delibes. Y en su trayectoria participó de algo muy distinto que son las películas del destape. Más allá de lo denostadas o no que puedan estar, en una época en que hay tanta censura del cuerpo, ¿cree que ahora hay más autocensura que censura entonces?
--No, no. Hay una ola de lo políticamente correcto que en ocasiones me parece absolutamente estúpido y una necedad. Yo conocí la censura franquista y era absolutamente terrible. Es cierto que hay una gilipollez latente en el cuidado, la precaución y la prevención de no herir ciertas susceptibilidades. Me parece un error, pero no puede compararse con la censura de la época de Franco.
--¿Se usa con demasiada facilidad la palabra censura?
--Sí. E indudablemente existe con esta precaución a decir determinadas cosas, y es una estupidez que no tiene sentido. Escucho a cierta clase política hablar de represión y no hay color. No tiene absolutamente nada que ver con una sociedad represora y con lo que ocurría en aquellos años.
--Usted en un momento dijo que esta obra podría ser con la que se retiraría de las tablas, ¿eso hace que el público le pida más?
--Y lo dije hace tres años. Hace unos días cumplí 84 años y hay que pensar que la vida se acaba, y quien no lo piense, peor para él. No se trata de estar todo el día pensando en lo mismo, no. Lo cierto es que va a ser muy difícil que encuentre otro texto que me llene tanto como Señora de rojo… Por el momento, tengo compromiso con esta obra hasta junio de 2022, pero vete a saber dónde estaré. Desde luego, sí que pienso en quedarme más tiempo en mi casa.
--¿Es una persona casera a pesar de haber elegido esta profesión?
--Yo soy mi territorio. Soy una maruja total, limpio mi casa con mi mujer. Mi territorio es muy querido, porque lo tengo lleno de cosas de toda mi vida.
--¿Cree que viene por la sobreexposición propia de los actores?
--La exposición no es dolorosa. Lo que tú llamas estar expuesto para mí es vivir. Mi vida y mi trabajo van de la mano desde hace más de 60 años, lo que sucede es que la vida pasa hasta el punto de que un día ya no estás. Pero en mi trabajo no hay el menor esfuerzo ni dificultad. Al contrario, da sentido y razón a mi vida.
--¿Y más allá del teatro, hay algún otro proyecto?
--Justo hace unos días terminé de rodar unos retails para una película de mi amigo Fernando Colomo. Pero ahora la dinámica del cine me fastidia bastante: los madrugones, el frío del invierno, el calor del verano, las noches de rodaje… todo eso que es la mecánica del cine y la televisión ya no me hace demasiada gracia.
--¿Es consumidor de cine habitual?
--Soy cinéfilo de enfermedad.
--¿Y cómo ve la salud del cine ahora tras la pandemia? ¿Teme que las salas puedan llegar a cerrar?
--No creo que se abran nuevas salas. El hecho social de ir al templo como si fuera una ceremonia se está desacralizando. Espero que tarde. Lo cierto es que el espectador tiene una oferta doméstica enorme y luchar contra eso es una estupidez. Es así y habrá que resignarse. Pero la magia del cine está en la sala, ojalá eso se mantenga. Pero vamos, el cine para mí es la vida, como espectador.
--¿Y cuál es su valoración del cine español en la actualidad? ¿Mantiene esa vieja mala salud de hierro?
--Lo que siempre distingue al cine español es lo variopinto de las propuestas. Sigue habiendo gente con muchísimo talento. La cosecha de este año es formidable en todos los aspectos. Es estacionario. Sigue habiendo una gente cojonuda y unas películas estupendas y las seguirán haciendo. Series, películas o lo que puñetas sea, pero la gente seguirá contando historias en el soporte que sea a través de la plataforma que sea.